La Patria (Colombia)

Liderazgo en tiempo de crisis

- juanalvaro. montoya@ yahoo. es

No es lo mismo ser candidato que ser gobernante. En este peregrinaj­e, se asciende al poder en medio de una lid que conlleva sacrificio­s excepciona­les y una batalla extensa que no termina cuando se logra el ansiado triunfo. Su camino inicia como una quijotada que fija un horizonte claro y persiste en él. En este periplo fabrica quiméricos programas de gobierno, acumu la amigos, gana rivales, se somete al escrutinio público, pronuncia acalorados discursos, expone con vehemencia sus ideas, hace del esfuerzo su consigna y finalmente, con alma de tahúr, lo apuesta todo el día de las elecciones. Cuando finalmente alcanza el anhelado solio, sus derroteros cambian. Adapta sus ideas a una realidad nueva, a una dirección que le exige un materialis­mo práctico en lugar de locuacidad crítica, a un contexto cambiante que debe sortear cada día, donde la fuerza de los hechos se impone sobre el ideal de la campaña.

Hacer un buen gobierno requiere de enormes virtudes: paz, justicia, pragmatism­o, concordia, fortaleza, prudencia, templanza, pero, ante todo, liderazgo. Esta cualidad se extraña o elogia en momentos de ruina. El estadista que es líder construye un camino fiable para su pueblo, sabe que las dificultad­es no le son ajenas y las capitaliza como oportunida­des para crecer, se levanta de las adversidad­es, transmite seguridad, imparte instruccio­nes con claridad y no se contradice, toma la iniciativa y evita que otros decidan por él. Quien no lo es, quien supone que el cargo le otorga un liderazgo del cual carece, quien construye su autoridad sobre la fuerza o los pergaminos que le da una posición temporal en la administra­ción, prueba la hiel del fracaso y la distribuye a cuenta gotas entre todos. No importan sus intencione­s, sus ideales o su formación. En tiempos de crisis el liderazgo se tiene o no se tiene.

El líder debe arroparse de otras virtudes que van más allá de requeridas para un buen mandato. Debe ser rápido en la planificac­ión y en la ejecución de sus ideas, mover sus fichas con celeridad y anticipar posibles escenarios para cubrir todos los frentes. Debe proyectar confianza y firmeza que serán fundamenta­les para superar los eventos calamitoso­s que se ciernen sobre el país pues de lo contrario, en caso de infundir insegurida­d y temor, este sentimient­o se propagará más rápido que el mal que busca evitar. Debe ser realista y honesto y comunicar los hechos con la mayor claridad para contribuir en el proceso de sensibiliz­ación colectiva pues en caso de exagerar o minimizar las circunstan­cias, tarde o temprano perderá credibilid­ad y con ello sus bases se verán lesionadas. Su mente debe permanecer positiva ante la complejida­d de la tesitura, por difíciles que ellas parezcan y espantar cualquier asomo de pesadumbre que pueda ser contagioso. Su enfoque debe ser global, para mantener una visión amplia de las coyunturas conservand­o sus objetivos incólumes y la forma de alcanzarlo­s. Debe predicar con ejemplo, de manera que sirva como modelo para todos aquellos que le siguen. En suma, un gobernante empoderado necesita pasar de la locuacidad de la campaña a los resultados que como líder debe demostrar con su capacidad de gestión, contención y dirección y servir como faro en la oscuridad de la noche.

Hoy el mundo se enfrenta a una situación inusual. Más de mil millones de personas se encuentran confinadas en sus hogares en razón al pánico de un posible contagio del coronaviru­s. Las calles desoladas, aeropuerto­s cerrados, destrucció­n de puestos de trabajo y conatos de disturbios sociales son la constante la mayoría de los países que ansiosos buscan un norte sin encontrarl­o. Para alcanzar este objetivo urge rodear nuestras autoridade­s para que cada una, en el ámbito de sus competenci­as, tracen los lineamient­os más adecuados para pasar la página. No obstante, es patético observar la forma en que algunos mandatario­s locales parecen mantenerse en campaña durante los actuales eventos, olvidando su rol como autoridade­s públicas que están sometidas a un orden constituci­onal y tienen al Presidente de la República. Con ello minan el liderazgo del Jefe de Estado para conjurar la pandemia. Nos guste o no, nuestro país cuenta con un dirigente que fue elegido democrátic­amente y que debe dirigir, como lo ha procurado, los destinos de la nación en estos momentos aciagos.

Por mandato constituci­onal, el presidente simboliza la Unidad Nacional ( CN Art. 188), y es nuestro deber como colombiano­s rodearlo – manteniend­o nuestro sentido crítico – en las decisiones que se adopten en beneficio de la nación. Ya habrá tiempo para la campaña. Por ahora solo le decimos ¡ Salve usted la patria!

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El presidente simboliza la Unidad Nacional, y es nuestro deber como colombiano­s rodearlo.

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