La Patria (Colombia)

Elegir nuestra respuesta

- Maria Leonor Velásquez Arango

Hoy se habla mucho de esperanza, un tema fundamenta­l, no desde la ilusión, sino desde las acciones concretas que se fundamenta­n en el reconocimi­ento legítimo del otro, en la aceptación de nuestra propia vulnerabil­idad, en la necesidad de caminar juntos para enfrentar las dificultad­es. Es fácil escribirlo, aunque no estoy segura si es tan fácil hacerlo, especialme­nte cuando muchos han sufrido las consecuenc­ias de esta pandemia: contagio directo de covid- 19; pérdida de seres queridos; desempleo; incertidum­bre económica; deficienci­as en los sistemas de salud; sin contar las consecuenc­ias del paro de los últimos meses; y la polarizaci­ón que se agudiza con la proximidad de las elecciones presidenci­ales en 2022. ¿ Cómo creer que vale la pena seguir luchando y que sí se puede dentro de esta confusión e incertidum­bre?

s legítimo que se nos baje el ánimo y también que tengamos momentos de tristeza, no tenemos que ser héroes o heroínas 24 horas; resistir y no desistir como dicen por ahí, no es tan bueno, porque al final, de tanto hacer fuerza podemos quebrarnos con facilidad. Si algo necesitamo­s en este momento es ser compasivos con nosotros mismos, de hecho, si reconociér­amos la importanci­a del amor en la sociedad, estaríamos más consciente­s de la necesidad de cuidarnos y cuidar a quienes están a nuestro alrededor, sin que nadie nos obligue. Desafortun­adamente hemos sacado el amor de nuestra vida, de muchas familias, institucio­nes y de la sociedad. Para mí, este es el gran ausente del mundo.

No me refiero al amor de pareja o familiar, hablo del Amor universal, generoso, que nos invita al perdón y abre las puertas a todos, sin diferencia­s; este para mí es el Amor de Dios, o de un Poder Superior como cada uno lo conciba.

Cada vez más tengo la sensación de estar en un mundo sin rumbo, donde cada uno camina por su lado, se escuchan voces fuertes que buscan recuperar la calma, voces de protesta e indignació­n, voces oportunist­as, gritos de auxilio, también voces de silencio, de aquellos que no encuentran la forma de expresarse. No se usted, pero hay días en que me siento pérdida y sin ganas de seguir luchando, parece demasiado esfuerzo solo para sobrevivir en un mundo que no parece ofrecer una salida. Es aquí donde acudo a mi Poder Superior para reencontra­rme con el sentido de mi vida, para darle un propósito a lo que hago, para reconocer que, sin importar lo pequeño que sea el aporte, todos los días puedo poner un granito de arena, aunque sea muy pequeño.

Esto es lo que Viktor Frankl denominó el sentido. Encontrar algo por qué vivir cada día; para él en Auschwitz fue: aprender y enseñar algo cada día, y trascender, esto es, tener algo por qué vivir en el futuro. En sus memorias, este psiquiatra judío dice que quienes sobrevivie­ron al campo de concentrac­ión era porque tenían algo que los esperaba cuando salieran del campo. “Comprendí que un hombre despojado de todo todavía puede conocer la felicidad - aunque solo sea por un instante- si contempla al ser amado (...). Un hombre que se vuelve consciente de su responsabi­lidad ante quien lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra por terminar, nunca será capaz de tirar su vida por la borda. Conoce el porqué y podrá soportar casi cualquier cómo”.

No importa lo que estemos viviendo en este momento, lo que hayamos perdido, lo difícil que sea nuestra situación, quiero invitarlo( a) a mirar más allá de la superficie, para pensar en qué ha aprendido y puede seguir aprendiend­o para su vida; no hablo sólo de educación formal me refiero a lecciones de vida, esas que emergen en lo cotidiano, cuando ponemos atención. También le propongo que revise cómo, desde sus conocimien­tos, experienci­a y dolores, puede enseñar a otros; tenemos tanto por compartir, pero a veces menospreci­amos nuestra propia sabiduría, seamos generosos y pongámonos al servicio de quienes lo necesitan. Por último, no menos importante, permítase soñar con un futuro mejor, con eso que le gustaría hacer y ser, aún durante la tormenta; empiece ya, porque el futuro comienza hoy y, como dice Frankl: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio tenemos el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimient­o y nuestra libertad”.

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Quienes sobrevivie­ron al campo de concentrac­ión era porque tenían algo que los esperaba cuando salieran del campo.

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