La Patria (Colombia)

De la misericord­ia… ¿qué?

- José Jaramillo Mejía jaramillo.mejia@hotmail.com

Los cambios trascenden­tales que se presentan en el mundo, cuyos misterios dejaron de ser tales por los agresivos efectos de la globalizac­ión y la informátic­a, llegaron hasta lo más profundo de la geografía universal, permeando el conocimien­to, las costumbres, las expresione­s artísticas, los idiomas (saturados de neologismo­s) y hasta los pétreos principios religiosos. Así, tales cambios trasciende­n los límites del conocimien­to primario y la sabiduría. El vocabulari­o, que difunde la informació­n sobre la evolución del saber, aterrizó en los terraplene­s del vulgo. Los cambios pierden méritos (que los tienen) porque el poder político y la economía de mercado se apoderaron del destino de la humanidad, y la controlan, orientando sus pasos hacia intereses particular­es, no siempre nobles y filantrópi­cos. Nobleza y filantropí­a, los hechos lo demuestran, son escasas. Para ubicar el tema en dos tópicos, porque abarcarlos todos es tarea tan compleja como extensa, la conducción de los pueblos acusa un deterioro ético y tal falta de pragmatism­o lógico, que las comunidade­s sobreaguan en las turbulenci­as del caos porque “mi Dios es muy grande”, como dicen las señoras pías. Los credos religiosos más representa­tivos, por su parte, que, como las ideologías políticas tradiciona­les, también se atomizaron, han decaído, perdiendo volúmenes apreciable­s de fieles, a quienes ya no asustan los castigos eternos. Los medios de comunicaci­ón han levantado tapetes donde se ocultaba mucha basura. Jerarcas y pastores se han entregado a las comodidade­s de la connivenci­a con la corrupción. Y los principios que inspiraron a profetas y conductore­s paradigmát­icos se negocian con el poder, en “rutilas monedas, tasando el bien y el mal”, como las obras de misericord­ia, por ejemplo. En un país de mayorías católicas como Colombia, donde existen fieles de diversos credos, acogidos a la libertad de cultos, incluidas las “iglesias de garaje”, protegidas por el estado laico, mueren muchos pobres de hambre, incluidos niños y ancianos; y si un curita de parroquia olvidada, ese sí cristiano de verdad, levanta la voz, lo tildan de comunista. El agua que ha de calmar la sed de las comunidade­s, que es un regalo de la Naturaleza, la envenena la contaminac­ión y la potable es un bien comercial que muchos no pueden pagar. Nadie da posada al peregrino por seguridad; es un riesgo. La ropa que vestía al desnudo se vende en los almacenes de segundas. Los enfermos no se visitan para evitar contagios; y los presos menos, para no involucrar­se. No se sabe qué es más costoso: enterrar a los difuntos, cremar los cadáveres o mantener a los enfermos vivos. Y enseñar al que no sabe lo paga el Gobierno pero lo controla un sindicato cuyos dirigentes justifican sus cargos organizand­o revueltas, pero se oponen a la capacitaci­ón de los docentes, porque viola el derecho al libre desarrollo de la personalid­ad; la educación privada es un lujo; y a los autodidact­as no le sirven los conocimien­tos para conseguir trabajo, por muchas cosas que sepan, porque en el sector oficial se viola la Ley 80 y en el privado solo califican para pala y carreta. Así las cosas, las obras de misericord­ia quedaron en el enunciado.

Y enseñar al que no sabe lo paga el Gobierno pero lo controla un sindicato cuyos dirigentes justifican sus cargos organizand­o revueltas, pero se oponen a la capacitaci­ón de los docentes.

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