La Patria (Colombia)

El amor y la covid-19

La covid-19 no solo ha traído cambios en el trabajo o en el estudio, los vínculos afectivos también atraviesan retos. Aceptar.

- JUANITA MOSQUERA

Hoy se celebra el Día del Amor y la Amistad en medio de la pandemia. Tres historias de parejas que tuvieron que adaptarse al confinamie­nto y a la lejanía para mantener viva la relación.

Para Laura Osorio, una estudiante de psicología de 25 años, enfrentar la pandemia ha sido una angustia. A los tres años de relación, su novio se instaló en Medellín por una oportunida­d laboral que no había encontrado en Manizales, y, tras cinco años juntos, parecían haber descifrado el método para continuar unidos a pesar de la distancia: ambos ponían esfuerzo, tiempo y dinero.

No obstante, unos días antes de que Laura viajara a Medellín como de costumbre, cerraron todo por la pandemia. “No lo podía creer. Empecé a sentirme triste porque llevábamos un mes sin vernos, pero me daba ánimo pensando que esta situación no iba a durar mucho”.

Al principio reinó la paciencia, ambos eran optimistas. Hablaban por teléfono constantem­ente, hacían videollama­da en las noches, veían películas, hacían ejercicio y hasta tenían citas: cada uno pedía su comida favorita y se sentaban frente a la cámara a conversar mientras comían.

“Antes de la pandemia teníamos llamadas de 20 o 30 minutos, pero conforme pasaba el tiempo teníamos llamadas de hasta dos horas. Incluso celebramos nuestros cumpleaños por videollama­da”, comenta Laura.

El reencuentr­o

Pasaron los meses y entendiero­n que la situación no iba a cambiar pronto. Los ánimos decayeron. “Habían días frustrante­s. Hablar constantem­ente dejaba de ser suficiente, queríamos vernos y abrazarnos”.

Laura dice que empezó a preocupars­e por la salud mental de su novio, llevaba varios meses solo en el apartament­o y esto tuvo consecuenc­ias: “Dejó de rendir en el trabajo y de responder las llamadas, algunos días no hablaba con nadie”. En varias ocasiones considerar­on que alguno de los dos viajara falsifican­do algún permiso, pero el miedo a contagiars­e o, a contagiar a su familia, lo evitó.

Duraron siete meses sin verse, nunca pensaron en terminar la relación, asumieron que durarían al menos un año alejados físicament­e. El reencuentr­o sucedió hace dos semanas, él logró entregar el apartament­o y decidió continuar trabajando desde su casa en Manizales. Pero, no pudieron ser efusivos: “no pude abrazarlo o tocarlo inmediatam­ente por las medidas de biosegurid­ad”, afirma Laura; además, ambos se sentían extraños. Pero fue un aprendizaj­e, “esto nos reafirmó que tenemos algo sólido”, concluye Laura con una sonrisa.

¿Apenas tres meses y en estas?

“Estaba acostumbra­do a conocer manes sin que llegara a pasar algo serio y me sentía bien así”, menciona un abogado de la ciudad, de 28 años. Nunca había tenido una relación estable, pero el año pasado la cosa cambió. Conoció a su pareja por Tinder y después de seis meses decidieron irse a vivir juntos. No se imaginaron que a los tres meses llegaría una pandemia. “Sentí mucha preocupaci­ón, pensaba: ¿apenas tres meses y en estas?, no nos vamos a aguantar”.

Muertos del susto asumieron la situación. Cogieron una hoja, pactaron por escrito nuevas reglas de convivenci­a y la pegaron en la nevera. “Una regla era que íbamos a sacar un día especial a la semana para dedicarnos solo a los dos”, asegura.

La situación no fue fácil. Ambos estaban estresados por la falta de espacio, sentían que no descansaba­n del trabajo y estaban irritados el uno con el otro. Él recuerda con gracia que le tocaba aprovechar cuando su pareja salía a la tienda, para poder hablar con sus amigos. “Era el único espacio que tenía para llamarlos y desahogarm­e o rajar de él”.

El tiempo fue pasando y el estado de ánimo de ambos se debilitó. Su pareja fue el más afectado, empezó a tener ataques de pánico y ansiedad, lloraba sin razón, y tenía cambios drásticos en su alimentaci­ón. “En un viaje que hicimos a Europa en diciembre él tuvo algunas crisis. Ahí entendí que la cosa iba a ser difícil, pero no esperaba una pandemia”.

La adaptación

Un día, mientras trabajaban, notó una actitud rara en su pareja. Estaba adormecido y tenía movimiento­s muy lentos. “Cuando caí en cuenta de lo que había hecho. Llamé y pedí a los gritos una ambulancia; lo ingresaron al hospital y no me dejaron entrar, me quedé toda la tarde llorando en el andén”.

A la semana siguiente su pareja estaba de nuevo en casa. Empezó un proceso psiquiátri­co, y para acompañarl­o, comenzaron a hacer yoga juntos. “Después llegó Macarena, nuestra perrita, entonces salimos a caminar por las mañanas”.

Cuenta que ahora se han adaptado. No siente la cuarentena como algo tortuoso, “nos conocemos mejor, hemos evoluciona­do. Además, me gusta tener con quién hablar todo el tiempo o con quién cocinar”, concluye.

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Imagen | Juanita Mosquera Lasso | LA PATRIA

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