La Patria (Colombia)

Lo esencial es invisible a los ojos

- Maria Leonor Velásquez Arango

En el Angelus de este domingo el Papa dijo: “Sólo el corazón que no se deja secuestrar por la prisa es capaz de conmoverse, es decir, de no dejarse llevar por sí mismo y por las cosas que tiene que hacer, y de darse cuenta de los demás, de sus heridas, de sus necesidade­s (…) necesitamo­s una “ecología del corazón” compuesta de descanso, contemplac­ión y compasión.” Una invitación que me lleva a pensar en las palabras de Antoine de Saint Exupery en El Principito, cuando el zorro le dice “He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. No sé si la pandemia se nos llevó el corazón o más bien la falta de corazón fue la puerta de entrada para la pandemia. Creo que me quedo con la segunda.

Hace poco escuché a alguien decir: “quiero volver a la normalidad, gastar zapatos y salir a todas partes… para eso nos vacunamos, para volver a la normalidad”. Suena como alguien que, como muchos de nosotros, está cansado de esta transición en la que estamos viviendo desde que llegó la pandemia, y por supuesto es un deseo legítimo. Pero, ¿ qué pasaría si todos pensamos que nos vacunamos para regresar a la antigua normalidad? ¿ Será que realmente estábamos bien antes de este virus perverso que se ha llevado la vida de tantos seres queridos, nos ha quitado la paz y nos ha hecho sentir infinitame­nte vulnerable­s? Tal vez esta forma de pensar es la que está llevando a tantas personas a actuar como si la pandemia ya hubiera pasado, como si ya no hubiera ningún riesgo, como si pudiéramos tapar el sol con una mano. Vacunarse es un acto de responsabi­lidad, con nosotros y con el otro, pero la vacuna no es garantía de inmunidad.

Aunque es legítimo querer recuperar la vida que teníamos, creo que ya no es posible, necesitamo­s aprender a vivir en un mundo que está cambiando y seguirá haciéndolo. Entrar en esta nueva realidad no es cuestión de activismo y carreras para recuperar el tiempo perdido. Deberíamos hacer un alto en el camino, individual y colectivam­ente, para entender lo que está pasando, afuera y dentro de nosotros. Estamos ante un proceso de transforma­ción que nos exige mejorar nuestro nivel de comprensió­n sobre las dinámicas complejas que nos rodean, pero también, y especialme­nte, mirarnos a nosotros mismos para entender que el cambio no solo es algo que sucede afuera como consecuenc­ia de la pandemia, es lo que pasa dentro de cada uno de nosotros, que nos lleva a reaccionar instintiva­mente con miedo, rabia y probableme­nte tristeza; y también es una gran oportunida­d para identifica­r qué deberíamos empezar a ver y hacer diferente.

En mi opinión, más allá de las considerac­iones científica­s y técnicas, lo que nos trajo hasta aquí como humanidad fue, como dice Francisco, el ‘ habernos dejado secuestrar por la prisa’; llegar rápido, conseguir dinero y poder, lograr resultados, tener el control. Una carrera que nos dejó sin aliento, en la que nos olvidamos de cuidarnos a nosotros, al otro, y al planeta en que vivimos. Me encantaría que cada uno pudiera pensar en esta expresión ‘ ecología del corazón’. ¿ Cómo sería si usted y yo, nuestros gobernante­s, líderes, empresaria­les, académicos, ciudadanos, nos permitiéra­mos hacer un alto para descansar, contemplar y ser compasivos, dejar de pensar solo en nosotros y nuestro bienestar, para salir al encuentro de ese que todavía y tal vez con mayor intensidad se siente cada día más vulnerable?

Este es un gran reto que nos invita a articular esfuerzos para actuar con sentido, desde un propósito mayor que contribuya a disminuir la brecha social, ecológica y espiritual; esto es crear oportunida­des para los más marginados, aportar a la sostenibil­idad del planeta, y trabajar por el bienestar nuestro y de las generacion­es futuras. Todas las acciones, hasta las más pequeñas cuentan, me pregunto: ¿ Qué podemos hacer cada uno de nosotros para acoger esta invitación del Papa, para trabajar por esa ecología del corazón? Tal vez pueda tomarse un rato para descansar, contemplar y ser compasivo con su dolor y el de los que lo rodean, puede que allí encuentre cómo poner un granito de arena.

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Lo que nos trajo hasta aquí como humanidad fue, como dice Francisco, el ‘ habernos dejado secuestrar por la prisa’.

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