Los derechos de la mujer, cercados en un año de pandemia
Cada 11 minutos una mujer es víctima de violencia intrafamiliar en Colombia. Terrible.
La llegada del coronavirus, hace un año, sacudió al mundo y revolucionó las formas de vivir, pero sus impactos no fueron sentidos de la misma forma. Para las mujeres, la covid se tradujo en un duro aumento de la violencia machista, una sobrecarga laboral y un retroceso generalizado de derechos.
En todos los ámbitos, desde la salud a la economía, la seguridad a la protección social, los impactos de la covid- 19 se agravan para las mujeres simplemente en virtud de su sexo, señaló ONU Mujeres en un estudio publicado el año pasado.
La “nueva normalidad” supuso un ciclo ininterrumpido de trabajo. La emergencia de la covid- 19 igualmente destapó otra pandemia, más invisible y difícil de combatir: la violencia machista, un problema “particularmente preocupante” en América Latina, puesto que “ya estaba muy extendida antes” del coronavirus, apunta un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ( PNUD).
En Bogotá, hay algunos teléfonos que durante la pandemia han sonado más. Mucho más. Casi 100 veces más. Son los teléfonos púrpuras, los que reciben, al otro lado de la línea, las voces de mujeres que sufren algún tipo de violencia, que ven correr peligro su vida ahora que se quedaron encerradas con sus agresores.
“Una mujer en un escenario de aislamiento tiene muchísimas más probabilidades de sufrir más violencia y de incluso ser asesinada porque sus redes de apoyo ya venían débiles y el aislamiento las destruye”, cuenta la directora de la Corporación Sisma Mujeres, Linda Cabrera.
El aislamiento y la situación de dependencia económica a la que abocó la pandemia a muchas mujeres dejaron entonces a los agresores “el escenario perfecto para dominar lo que les faltaba por controlar; sienten que no hay nada que les pueda parar porque ellos tienen el control total de la situación”.
La pandemia “logró sacar a la luz una verdad que era oculta en la sociedad, a pesar de que siempre ha existido, como es la violencia hacia la mujer”, relata Katherine Ramírez, psicóloga de la Secretaría Distrital de la Mujer en Bogotá, de quien depende la línea púrpura.
Todo se paralizó
Lo importante era llegar a las mujeres, a pesar de que estuvieran encerradas con sus agresores y un teléfono fuera casi inalcanzable. El problema es que todo se paralizó.
“La Fiscalía, la Policía, los mecanismos encargados de resolver los casos, creo que no se adaptaron y no atendieron a este llamado de las organizaciones de mujeres para incorporar un procedimiento diferenciado y especializado para garantizar que estas mujeres, aún en el marco del aislamiento, tuvieran acceso a la Justicia”, denuncia Cabrera.
El resultado es que, a pesar de este aumento en las llamadas a líneas de atención a víctimas, las cifras oficiales de denuncias han bajado 4,84% respecto a 2019. Igual sucedió con lo registrado por Medicina Legal, que reportó 26.462 casos de violencia de género, casi un 40% menos frente a 2019.
La realidad, tristemente, es que muchas mujeres “tuvieron que callar para poder seguir contando con un techo, una alimentación”, sintetiza.
Y en este panorama, “todavía la vergüenza de la violencia sigue pesando, desafortunadamente. No hemos logrado como sociedad trasladarle esa vergüenza a los agresores, que son quienes deberían realmente avergonzarse de la violencia”, lamenta Cabrera desde Sisma.