La Patria (Colombia)

El único templo abierto de Colombia está en Neira. El párroco, Julián Andrés Garcés, entrega la comunión en la mano. Un antibacter­ial permanece al lado del copón y del cáliz.

Mientras el país está en cuarentena, en Neira las campanas invitan a la eucaristía. Prueba de fe.

- LAURA CRISTINA CARDONA PATIÑO

“La paz esté con vosotros”, predicó el sacerdote a través de un micrófono cubierto de papel plástico. Aunque los asistentes a la misa tenían la mitad del rostro oculto por los tapabocas, se entendió la respuesta: “y con tu espíritu”.

Después, en lugar de escuchar el acostumbra­do anuncio para dar “fraternalm­ente el saludo de la paz”, la voz del padre saltó por los bafles pidiendo que el estrechón de manos fuera reemplazad­o por una venia entre las personas cercanas.

Los feligreses inclinaron la cabeza y con los ojos se dieron la paz.

Modelo

El templo San Juan Bautista de Neira es el único del país con permiso para celebrar misas en pandemia. Iniciaron el 11 de mayo con 2 o 3 misas diarias en semana y 6 los fines de semana. No es indefinido, esta es una prueba que puede ser reevaluada según la efectivida­d del modelo.

Tienen a favor que Neira es un municipio no covid- 19 y que desde la administra­ción de la Parroquia especifica­ron las medidas para ir a misa sin riesgos. En caso de infección en el municipio, se cerrarían las puertas.

Liturgia biosegura

El sacristán Ástor Carvajal se planta en la entrada de la iglesia 10 minutos antes de las 7: 00 a. m. Una mujer se acerca a él y muestra su identifica­ción. Termina en 4. Como es su día de pico y cédula puede entrar.

Segundos después ella se persigna con las manos húmedas por el gel antibacter­ial que encontró en el pasillo de la entrada. Se acomoda en una banca, conserva la distancia con los demás.

A las 7: 02 a. m. se inicia la eucaristía. Hay 20 personas, lógico con tapabocas, distribuid­as en las 3 naves. Antes, cuando las aglomeraci­ones no eran peligrosas, cabían hasta 400 personas sentadas y 350 paradas en pasillos y esquinas.

En el púlpito permanecen el párraco, Julián Andrés Garcés; el seminarist­a Édison Vásquez y Ástor, que ha llegado hace poco de la entrada. No hay instrument­os musicales, no hay cantante o voluntario­s, no hay recolecció­n de la limosna.

Lo que sí está presente es la resonancia de los sonidos: El de los sermones, los cantos y el de un apenado estornudo.

Amén

A las 7: 50 el párroco terminó el ritual y adicionó a la despedida una recomendac­ión: “Es un peligro relajarnos con las medidas. Recuerden continuar afuera con los cuidados que tenemos en la iglesia”.

Luego los bendijo, dio la espalda a los asistentes y se entró a la casa cural. El público también dio la espalda y salió. Aunque lo hicieron lento, en el proceso algunos olvidaron los dos metros de distancia.

Cambios

Rosalba Carvajal, de las primeras en llegar a la misa, recorrió con lentitud su camino fuera del templo. Oró frente a varias imágenes y se despidió del espacio al que volverá hoy, dijo.

“Antes venía a misa todas las mañanas para ofrecerle el día a Dios”, anotó Rosalba, quien desde su nacimiento vive en Neira. Con un gesto de resignació­n afirmó que después de tener el templo cerrado se conforma con venir solo los domingos y el día de su pico y cédula.

La apertura de la Parroquia San Juan Bautista era una necesidad para sus feligreses. Rosalba acepta que conoció personas en desacuerdo con la idea: “Ellos creen que se va a volver a lo de antes. Pero yo sí veo que hay diferencia­s adentro”.

Últimos en salir

Rosalba siguió su ruta y detrás salieron las últimas personas. Entre ellas una mujer adulta, delgada, canosa y con un temblor constante en la mano izquierda. Ella, que había ingresado tarde, recibió la ceremonia sentada en la última silla cerca de otro hombre, también de cabello blanco, que colgó su bastón en la banca.

Al final de la misa la mujer canosa se acercó al púlpito para hablar con el párroco. Después de la negativa que le dio el seminarist­a musitó algo entre su tapabocas azul y caminó fuera del templo. Se le vio ir hacia la Calle Real con su respiració­n jadeante.

Vida

A las 8: 00, mientras las nubes dejaban pasar la luz y evitaban el calor del sol, tres transeúnte­s pasaron con indiferenc­ia frente al parque Simón Bolívar. El movimiento en el sector era marcado por los saludos de quienes visitaban supermerca­dos y cajeros automático­s. Solo los vehículos parqueados acompañaba­n el parque, parecía que la vida trascurría fuera de su jurisdicci­ón.

Las campanas del templo volvieron a sonar.

En la celebració­n no hay instrument­os musicales, cantante, voluntario­s o recolecció­n de la limosna.

“Es un peligro relajarnos con las medidas. Recuerden continuar afuera con los cuidados que tenemos en la iglesia”

Párroco Julián Garcés.

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Fotos | Darío Augusto Cardona | LA PATRIA
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-- P1 Fotos | Darío Augusto Cardona | LA PATRIA Los feligreses reciben la comunión en la mano.
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A la entrada hay un dispensado­r con las indicacion­es de uso

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