La dureza de la realidad
¿ Es real? Una pregunta que los seres humanos hacen en algún momento de su existencia, para tratar de ubicarse dentro de un contexto conjugado en tiempo presente. El interrogante: ¿ Fue real? tiene la posibilidad de indagar en lo pretérito, porque el futuro no podrá ser identificado en forma veraz: ¿ Irá a ser real? La respuesta es difícil y casi imposible, debido a la capacidad humana, salvo especulaciones que pretenden identificar el futuro en medio de crédulos.
Los naturalistas de diferente connotación pueden emplear sus conocimientos y sus cálculos, debidamente comprobados por la experiencia con resultados prácticos, para identificar sucesos posteriores. El ejemplo más simple se encuentra en la astronomía cuando se calculan los eclipses con exactitud y mucho tiempo de antelación. Sin embargo, es casi imposible calcular en un joven sano la época de su muerte y menos la hora del acontecimiento.
Hay cifras que expresan la esperanza de vida al nacer pero es una medida poblacional y no individual como algunos pretenden por muchas razones.
Antes en la vida cotidiana se daba por cierto la mayoría, si no todos, los hechos narrados. La verdad, siempre real, era aceptada y mucho más si provenía de persona comprobadamente veraz. Actualmente, la mentira o el disfraz de lo verídico, bajo distintas facetas, es asunto frecuente. Después vienen las correcciones, las disculpas y en ocasiones el tiempo transcurre como si nada hubiera pasado.
El informe honesto sobre la realidad, sea esta benéfica o maligna, debe ser una premisa indefectible en las relaciones humanas. Es un derecho estar bien informado en todos los asuntos ya sean de su propia o sobre hechos generales no relacionados estrictamente con el receptor, pero que se difunden en forma indiscriminada con la seguridad que recibirá la información por cualquier medio masivo de comunicación y propiciará adoptar conductas.
El conocimiento de la realidad puede ser doloroso para una persona, para su núcleo cercano o para la generalidad de la población. Ello es preferible a tratar de minimizar injustamente los aconteceres derivados de las acciones u omisiones de los seres humanos, porque finalmente los semejantes son el inicio o el fin de la cadena, independientemente de las convicciones religiosas o de los fenómenos naturales.
La dicotomía entre la realidad y lo ideal necesita de análisis frecuente por parte de las personas que enfrentan las alternativas. Lo ideal, en los comportamientos humanos, es cada más difícil sino imposible porque los factores en contra son mayores comenzando por la complejidad, en aumento, de los seres humanos.
Lo real hay que aceptarlo en su debida proporción y no puede ser interpretado como un mecanismo agresor para los demás, siempre y cuando no haya sido construido con premeditación y alevosía. Para ello se impone que cada quien haga lo que le está permitido; ejecute a lo que se haya comprometido; y defina perentoriamente que respetará la vida humana y no sólo por el hecho de existir, sino de proporcionarle a los demás las herramientas para convivir en paz.
Paz no significa unanimidad ni doblez ni sumisión ni timidez ni ausencia ni huida. Paz es una entrega consciente total en búsqueda de la dignificación del ser humano.
Para llegar a la paz debe existir la verdad y aceptar esta como un hecho que puede ser controvertida solo con elementos probatorios. La verdad no es fútil.
La realidad, verdad, del país es dura de aceptar pero es irrefutable a pesar de todo lo que se mimetice o se desvíe. Solo hay que observarla y sentirla en lo que corresponda. La esperanza del cambio es el bálsamo que todos desean pero no todos están dispuestos a la terapia personal o comunitaria.