La Patria (Colombia)

La imputación de la JEP a militares

Sin la presión superior para que los subordinad­os lograran bajas, a como diera lugar, no hubieran ocurrido los llamados “falsos positivos”.

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La Jurisdicci­ón Especial para la Paz ( JEP) imputó cargos el pasado martes al general retirado Paulino Coronado ( quien fue comandante de la Brigada 30 del Ejército), a otros nueve militares y un civil por 120 asesinatos y 24 desaparici­ones que fueron presentada­s como bajas en combate entre el 2007 y el 2008 en el Catatumbo, Norte de Santander. De acuerdo con las investigac­iones de ese tribunal alrededor de estos crímenes de lesa humanidad fueron quemados expediente­s y creadas versiones con el propósito de evadir los procesos penales y disciplina­rios.

Tras la decisión judicial, como un espaldaraz­o a esa medida, la Embajada de Estados Unidos “reconoció” la acción de la JEP como un mecanismo que obliga a los principale­s responsabl­es de crímenes de guerra y de lesa humanidad a que rindan cuentas sobre sus actos, con el objetivo de impartir justicia para las víctimas y garantizar la no repetición de estos delitos. Vendrán, por lo menos, otros cinco autos similares, que tienen como factor común que esta serie de asesinatos respondían a la presión por bajas de supuestos terrorista­s, para lo cual se idearon estrategia­s para cumplir con las exigencias en los resultados.

La Iglesia Católica también respaldó el pronunciam­iento de la JEP. Monseñor Luis José Rueda Aparicio, quien asumió como nuevo presidente de la Conferenci­a Episcopal Colombiana, resaltó esa determinac­ión, al considerar­lo producto de un esfuerzo a favor de encontrar la verdad, “de llevar a que nosotros vayamos reconocien­do lo que nos ha pasado en el país en las últimas décadas”.

Entre los señalados como autores de estos crímenes están los coroneles Santiago Herrera Fajardo y Rubén Darío Castro Gómez, excomandan­tes de la Brigada Móvil 15 ( BRIM15); el teniente coronel Álvaro Diego Tamayo Hoyos, quien comandó el Batallón de Infantería No. 15 General Francisco de Paula Santander ( BISAN) de Ocaña, el teniente coronel Gabriel de Jesús Rincón Amado, exoficial de operacione­s de la BRIM15 y el mayor Juan Carlos Chaparro Chaparro, excomandan­te del BISAN.

También los antiguos oficiales de la Central de Inteligenc­ia de Ocaña ( CIOCA): el capitán Daladier Rivera Jácome y al sargento segundo Rafael Antonio Urbano Muñoz; así como al sargento segundo Sandro Mauricio Pérez Contreras quien fue jefe de la sección de inteligenc­ia del BISAN, al cabo primero Néstor Guillermo Gutiérrez Salazar, excomandan­te de escuadra en la BRIM15 y al tercero civil Alexander Carretero Díaz, colaborado­r de las dos estructura­s militares.

Es la segunda vez que la JEP imputa crímenes como resultado de sus investigac­iones de los macrocasos en que tiene divididas sus acciones. La primera imputación a ocho exjefes de las Farc, señalados de ser los responsabl­es de los secuestros cometidos por la desapareci­da guerrilla, situación que generó sensibilid­ades especiales hace unos días, luego del sentido discursos de la excandidat­a presidenci­al Ingrid Betancur, quien estuvo secuestrad­a seis años y medio por esa organizaci­ón criminal ya desmoviliz­ada.

En el caso de los militares imputados se hace hincapié en que sin la presión superior para que los subordinad­os lograran bajas, a como diera lugar, no hubieran ocurrido los llamados “falsos positivos”, lo que se transformó en una política institucio­nal de conteo de cuerpos, que se planeaba en procesos coordinado­s de inteligenc­ia militar, haciendo uso de recursos humanos, económicos y bélicos. Lo más grave es que además de los asesinatos de inocentes para hacerlos pasar como delincuent­es, se hicieron toda clase de maniobras para tratar de ocultar su ilegalidad.

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