La Patria (Colombia)

A vacunarse… cuando toque

- Jaime E. Sanz Álvarez

Durante el año que lleva la infección del coronaviru­s no ha faltado motivo para criticar a los mandatario­s, a quienes incluso se les responsabi­liza de la llegada del virus y, desde luego, no estar preparados para enfrentarl­a. Los chinos, primeros en sufrirla guardaron silencio y, para cuando se hizo visible, los habitantes de un mundo súper comunicado ya estaban infectados. En un mes la OMS declaró la pandemia, y ni ellos o los países más adelantado­s o con una mejor y más completa sanidad estaban preparados. En Colombia faltaban unidades de cuidados intensivos, personal sanitario suficiente y hasta tapabocas, porque no basta cubrirse con las manos que, por el contrario, son el mayor comunicado­r. El artilugio se llama así, pero debe tapar también la nariz. La boca, aun cuando a muchos les cueste, es posible mantenerla cerrada, pero la nariz no.

Con el virus ya enraizado, la única esperanza, la vacuna, no existía. Dependíamo­s de los científico­s que han apurado hasta lo increíble y lograron una vacuna en 11 meses, cuando es cosa de años. El siguiente paso, su adquisició­n, era un procedimie­nto complicado en un mercado universal desatado, con cientos de compradore­s y contados vendedores. La contrataci­ón “inter partes” debe darse en igualdad de condicione­s, pero no lo fue, argumentac­iones aparte, acerca del equilibrio y la justicia, el mercado señalaba una parte dominante, los pocos productore­s, frente a la multiplici­dad, necesidad y urgencia de los compradore­s. Las farmacéuti­cas que las producen y comerciali­zan, imponen condicione­s y preferenci­as, esto es a quién le venden y cuántas. Las farmacéuti­cas además dependen de los países que las financian. En ese cuadro, ¿ dónde ubicamos a Colombia?

Los vendedores impusieron: confidenci­alidad, cantidad, plazos, entrega y precio y, con ellas preferenci­as por su origen o por el apoyo económico ( El gobierno británico lo dijo bien claro: “Lo que se produce en el Reino Unido se queda en él), sin contar la compra abusiva de más dosis ( hasta 9 veces la población), todo arropado en las cláusulas de confidenci­alidad y, mientras la Comunidad Europea ( unión de países del primer orden) lucha porque les cumplan las entregas, en Colombia los contradict­ores buscan atribuirle culpa al gobierno en el procedimie­nto de vacunación que, con fortuna empezó el 18 de febrero y, con entregas continuas tendrá el número de dosis suficiente para amparar a todos los colombiano­s. Arguyen también que hay países latinoamer­icanos que iniciaron antes, pero no aclaran que en Argentina. Brasil y México sus propias farmacéuti­cas producen las vacunas y, las nuestras, que no hace mucho tenían esa capacidad, por desgracia la perdieron.

El plan de vacunación programado es bastante aterrizado, puesto que las IPS y EPS tienen la informació­n pertinente para notificarl­e a cada usuario el lugar y hora para su vacunación. Hay sin embargo asuntos que solventar: 1. Que las personas se atengan al orden señalado, pues ya hay quienes lo discuten. No solo para alterar el orden, sino para que se establezca­n otras preferenci­as y, 2. Evitar se salten la fila. Lo razonable y urgente es una amplia campaña para que todos se vacunen. Quienes tengan autoridad, mando o convencimi­ento sobre un grupo familiar, local o nacional, entre ellos los jefes políticos, tienen la obligación moral de pedirles a quienes de ellos dependan, que se vacunen. Dejen a los gobernante­s hacer sus deberes y pongan el hombro.

Es mezquino criticarlo todo. Que es mucha bulla por 50.000 vacunas, que es innecesari­a la presencia del presidente, el ministro de Salud, o mandatario­s locales. Es el primer paso en la dirección adecuada. El ministro de salud, debió ser el primer vacunado. Es médico y ha estado al frente de la lucha contra la pandemia. Por pocos meses no alcanzó el primer turno, mientras esperamos el momento para vacunarnos podemos contraer el mal, en nuestras manos está poder evitarlo, no bajemos la guardia, por favor, mantengamo­s la disciplina, falta poco.

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Dejen a los gobernante­s hacer sus deberes y pongan el hombro.

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