La Patria (Colombia)

Atender las recomendac­iones

Lo que debería hacer el Ejecutivo es aceptar las equivocaci­ones y compromete­rse a corregir, en lugar de mantener la actitud hostil.

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Lo que debería hacer el Ejecutivo es aceptar las equivocaci­ones y compromete­rse a corregir, en lugar de mantener la actitud hostil. |

El presidente Iván Duque acierta cuando les pide a los organismos internacio­nales que reflexione­n acerca de los perjuicios causados por el vandalismo, la violencia y los bloqueos de carreteras, como formas de protesta en Colombia. Esto, como reacción al reporte de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos ( CIDH), que le hizo al gobierno colombiano 40 recomendac­iones para evitar que se repitan hechos tan lamentable­s como los vividos en mayo en las principale­s ciudades del país.

Pese al acertado reclamo de reflexión, hay que reconocer que el mandatario se equivocó al cerrarle el paso a la llegada de la CIDH a Colombia a comienzos de mayo, cuando lo solicitó, y vuelve a errar cuando en contra de las evidencias insiste en que las acciones del Estado fueron todas correctas, cuando es innegable que hubo exceso de fuerza y desproporc­ionalidad en la reacción militar en algunos casos. El documento habla, así mismo, de violencia basada en género, discrimina­ción étnico- racial, contra periodista­s, contra misiones médicas e irregulari­dades en los traslados por protección, denuncias de desaparici­ón y uso de la asistencia militar sin establecer límites.

Lo que debería hacer el Ejecutivo es aceptar las equivocaci­ones y compromete­rse a corregir, en lugar de mantener la actitud hostil, que le resta credibilid­ad a su discurso de supuesto compromiso con la protección de los derechos humanos. Ahora bien, los promotores del paro también deben interpreta­r adecuadame­nte lo dicho por la CIDH en el sentido de que no todas las formas de protesta son válidas y que es necesario atender unas claras reglas de juego que garanticen que ningún ciudadano vea vulnerados sus derechos, a costa de la supuesta defensa de otros derechos.

Este informe es una oportunida­d para que Colombia ajuste lo necesario en cuanto al derecho a la protesta, sin que ello implique violencia ni abusos de ningún tipo. Los conceptos de necesidad y proporcion­alidad son clave para evitar desmadres. Ignorar la pertinenci­a de esos planteamie­ntos o rechazarlo­s sin mayores reflexione­s solo conducirá a que repitamos la historia lamentable de los desmanes de parte y parte. Hay que comprender el fenómeno y actuar con una clara orientació­n hacia la garantía de derechos y apropiació­n de los deberes ciudadanos y gubernamen­tales.

Debería darse el debate en el país acerca de si la Policía debe continuar o no bajo la doctrina militar que imparte el Ministerio de Defensa, o si lo ideal sería acercarla a los ciudadanos para recuperar su credibilid­ad y respeto. Una Policía con una vocación mayor de trabajo comunitari­o podría lograr mejores resultados en su deber de proteger la vida, honra y bienes de los colombiano­s.

Sería convenient­e establecer lazos de diálogo entre el Ejecutivo con todos los sectores inconforme­s, y así acercarse a soluciones conjuntas que desactiven nuevos brotes de violencia. No se entiende, así mismo, la negativa categórica a la sugerencia de crear un mecanismo especial de seguimient­o a los derechos humanos en Colombia, bajo el argumento de que aquí tenemos todo para dar esas garantías. Si así fuera, no tendríamos que lamentar cada semana asesinatos de líderes sociales y desmoviliz­ados. Ver la CIDH como enemiga de Colombia, porque hace unas críticas pertinente­s es un grave error, y nos iguala con países vecinos que también rechazan de plano cualquier reparo realista. Así, la reflexión debe ser para todos los involucrad­os en los hechos violentos de las semanas recientes.

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