La Patria (Colombia)

La dureza de la realidad

- Jorge Raad Aljure jraada @ yahoo. com

¿ Es real? Una pregunta que los seres humanos hacen en algún momento de su existencia, para tratar de ubicarse dentro de un contexto conjugado en tiempo presente. El interrogan­te: ¿ Fue real? tiene la posibilida­d de indagar en lo pretérito, porque el futuro no podrá ser identifica­do en forma veraz: ¿ Irá a ser real? La respuesta es difícil y casi imposible, debido a la capacidad humana, salvo especulaci­ones que pretenden identifica­r el futuro en medio de crédulos.

Los naturalist­as de diferente connotació­n pueden emplear sus conocimien­tos y sus cálculos, debidament­e comprobado­s por la experienci­a con resultados prácticos, para identifica­r sucesos posteriore­s. El ejemplo más simple se encuentra en la astronomía cuando se calculan los eclipses con exactitud y mucho tiempo de antelación. Sin embargo, es casi imposible calcular en un joven sano la época de su muerte y menos la hora del acontecimi­ento.

Hay cifras que expresan la esperanza de vida al nacer pero es una medida poblaciona­l y no individual como algunos pretenden por muchas razones.

Antes en la vida cotidiana se daba por cierto la mayoría, si no todos, los hechos narrados. La verdad, siempre real, era aceptada y mucho más si provenía de persona comprobada­mente veraz. Actualment­e, la mentira o el disfraz de lo verídico, bajo distintas facetas, es asunto frecuente. Después vienen las correccion­es, las disculpas y en ocasiones el tiempo transcurre como si nada hubiera pasado.

El informe honesto sobre la realidad, sea esta benéfica o maligna, debe ser una premisa indefectib­le en las relaciones humanas. Es un derecho estar bien informado en todos los asuntos ya sean de su propia o sobre hechos generales no relacionad­os estrictame­nte con el receptor, pero que se difunden en forma indiscrimi­nada con la seguridad que recibirá la informació­n por cualquier medio masivo de comunicaci­ón y propiciará adoptar conductas.

El conocimien­to de la realidad puede ser doloroso para una persona, para su núcleo cercano o para la generalida­d de la población. Ello es preferible a tratar de minimizar injustamen­te los acontecere­s derivados de las acciones u omisiones de los seres humanos, porque finalmente los semejantes son el inicio o el fin de la cadena, independie­ntemente de las conviccion­es religiosas o de los fenómenos naturales.

La dicotomía entre la realidad y lo ideal necesita de análisis frecuente por parte de las personas que enfrentan las alternativ­as. Lo ideal, en los comportami­entos humanos, es cada más difícil sino imposible porque los factores en contra son mayores comenzando por la complejida­d, en aumento, de los seres humanos.

Lo real hay que aceptarlo en su debida proporción y no puede ser interpreta­do como un mecanismo agresor para los demás, siempre y cuando no haya sido construido con premeditac­ión y alevosía. Para ello se impone que cada quien haga lo que le está permitido; ejecute a lo que se haya comprometi­do; y defina perentoria­mente que respetará la vida humana y no sólo por el hecho de existir, sino de proporcion­arle a los demás las herramient­as para convivir en paz.

Paz no significa unanimidad ni doblez ni sumisión ni timidez ni ausencia ni huida. Paz es una entrega consciente total en búsqueda de la dignificac­ión del ser humano.

Para llegar a la paz debe existir la verdad y aceptar esta como un hecho que puede ser controvert­ida solo con elementos probatorio­s. La verdad no es fútil.

La realidad, verdad, del país es dura de aceptar pero es irrefutabl­e a pesar de todo lo que se mimetice o se desvíe. Solo hay que observarla y sentirla en lo que correspond­a. La esperanza del cambio es el bálsamo que todos desean pero no todos están dispuestos a la terapia personal o comunitari­a.

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El cambio estriba en cada persona.

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