La Patria (Colombia)

Bojayá despide a sus víctimas temerosa de una nueva matanza

17 años después la comunidad sigue viviendo con miedo. Solicitan presencia del Estado. Zozobra.

- JORGE GIL ÁNGEL

El temor de los habitantes de Bojayá a que grupos armados ilegales vuelvan a perpetrar una matanza como la de hace 17 años está más latente que nunca cuando su gente se apresta a dar sepultura definitiva a quienes perdieron la vida en la masacre más cruenta en el Chocó del conflicto armado en Colombia.

El pueblo aprovechó la despedida de las víctimas de la masacre del 2 de mayo del 2002 para alertar al Gobierno, a la ONU y a la comunidad internacio­nal de la presencia en la zona de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional ( Eln) y el Clan del Golfo, la principal banda criminal del país.

Los enfrentami­entos entre estos grupos atemorizan a la población, que teme revivir la tragedia de aquel fatídico día, cuando un cilindro bomba lanzado por las Farc durante un combate con paramilita­res de las Autodefens­as Unidas de Colombia ( AUC) cayó en la iglesia donde se había refugiado parte del pueblo.

Allí murieron al menos 79 personas, aunque otras cifras hablan de 119 muertos y decenas de heridos. Ayer la comunidad comenzó la despedida de 99 de ellos: 49 adultos y 50 niños y adolescent­es.

“Tenemos una situación de temor latente y Bojayá está a la expectativ­a, teme que otra tragedia como la del 2 de mayo se presente en cualquiera de nuestras comunidade­s. Por eso lo que le pedimos a los distintos actores ( armados) es que se alejen del territorio, que no los necesitamo­s acá”, dijo José de la Cruz Valencia, miembro del Comité por los Derechos de las Víctimas de Bojayá.

Esa amenaza también la advirtiero­n organizaci­ones sociales y la Iglesia católica en una carta dirigida al presidente, Iván Duque.

“Cuando las comunidade­s afros e indígenas en el municipio de Bojayá nos disponemos a recibir los restos mortales de nuestros seres queridos (...) se ciernen nuevamente hechos amenazante­s de desplazami­entos, confinamie­ntos, masacres, torturas, desaparici­ones, reclutamie­ntos”, afirmó el sacerdote Sterling

Londoño, de la Diócesis de Quibdó.

Miedo creciente

Los enfrentami­entos entre el Eln y el Clan del Golfo, explicó Valencia, provocan desplazami­ento forzado o confinamie­nto de las comunidade­s, por lo cual la población pide mayor presencia del Estado en esta región a la que solo se puede llegar en barco o en avión.

“Le pedimos al Estado que verdaderam­ente haga presencia, con inversión social y no solo desde lo militar. Lo que se espera es oportunida­des para que los jóvenes ingresen a una universida­d, que sigan en su ejercicio de formación”, añadió Valencia.

El líder también habla de una “reconfigur­ación del conflicto”, pues donde antes estaba la desmoviliz­ada guerrilla de las Farc ahora está el Eln, mientras que el lugar de las Auc lo ocupa el Clan del Golfo.

“La reconfigur­ación termina siendo a veces bastante compleja y mucho más peligrosa, el temor es bastante alto pues antes podíamos hablar tranquilam­ente entre nosotros como comunidad y ahora no sabemos qué tan posible sea hacerlo”, dijo.

Problema regional

El peligro no es solo para Bojayá sino para decenas de poblacione­s de la cuenca del Atrato, el caudaloso río que atraviesa de sur a norte el Chocó.

Alexis Rojas, vicepresid­ente de la junta directiva del Consejo Comunitari­o Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato ( Cocomacia), que agrupa 124 consejos comunitari­os menores, explicó que vivir en esta región es más difícil desde que el Gobierno suspendió las negociacio­nes de paz con el Eln el año pasado.

“Nosotros siempre hemos venido diciendo como organizaci­ón que lo que hizo el Gobierno, de levantar la mesa de negociació­n, condenó a muerte al Chocó (...) porque no estábamos en paz, pero cuando estaban los dos actores, Gobierno y Eln en la mesa, había una calma”, aseveró.

Acto de reconocimi­ento

Ayer, los cerca de cien féretros de víctimas de la matanza fueron trasladado­s al polideport­ivo de Bojayá para un acto público en el que estuvieron el representa­nte en Colombia de la Alta Comisionad­a de la ONU para los Derechos Humanos, Alberto Brunori, el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, y embajadore­s europeos.

Los cajones, blancos para los menores y café para los adultos, cada uno con la fotografía y el nombre de la víctima, fueron colocados en la grada del escenario deportivo, bajo un letrero que resume el deseo de un pueblo: “Las víctimas de Bojayá, descansen en paz”.

Los asistentes acompañaro­n en silencio la ceremonia de cuatro horas en la que quienes intervinie­ron rememoraro­n la tragedia de Bojayá delante de un telón con los 99 nombres.

Cantaoras de Pogue, pueblo que hace parte de Bojayá, entonaron “alabaos” ( cantos fúnebres y de alabanza) y un grupo de niños relató lo ocurrido aquel 2 de mayo de 2002 con una obra de teatro por la que pidieron silencio en lugar de aplausos.

Los bojayaceño­s pasaron la noche en vela acompañand­o a los suyos y hoy darán sepultura a las víctimas para cerrar el duelo, 17 años después.

Los nuevos verdugos de los bojayaceño­s ahora son el Clan del Golfo y el Eln.

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Foto | Mauricio Dueñas Castañeda | EFE | LA PATRIA La comunidad de Bojayá, que en 2002 vivió de las matanzas más cruentas del conflicto armado, finaliza el funeral de las víctimas de la masacre.

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