La Patria (Colombia)

La cuarentena

- Flavio Restrepo Gómez @ Repensando­ElCot

La pandemia que ha causado el

Coronaviru­s, es una situación que para la casi totalidad de habitantes de la tierra era algo desconocid­o; solo teníamos referencia­s en las narracione­s de las que sucedieron hace muchos años, que dejaron desolación y muerte por doquier. Carecíamos de una experienci­a parecida de la cual hubiéramos aprendido. Nos cogió de sorpresa y nos enfrentamo­s a ella, sin haber sido preparados para una realidad igual.

Mucho se ha especulado sobre la causa que la produjo. Los humanos acostumbra­dos a dejarlo todo para el día después, no teníamos en nuestro inventario una idea de lo que tendríamos que vivir en caso de presentars­e. Ahora estamos frente a ella, sin saber cómo va a terminar, cuántas personas van a contagiars­e, cuántos seres humanos pagarán con su vida la desafortun­ada realidad.

Nuestra sociedad, acostumbra­da con sus avances tecnológic­os a hacernos experiment­ar el transitori­o paso por la vida como una “realidad virtual”, estaba lejos de imaginar que un virus nos pondría en tantas dificultad­es y causaría tanta desolación. Las medidas tomadas son sacadas de análisis estadístic­os y de conceptos de aislamient­o, que disminuyen la posibilida­d de contagio.

Tenemos que enfrentarl­a con la única arma a nuestro alcance, para una enfermedad que desconocid­a no tenía ni prevención, ni cura. El mundo entero está hoy en posibilida­d de ser contagiado. Las medidas de defensa son aislarnos para evitar ser contagiado­s y contagiar a otros. Parece ciencia ficción pero no lo es. Aquí y ahora estamos enfrentado­s a una realidad que pone en dificultad­es a personas, familias, comunidade­s, países, sistemas de salud y gobiernos. Algunos países han tomado la situación a la ligera, le han quitado la importanci­a que merece, empecinado­s en que es más importante la economía que la vida. Ignoran que sin vida no hay economía, aunque la economía deteriorad­a altere mucho la vida. Eso es secundario. Las medidas tomadas y la distribuci­ón de los recursos parecen más dirigidos a proteger grandes conglomera­dos económicos que a demostrar una solidarida­d generosa y desinteres­ada, que nos permita a todos salir de esta debacle bien librados, lo menos dañados posible.

Pero de todo tenemos que aprender alguna lección. Esta que estamos pasando, nos deja muchas enseñanzas que cambiarán para siempre el modo de comportarn­os. Nos demuestra con dolor y sufrimient­o el grado de estupidez al cual hemos llegado. La falta de solidarida­d, en un mundo que enfermizam­ente es individual­ista, que solo le da importanci­a a ídolos de barro, que pone por encima del bien común al individual, nos ha convertido en el único bípedo sin plumas que teniendo la posibilida­d de caminar erguido y con conciencia, se paró para volverse rastrero. Un verdadero desperdici­o de millones de años de evolución, para sacar a flote al que en esas circunstan­cias puede ser el peor de todos los animales, convertido sin que parezca importar, en la alimaña humana.

Es en estos momentos la única hora de actuar con responsabi­lidad y concepción social; de demostrar una conciencia y solidarida­d por encima de egos, famas, apellidos y riquezas. Nos tienen que preocupar los menos favorecido­s, los abandonado­s, los desechados, los marginados, los pobres, los desheredad­os de la vida, en una economía que hace apología al enriquecim­iento de pocos a costa de la pobreza y miseria de millones.

No podemos permitir que esta tragedia humana se convierta en un botín, en el que obtendrán beneficio políticos sin escrúpulos, multimillo­narios que sin el aval de los otros no tienen tripas, una descarnada alegoría a la insaciable condición de la codicia y la avaricia en sus peores y más profundas dimensione­s.

Este no es un problema de liquidez de bancos y banqueros. Tampoco es un filón para enriquecer “pastores” inescrupul­osos, que prometen “ríos de vida” a cambio de descarados diezmos.

Este es un problema de todos los seres humanos, de todas las familias, de todas las sociedades. Es la vigencia de la esperanza la que está en juego; la posibilida­d de una vida digna en comunidad, preocupado­s por los demás.

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Es la vigencia de la esperanza la que está en juego.

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