La Patria (Colombia)

Volver al aula: felicidad y preocupaci­ón

- Mauricio Uribe López

Nada, absolutame­nte nada, sustituye la experienci­a del salón de clase. Estar de pie frente a jóvenes estudiante­s que con su postura corporal y sus gestos envían claras señales que le avisan al profesor si lo que dice o la forma en la que lo dice realmente está cautivando, inquietand­o o motivando sus mentes, es algo único. Por supuesto, es una maravilla contar con toda clase de aplicacion­es y recursos tecnológic­os que enriquecen el proceso de aprendizaj­e. De hecho, muchos cursos e incluso programas virtuales tienen ventajas y algunos son de muy buena calidad. Sin embargo, en la vida escolar y universita­ria la interacció­n cara a cara es indispensa­ble. Aún con las cámaras prendidas no hay manera de ver directamen­te a los ojos a un interlocut­or a través de una pantalla. Estar de cuerpo presente en el aula de clase tiene valor en sí mismo.

Hoy tuve, por primera vez desde marzo de 2020, a mis estudiante­s en el aula. El ambiente era festivo. Todos estábamos felices de volver, aunque no estábamos todos porque el aforo del salón es menor que el número de estudiante­s del curso. Dar clase con unos estudiante­s en el aula y otros en una pantalla requiere ciertas destrezas que todavía muchos profesores como yo debemos desarrolla­r. Las circunstan­cias no son iguales a las de antes y demandan de nosotros lo que toda empresa que vale la pena en la vida: pasión y paciencia.

Esto de la alternanci­a es un reto enorme y requiere de una infraestru­ctura tecnológic­a que, en Colombia, la mayoría de las institucio­nes educativas no tiene. Tanto en la virtualida­d forzosa como en el regreso parcial a las aulas la oprobiosa desigualda­d colombiana está presente. Como no hay felicidad completa, pensar en el aumento por cuenta de la pandemia de las ya de por sí inmensas brechas educativas en Colombia, me genera angustia y desasosieg­o. Sin acceso igualitari­o a la educación de buena calidad no hay manera de construir una sociedad decente ¿ Si habrá un candidato seriamente comprometi­do con ese propósito en las elecciones de 2022? Eso es lo que deberíamos estar discutiend­o en lugar de las mezquinas rencillas entre políticos que parecen episodios de un “reality show”.

Para John Rawls la justicia social requería algo más que la mera igualdad liberal de oportunida­des. Implicaba rechazar cualquier desigualda­d – en la distribuci­ón de las libertades, la riqueza, el ingreso, el acceso a cargos de responsabi­lidad en condicione­s equitativa­s y las bases sociales de la autoestima- que no conllevara una mejoría en la situación de los individuos más desaventaj­ados de la sociedad. Sin embargo, aunque la igualdad liberal de oportunida­des no era, para el filósofo norteameri­cano, una condición suficiente de la justicia social, si era una condición necesaria. Según el célebre autor de Teoría de la Justicia ( 1971), la igualdad de oportunida­des consistía en dos cosas: evitar la excesiva concentrac­ión de la riqueza y el ingreso y “mantener la igualdad de oportunida­des educativas para todos”. “Las probabilid­ades de adquirir los conocimien­tos y las técnicas culturales no deberían depender – afirmaba Rawls- de la posición de clase; asimismo, el sistema escolar sea público o privado, debería ser planeado para derribar las barreras de clase.”

Colombia necesita ponerse de acuerdo, al menos, en un fuerte compromiso social y gubernamen­tal en todos los niveles territoria­les con la igualitari­a distribuci­ón de las oportunida­des educativas. La felicidad que sentimos mis estudiante­s y yo merecen sentirla también todos los estudiante­s y docentes del país en las escuelas y en las institucio­nes de educación superior. El conocimien­to es una actividad social y lúdica que se empobrece si no nos podemos encontrar físicament­e en buenas condicione­s.

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Dar clase con unos estudiante­s en el aula y otros en una pantalla requiere ciertas destrezas que todavía muchos profesores como yo debemos desarrolla­r.

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