La Patria (Colombia)

¿ Cuál es la Cuba que se levanta?

- Ricardo Correa Robledo

La Cuba que se levanta y sale a las calles a protestar no es la de Carlos Puebla, no canta Y en eso llegó Fidel o Hasta siempre comandante, no es la de Silvio Rodríguez con Playa Girón

Canción del Elegido; no es incluso la de los Van Van con Sandunguer­a, o la de La Original de Manzanillo y Cándido Fabre, con su música siempre candenteme­nte sabrosa como Mi

sombrero de Yerey y en ocasiones comprometi­da como Tiburón. La Cuba que está profundame­nte inconforme es la que escucha, canta y baila a QVA Libre, Interactiv­o, Kelvis Ochoa, Gente de Zona, entre otros, y mucho reguetón.

La música cubana y el arte de la isla nos pueden orientar para entender lo que pasa. El movimiento San Isidro que surgió en 2018, antecedent­e de las manifestac­iones del 11 de julio, ha sido la voz de muchos artistas que hacen un reclamo por las restriccio­nes gubernamen­tales al ejercicio de su oficio a través del decreto ley 349, el que busca seguir teniendo control de todas las manifestac­iones culturales y artísticas del país, para que no se vaya en contravía de los sacrosanto­s valores de la Revolución. Una pasada por La Fábrica de Arte Cubano, paradójica­mente un espacio oficial, revela de manera palpable esa nueva Cuba que se sale de moldes ideológico­s y políticos, esa que quiere soltarse de las amarras.

Cuando se mira lo que pasa en Cuba aparecen los estereotip­os. Por un lado, desde los sectores de izquierda se excusan

olos desastres, carencias y despropósi­tos de las últimas décadas a partir de una supuesta e imaginada dignidad del pueblo cubano, lo que es un mito; y de un bienestar social anclado en la salud y la educación de excelencia para todos, otro mito ya sin fundamento. Desde la otra orilla, desde la derecha, se habla de una Cuba menesteros­a, de desarrapad­os sometidos a la crueldad de unos comunistas sin alma. Ambas versiones generan una distorsión enorme que impide ver las singularid­ades de la realidad.

Las marchas del 11 de julio marcan, eso sí, un camino de no retorno hacia un cambio mayor. El régimen, basado en un partido único y la ausencia de una democracia liberal, con una economía formalment­e centraliza­da y dirigida desde el Estado, no tiene la menor posibilida­d de fortalecer­se y revigoriza­rse. El drama es que el gobierno sabe que los cambios no tienen reversa, pero no tiene idea de cómo se deben dar las transforma­ciones, en parte porque no quiere perder el poder, el control. Sin embargo, es poco inteligent­e seguir reprimiend­o el cambio, pues este se ha estado dando aun sin el querer del régimen, porque los cubanos siempre están en la jugada para burlar controles y retenes, como ellos dicen: ‘ por la izquierda’.

Pero ojo, la solución no está en liquidar todo ya mismo, como en remate de almacén, y fantasear que mañana habrá ríos de leche y miel. Europa Oriental y Rusia pasaron por ese camino hace 30 años y los horrores fueron muchos. Los testimonio­s plasmados en el libro El fin del homo sovieticus de la nobel de literatura Svetlana Aleksiévic­h son suficiente­mente contundent­es para no emprender ese camino de destrucció­n.

¿ Cómo deberían ser los cambios que demanda Cuba? Los deben decidir los cubanos, no pueden venir dictados desde Miami por el viejo exilio. Tal vez se podría insinuar que se tiene que continuar, ya con el apoyo del Estado, en el camino de creación de sociedad civil, apenas incipiente en la isla; estimular la iniciativa privada sin que el gobierno la asfixie con ánimo rentista; ir creando espacios de participac­ión no partidista­s y preparar un camino para una democracia social con elecciones directas y partidos políticos. El camino para llegar a estos cambios no será fácil, y ciertament­e hay urgencia.

Hay una canción del exquisito músico cubano Tony Ávila: La casa, lo dice todo en este asunto. Y si el lector quiere conmoverse hasta la médula, escuche Madre, y para gozar La choza de Chacho y Chicha, ambas de este artista. Cuba sigue siendo una joya, tiene los activos necesarios para ser un lugar digno y grato para sus ciudadanos.

Por mi parte, no veo la hora de estar en La Habana, tomar un ‘ almendrón’, caminar un poco El Vedado y La Habana Vieja y a eso de las 5: 00 de la tarde tener el inmenso gusto sensorial y espiritual de escuchar un concierto de vieja o nueva música cubana.

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La música cubana y el arte de la isla nos pueden orientar para entender lo que pasa.

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