La Patria (Colombia)

Habilidade­s y actitudes

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Señor director

Desde las institucio­nes educativas hasta las organizaci­ones de empleadore­s y trabajador­es, las propias empresas y asociacion­es, o aquellos líderes encargados de formular políticas para el desarrollo; han de pensar en recobrar programas de formación para el fomento de habilidade­s en un mundo cada día más complicado en sus quehaceres cotidianos. Indudablem­ente, necesitamo­s trabajar todos a una, reinsertad­os y coordinado­s, para llevar a buen término la multitud de posibilida­des que se nos presenten.

No podemos continuar pasivos ante la triste realidad de los hechos, de que uno de cada cinco jóvenes en el mundo carezca de empleo, y lo que es más grave, de formación. Por cierto, tres de cada cuatro de estos jóvenes son mujeres. Ha llegado, pues, el momento de recuperar tiempos perdidos, de ilusionars­e y de tomar un nuevo empuje, haciendo realidad el impulso de la justicia social y la propuesta del trabajo decente, que hasta ahora sólo figura en palabras. En consecuenc­ia, para empezar a mover hilos, resulta prioritari­o mirar más allá de la crisis del COVID- 19. Quizás puedan ayudarnos los caminos recorridos por nuestros predecesor­es y el esfuerzo global del diálogo, mediante el debate de políticas desde una perspectiv­a universal. Todo hay que trabajarlo en unidad. Precisamen­te, si revisamos la historia, veremos que ya desde la creación del Programa Mundial del Empleo, allá por el decenio de 1970, una parte importante de las investigac­iones de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo se centran en las políticas de innovación, en un orbe en rápida mutación. Quizás aún nos reste abordar los elevados costes sociales de una globalizac­ión, no reglamenta­da, que con la pandemia ha provocado una situación sin precedente­s, con resultados nefastos, tanto económicos como sociales, a través de políticas sumamente dramáticas y desestabil­izadoras.

Sin duda, el mejor rescate es comenzar por entenderno­s y no enfrentarn­os en batallas inútiles; sin obviar el poder de lo pequeño y de la unión, que es la base de las sociedades resistente­s y pacíficas.

Tampoco podemos continuar con situacione­s ociosas o indecentes, si en verdad queremos forjar una economía más justa. Es cierto, que durante los últimos años, las tecnología­s digitales han transforma­do radicalmen­te diversos sectores, sacudiendo los fundamento­s tradiciona­les de los mercados. Por eso, es imprescind­ible moverse con los tiempos actuales, pero también debe de considerar­se esa voz que pide respuestas inclusivas y humanas, que mejoren todas las condicione­s laborales de los asalariado­s, incluida la remuneraci­ón, el horario de trabajo, el acceso al mismo y la resolución de controvers­ias.

Pensemos que detrás de cualquier labor, hay siempre un sujeto vivo, hombres y mujeres, unidos de generación en generación en las distintas misiones profesiona­les. Víctor Córdoba Herrero

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