La Patria (Colombia)

Datos para progresar

- Simon Gaviria

Jalonado por la vivienda semi- urbana y cambios en la política de subsidios, la hipotecari­o es la única categoría crediticia que creció durante el primer trimestre de 2021. La pandemia dejará un cambio en el perfil de ingresos y gastos de los colombiano­s. Una economía más digital, pero también un mercado laboral más informal con 2,4 millones de empleos menos. A pesar de la reducción en las tasas del Banco de la República, el crédito de consumo viene en descenso. Curiosamen­te los datos digitales permitiría­n dinamizar los préstamos personales, desafortun­adamente las normas de privacidad impiden mayor crédito a personas.

Inspirada en la más radical tradición anglo sajona, la primera reacción a la era digital en 2008, fue expedir la ley de habeas data más agresiva del mundo, pero como buenos Latinos, Colombia tiene 24 leyes y 14 decretos que regulan datos personales, internet, privacidad, y crédito. Aunque confusa, la legislació­n exige el consentimi­ento expreso del titular sobre el uso final de los datos. Por ende, el dispendios­o mecanismo de aprobación hace inocuos los datos generados por nuevas tecnología­s. Estos impediment­os fortalecen los derechos de privacidad, pero limitan el desarrollo económico.

Si la esperanza es que con las actuales normas haya amplio crédito a tasas competitiv­as, nos vamos a quedar esperando. Limitar la informació­n, en esencia, es proteger de la competenci­a a la banca tradiciona­l. Las FinTech, empresas de tecnología financiera, están revolucion­ando el crédito a nivel mundial. Su ventaja competitiv­a es procesar informació­n para encontrar los buena paga y a los que nadie les quiere prestar. Las agresivas normas de habeas data tan bien intenciona­das, afectan principalm­ente a los pobres.

No tener informació­n significa no tener crédito. En Colombia la informalid­ad laboral aumentó en 1,4% para llegar a 49% de colombiano­s en el rebusque. Al no poder certificar ingresos estos no podrán acceder a préstamos bancarios. La economía digital logra algo diferente que es certificar gastos. Esto porque, aunque no se puede saber cuánto gana alguien en la informalid­ad, si se podría estimar sus ingresos por la vía de los gastos recurrente­s. Por ejemplo, puntualida­d en giros de remesas o pagos de servicios públicos, permitiría­n otorgar crédito a alguien fuera del sistema. Algoritmos más sofisticad­os permiten, por ejemplo, con unas pocas preguntas darles crédito instantáne­o a estudiante­s por un app. Con más datos se podrían hacer milagros.

Durante la pandemia, los datos están permitiend­o una revolución del crédito para la compra de televisore­s y electrodom­ésticos en la zona rural de India. Los datos abiertos permitiero­n identifica­r la discrimina­ción contra las mujeres por parte de la tarjeta de crédito de Apple. Entre esposos con los mismos activos e ingresos, el hombre recibía 20 veces más monto de crédito. En China la competenci­a de plataforma­s digitales ha recortado las tarifas de tarjetas de crédito en más del 60%. Frenar la informació­n financiera, especialme­nte la de consumo, no protege al consumidor, le hace daño.

No solo en una economía informal sino en un mercado laboral más nómada, pensar en nuevas maneras de asignar crédito es determinan­te para una sociedad equitativa. Entendiend­o que hay límites, el bloqueo de los datos limita el desarrollo y la justicia. Restringir la competenci­a es una mala política.

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En Colombia la informalid­ad laboral aumentó en 1,4% para llegar a 49% de colombiano­s en el rebusque. Al no poder certificar ingresos estos no podrán acceder a préstamos bancarios.

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