Guía para saber qué es tradición
Desde hace varios años, el Carnaval de Riosucio se halla en crisis y cada vez más se teme por su futuro. Varias son las causas: en primer lugar, el ritual sufre los embates de los cultores de la parranda pura, vulgar y dura. Cual barrabravas de fútbol, han obligado a cancelar ceremonias carnavaleras, con la complaciente ausencia de las autoridades y la pusilanimidad de los organizadores.
Dos, la pérdida del sentido de la fiesta: muchos se sumergen en ella con auténtico fervor, sin entender a cabalidad su significado. Comprenderla no es fácil, ni para los riosuceños, ni para quienes provienen de regiones sin ancestro carnavalero, donde suponen que un carnaval es una especie de feria con máscaras.
Su verdadero significado se oculta detrás de la alegría desbordada, el relumbrón del disfraz y la embriaguez del festejo, que son como el culto externo. El desconocimiento automatiza al celebrante y gradúa de expertos a intelectuales ( o no) foráneos, cuya mirada condescendiente no va más allá de lo evidente. Luego disertan acerca de lo que no saben, en entidades culturales estatales y el extranjero, causando más confusión todavía. ( Hace unos años asistí en Cali a la lamentable exposición de un conferencista, que con una sola asistencia al carnaval se invistió de perito. Extasiado, afirmaba que el clímax de la celebración es el coro “yo soy el diablo, el h. p….”, vociferado por unos despistados).
Por último, la precariedad jurídica de la Corporación Carnaval de Riosucio ( CCR), cuyo desánimo de lucro ralla en el faquirismo. Sobrevive de la caridad empresarial, acosada por deudas derivadas de la imprevisión, asediada por avivatos que se hacen elegir en su junta, para echar mano de recursos inexistentes y farolear sin hacer nada.
De todas, la más grave es la segunda causa. El desconocimiento está echando a perder la tradición. Por más festivo y burlesco que sea, es un rito con profundos significados culturales. Con ella se va la identidad de Riosucio. El carnavalero auténtico percibe que se escurre como agua entre los dedos, pero no sabe qué hacer para impedirlo.
Hay intentos de atajar el deterioro: el investigador Julián Bueno Rodríguez escribió una prolija historia del carnaval riosuceño, en cuatro tomos. Solo ha sido publicado el primero, en 2012, por la Secretaría de Cultura de Caldas, en edición reducida. Por desgracia, numerosos ejemplares quedaron en las manos inadecuadas, pues fueron repartidos como recuerdo de visita.
En 2016, se redactaron nuevos estatutos para la CCR, con un capítulo dedicado a la tradición carnavalera, escrito también por Bueno, el más serio estudioso de la fiesta. Como suele suceder en Riosucio, los principales promotores del nuevo reglamento fueron los mayores opositores del capítulo, al que ‘ peluquearon’ algunos artículos y colgaron el ‘ mico’ de que la celebración debe ser en año impar.
Ahora, la corporación, amenazada de desaparición como está, en un esfuerzo supremo, acaba de publicar ‘ Temas de tradición para una pedagogía carnavalera’. En ella, el investigador desmenuza cada aspecto del carnaval, su razón de ser, su propósito y significado. Explica lo inexplicado, da luces acerca de lo no entendido, da sentido a lo que se hace. Las fotografías de la riosuceña Moni Morkum ilustran los didácticos análisis.
La obra viene muy a propósito en estos tiempos de pandemia, que bien podrían beneficiar la fiesta, forzosa e indefinidamente aplazada. Este alto en el camino debería servir para reforzarla, protegiéndola de los cultores de la bebeta. El texto de Bueno deberá servir como bitácora de navegación. Por sí solo no será suficiente. Solo falta que a la CCR lleguen carnavaleros dispuestos a salvar el carnaval.
Eso es muy complicado, este trancón hace que uno se quede aquí hasta cuatro y cinco horas y eso es muy grave para mi trabajo.