La Masonería y la Iglesia
La circular enviada por una logia masónica que funciona, según parece, en la capital de la república bajo el nombre de Fraternidad”, a los adeptos que hoy tienen curules en el congreso, cuyo facsímil reprodujo “El Siglo” y copia auténtica de ella aparece en otro lugar de esta edición, viene a establecer de manera fehaciente la guerra sorda que, entre las altas esferas oficiales, se hace incesantemente contra las instituciones católicas. Todo lo que tienda a la sustentación de la fe, lo mismo el convento, la iglesia, el asilo, o el colegio, debe ser privado de los auxilios del Estado, para ir desplazando sistemáticamente la influencia que sobre el pueblo y especialmente sobre la juventud, puedan tener los sacerdotes católicos. Aunque el final primordial de aquella intervención masónica, era anular el esfuerzo del excelentísimo señor Arzobispo de Popayán, Monseñor Juan Manuel González y Arbeláez, empeñado en dotar a aquella hidalga ciudad de un nuevo colegio católico, puesto bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar, los enemigos jurados de la Iglesia, creyeron quedarse cortos en su demanda y la hicieron extensiva a todas las instituciones que tengan una finalidad cristiana. Focos de “prejuicios religiosos” califican a cuanto está bajo la dirección eclesiástica y todo cuanto lleve el sello del catolicismo, debe ser abolido implacablemente como contrario a los ideales por ellos perseguidos, que no son otros que los de acabar con la unidad religiosa del pueblo, asegurada en medio siglo de leal y fervoroso entendimiento con la Iglesia, bajo los regímenes conservadores.