A vacunarse… cuando toque
Durante el año que lleva la infección del coronavirus no ha faltado motivo para criticar a los mandatarios, a quienes incluso se les responsabiliza de la llegada del virus y, desde luego, no estar preparados para enfrentarla. Los chinos, primeros en sufrirla guardaron silencio y, para cuando se hizo visible, los habitantes de un mundo súper comunicado ya estaban infectados. En un mes la OMS declaró la pandemia, y ni ellos o los países más adelantados o con una mejor y más completa sanidad estaban preparados. En Colombia faltaban unidades de cuidados intensivos, personal sanitario suficiente y hasta tapabocas, porque no basta cubrirse con las manos que, por el contrario, son el mayor comunicador. El artilugio se llama así, pero debe tapar también la nariz. La boca, aun cuando a muchos les cueste, es posible mantenerla cerrada, pero la nariz no.
Con el virus ya enraizado, la única esperanza, la vacuna, no existía. Dependíamos de los científicos que han apurado hasta lo increíble y lograron una vacuna en 11 meses, cuando es cosa de años. El siguiente paso, su adquisición, era un procedimiento complicado en un mercado universal desatado, con cientos de compradores y contados vendedores. La contratación “inter partes” debe darse en igualdad de condiciones, pero no lo fue, argumentaciones aparte, acerca del equilibrio y la justicia, el mercado señalaba una parte dominante, los pocos productores, frente a la multiplicidad, necesidad y urgencia de los compradores. Las farmacéuticas que las producen y comercializan, imponen condiciones y preferencias, esto es a quién le venden y cuántas. Las farmacéuticas además dependen de los países que las financian. En ese cuadro, ¿ dónde ubicamos a Colombia?
Los vendedores impusieron: confidencialidad, cantidad, plazos, entrega y precio y, con ellas preferencias por su origen o por el apoyo económico ( El gobierno británico lo dijo bien claro: “Lo que se produce en el Reino Unido se queda en él), sin contar la compra abusiva de más dosis ( hasta 9 veces la población), todo arropado en las cláusulas de confidencialidad y, mientras la Comunidad Europea ( unión de países del primer orden) lucha porque les cumplan las entregas, en Colombia los contradictores buscan atribuirle culpa al gobierno en el procedimiento de vacunación que, con fortuna empezó el 18 de febrero y, con entregas continuas tendrá el número de dosis suficiente para amparar a todos los colombianos. Arguyen también que hay países latinoamericanos que iniciaron antes, pero no aclaran que en Argentina. Brasil y México sus propias farmacéuticas producen las vacunas y, las nuestras, que no hace mucho tenían esa capacidad, por desgracia la perdieron.
El plan de vacunación programado es bastante aterrizado, puesto que las IPS y EPS tienen la información pertinente para notificarle a cada usuario el lugar y hora para su vacunación. Hay sin embargo asuntos que solventar: 1. Que las personas se atengan al orden señalado, pues ya hay quienes lo discuten. No solo para alterar el orden, sino para que se establezcan otras preferencias y, 2. Evitar se salten la fila. Lo razonable y urgente es una amplia campaña para que todos se vacunen. Quienes tengan autoridad, mando o convencimiento sobre un grupo familiar, local o nacional, entre ellos los jefes políticos, tienen la obligación moral de pedirles a quienes de ellos dependan, que se vacunen. Dejen a los gobernantes hacer sus deberes y pongan el hombro.
Es mezquino criticarlo todo. Que es mucha bulla por 50.000 vacunas, que es innecesaria la presencia del presidente, el ministro de Salud, o mandatarios locales. Es el primer paso en la dirección adecuada. El ministro de salud, debió ser el primer vacunado. Es médico y ha estado al frente de la lucha contra la pandemia. Por pocos meses no alcanzó el primer turno, mientras esperamos el momento para vacunarnos podemos contraer el mal, en nuestras manos está poder evitarlo, no bajemos la guardia, por favor, mantengamos la disciplina, falta poco.