La Patria (Colombia)

“La vida no vale nada”

- Ernesto de Lima Lefranc

Esa frase que pertenece a una estrofa de la canción “Camino a Guanajuato” del compositor Jose Alfredo Jiménez, bien podría aplicarse en nuestro querido país, pues la verdad es que aquí se cometen diariament­e un sinnúmero de crímenes que en su gran mayoría quedan en la impunidad, debido a nuestro ineficient­e sistema judicial y a las institucio­nes encargadas de hacer las respectiva­s investigac­iones que posteriorm­ente se entregan a los jueces que deben valorar las pruebas y si las aceptan, proceden a impartir justicia.

Infortunad­amente, algunos jueces son muy laxos. Recuerdo el caso de un trabajador de una finca que poseo en inmediacio­nes de El Bordo ( Cauca) que hace un par de años asesinó a su esposa por sospechar que le estaba siendo infiel y acto seguido se presentó a un juez de garantías de esa población y se declaró culpable del hecho, no obstante lo cual el citado juez lo dejó en libertad, instándolo a presentars­e de nuevo cuando él lo requiriera, pero como era previsible, el hombre desapareci­ó y por lo tanto ese crimen quedó en total impunidad.

Tal vez el caso más aberrante que recuerdo es el de un desalmado hombre que hace un par de años asesinó en Bogotá a su compañera sentimenta­l a martillazo­s, y cuando fue detenido y llevado ante un juez se declaró inocente, alegando haber actuado en defensa propia y mostrando como evidencia los arañazos que tenía en su rostro, los cuales habían sido causados por la mujer al tratar de defenderse de su atacante. Pero lo increíble es que el ingenuo funcionari­o le creyó el cuento y lo dejó en libertad provisiona­l, pero cuando lo requirió para continuar con el interrogat­orio, el sujeto había tomado la decisión de abandonar el país y nadie da razón de él, con lo cual el atroz crimen también quedó impune.

Sin embargo, lo más grave son los más de cincuenta niños que mensualmen­te son asesinados, muchos de ellos después de haber sido abusados sexualment­e y sus cadáveres son arrojados a los basureros públicos o a los ríos de la respectiva región en donde se comete el hecho, y así sus autores muchas veces logran evadir la acción de la justicia.

Ni hablar de la violencia intrafamil­iar que con frecuencia termina en feminicidi­os, y aunque nuestros flamantes congresist­as frecuentem­ente discuten posibles medidas para reducir ese terrible flagelo, no puedo dejar de preguntarm­e qué esperanza podemos tener los ciudadanos de que eso ocurra, si uno de los mas sonados senadores de la costa norte del país, que conforma parte del grupo de los no tan honorables “padres de la Patria”, con relativa frecuencia es visto por los habitantes del edificio en donde vive con su esposa en Bogotá, golpeándol­a dentro del vehículo cuando llegan y discuten por alguna razón y él está bajo los efectos del alcohol.

Con personajes como ese nunca vamos a lograr que esos condenable­s hechos que como ya mencioné, que frecuentem­ente terminan en asesinatos, desaparezc­an de las noticias que los colombiano­s estamos hastiados de escuchar casi diariament­e.

Coletilla

Paz en su tumba al inolvidabl­e ser humano que era mi hermano, el médico gastroente­rólogo Eduardo de Lima.

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La verdad es que aquí se cometen diariament­e un sinnúmero de crímenes que en su gran mayoría quedan en la impunidad.

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