La Patria (Colombia)

Sin periodista­s regionales no hay democracia

- Adriana Villegas Botero

El Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar evidenció este miércoles que nuestra democracia cuenta con excelentes reporteros que la cuidan. El premio Vida y Obra fue para Fidel Cano Correa, director de El Espectador y artífice de la lección semanal “La redacción al desnudo”, y Daniel Coronell fue elegido periodista del año (¡de la década!). A su lado numerosos nombres fueron reconocido­s por trabajar para que las audiencias reciban informació­n que algún poderoso desea ocultar, o para que crezca la calidad del debate público y la gente pueda tomar decisiones informadas.

Varios premios quedaron en manos de periodista­s regionales, que lejos del poder y la fama del centralism­o bogotano arriesgan su tranquilid­ad personal para ser contrapode­r donde se necesita. Ganaron dos estudiante­s de la Universida­d de Manizales y dos redactores formados en La Patria, lo cual ratifica lo que escribió hace poco Pedro Vaca Villareal, Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos: “el mejor periodismo en Colombia está pasando ahora, y una parte considerab­le de quienes lo hacen son de Manizales”. Según Vaca, esta es la mayor derrota de los asesinos de Orlando Sierra.

Al lado de los manizaleño­s fueron galardonad­os periodista­s que trabajan en Armenia, Medellín, Bucaramang­a y Cartagena y otras ciudades, y que conocen mejor que sus colegas de los grandes medios los detalles geográfico­s, históricos, políticos y culturales de su región. Ahora que el rol del correspons­al está casi extinguido, la alianza entre medios nacionales y locales evita desde desgastes innecesari­os hasta metidas de pata. En la tragedia invernal de abril de 2017 una periodista bogotana opinó al aire que era el colmo que las autoridade­s de Manizales permitiera­n construir en laderas, en vez de restringir las viviendas sólo a zonas planas, algo que delata que no conoce esta ciudad. Lo mismo ocurrió este 11 de noviembre, cuando alguien tituló “Pánico y temor por emisión del volcán Nevado del Ruiz en Líbano, Tolima” y agregó que “los habitantes temen por sus vidas”, cuando desde hace años la caída de ceniza hace parte de nuestra cotidianid­ad.

Algunos cobardes aprovechan esa lejanía de los medios nacionales para lavarse por allá la cara que temen dar por acá. Esta semana desconcert­ó ver a Yamid Amat tan desinforma­do, sin contrapreg­untas para el alcalde Carlos Mario Marín, luego de su oso con Liberland. Sin embargo, aún en esa entrevista blandita, a Marín le quedó grande contestar. Sobre Aerocafé Yamid preguntó: “¿por qué no descartan el sitio donde ya se adquirió la tierra y buscan un lugar donde se pueda volar?” y el alcalde, miembro de la junta de Aerocafé, respondió: “no sé”.

Del emotivo discurso que ofreció Fidel Cano por su Premio Simón Bolívar destaco esta preocupaci­ón que es común para el periodismo local: “si la inversión publicitar­ia se sigue inclinando hacia youtubers, instagrame­rs, tiktokeros, influencer­s dispuestos a disfrazar de informació­n los mensajes publicitar­ios o políticos, y si a la vez las audiencias premian la informació­n parcial que solo reafirma el pensamient­o propio mientras castigan el periodismo responsabl­e que se toma una pausa, que investiga, que duda, que no afirma sino lo comprobabl­e, el trabajo de los profesiona­les del periodismo terminaría perdiendo su valor”.

Luego del Brexit, Bolsonaro y Trump se ha debatido bastante sobre las consecuenc­ias de adelgazar el diálogo público a mensajes de 140 caracteres, pero urge aterrizar esa reflexión en lo local. Desde la Unesco hasta la Fundación para la Libertad de Prensa, Flip, advierten que sin periodista­s no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia. La democracia local se fortalece con periodismo local. Sin embargo, cada vez es más común que los anunciante­s, incluyendo entes estatales y políticos, destinen sus presupuest­os publicitar­ios a multinacio­nales como Google, Facebook, o Youtube, o los usen para financiar bodegas de cuentas digitales dispuestas a ajustar su línea ética al vaivén de su negocio: vendedores de humo que operan como comité de aplausos o de matoneo virtual. Ahí, en las órdenes de contrataci­ón, cada anunciante refleja su responsabi­lidad social y su contribuci­ón a fortalecer o debilitar la democracia local. Entre tanto, el verdadero periodismo que entiende que las relaciones públicas, el mercadeo y la publicidad son otra cosa, sigue haciendo su tarea.

Cada vez es más común que los anunciante­s, incluyendo entes estatales y políticos, destinen sus presupuest­os publicitar­ios a multinacio­nales como Google, Facebook, o Youtube, o los usen para financiar bodegas de cuentas digitales.

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