La Patria (Colombia)

¿ Qué omite la reforma triburaria?

- Juan Álvaro Montoya

La reforma tributaria es necesaria. No existe duda de ello. Unos inútiles confinamie­ntos forzados a causa de la pandemia mundial de covid- 19 y el remate con los bloqueos promovidos por el comité de paro durante los últimos meses, hicieron retroceder nuestra economía cerca de 10 años. Los efectos no han tardado en sentirse. Las agencias calificado­ras de riesgos rebajaron la nota a la deuda nacional eliminando su grado de inversión, produciend­o como efecto inmediato el encarecimi­ento de la divisa norteameri­cana en más de un 10% rozando los 4 mil pesos por dólar y el consecuent­e incremento en los costos de todos los productos básicos.

En el plano macroeconó­mico el horizonte no es halagüeño. El desempleo desbordado, el gasto público por las nubes, el cierre empresaria­l en máximos históricos y la semiparáli­sis de las unidades productiva­s nacionales, producen una sensación de profundo desespero en todos los órdenes sociales. Tal vez nunca como ahora, ha sido tan necesario introducir reformas que estabilice­n las finanzas de la nación.

Pero este sacrificio que ahora solicita el gobierno – principalm­ente de las empresas –, requiere de un pacto que permita superar las brechas que, como pesadas anclas, detienen el progreso colombiano. En este sentido el proyecto de reforma tributaria radicado por el gobierno para debatirse en la actual legislatur­a le atina a congelar la nómina del sector público y promover la austeridad en éste, a mantener lo subsidios de ingreso solidario y apoyo al empleo que estimulan el consumo. Sin embargo, no aborda otros aspectos esenciales que expertos han reclamado y cuya estabiliza­ción deberá discutirse con urgencia para no seguir haciendo de nuestro sistema tributario una colcha de retazos que ahuyente la inversión. Algunos ejemplos son palmarios:

El costo fiscal de las leyes aprobadas por el Congreso le asesta un golpe certero a las finanzas públicas. Mientras en 2015 se aprobaron 13 leyes con incidencia fiscal, en 2019 este número se elevó a 35. Dentro del trabajo del legislativ­o destacan la Ley 1654 de 2013 que le confirió facultades especiales al Presidente para modificar la planta de personal de la Fiscalía General con un costo de 1 billón, o la Ley 1709 que introdujo una reforma al código penitencia­rio y carcelario con un costo de 1,1 billones, o la Ley 1797 que estableció medidas financiera­s para el saneamient­o de las obligacion­es de los hospitales públicos con un costo de 2,2 billones.

En el mismo sentido se deberá cuidar la actuación de los funcionari­os del Estado que le vienen costando al erario público más de un billón de pesos al año por vía de sentencias judiciales condenator­ias.

La participac­ión de nuestro país en los escenarios internacio­nales es otro factor que preocupa. Los pagos a los organismos internacio­nales pasaron de 64 mil millones en 2010 a 127 mil millones en 2019, un incremento que no se ve reflejado en mejores y mayores prerrogati­vas para nuestro Estado y sí en lamentable­s condenas en contra que cercenan nuestra soberanía y territorio. En otras palabras, le quitamos dinero a la salud y la educación para financiar una burocracia internacio­nal que ve nuestro país como un paria mundial.

La nómina estatal es un eterno problema. Cada día se introducen modificaci­ones en la planta de personal de las entidades públicas que atentan contra las finanzas del Estado que nunca tendrá suficiente dinero para pagar la burocracia que como sanguijuel­as se aprovechan del dinero que se recauda de nuestros impuestos.

Finalmente, las exenciones tributaria­s le cuestan a nuestro país mas de 60 billones al año. Algunas entidades como fundacione­s, universida­des o corporacio­nes están exentas del impuesto a la renta y complement­arios, a pesar de que ejecuten proyectos que les reportan cuantiosas utilidades que registran bajo el elegante epíteto de “excedentes”.

La necesidad de la reforma tributaria es indiscutib­le. Sin embargo, es urgente controlar quienes hurgan en los bolsillos del Estado, dado que con tanto ordenador del gasto nunca podrán sanearse las finanzas públicas y las empresas no podrán continuar siendo la caja registrado­ra para que el gobierno se organice cada vez que lo requiera.

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Cada día se introducen modificaci­ones en la planta de personal de las entidades públicas que atentan contra las finanzas del Estado.

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