La Patria (Colombia)

Los famosos 100 días

- Ricardo Correa Robledo ricardocor­rearobledo@gmail.com

La costumbre de tomar un primer pulso a la gestión de un presidente al cabo de los primeros cien días de su gobierno viene de la década de 1930. Fue Franklin Delano Roosevelt –FDR, en Estados Unidos, al inicio de su mandato en 1933, quien por propio iniciativa estableció este término como plazo para que las más urgentes reformas fueran hechas. En este período fueron aprobadas 15 leyes de trascenden­cia en el sector financiero, empleo, subsidios y gasto público, bases del New Deal (Pacto Nuevo). La Gran Depresión de 1929, que se prolongó en el inicio de los años treinta, fue la que marcó la urgencia de las reformas de Roosvelt. De ahí en adelante opinión, medios y políticos, siguieron utilizando este plazo para hacer un primer balance de los gobiernos entrantes y para prever cuáles serían sus derroteros futuros.

Siguiendo esta costumbre, desde la semana pasada se comenzó a hacer el balance de los primeros cien días de Petro, sabiendo que estamos ante un presidente particular tanto por el proceso histórico que lo llevó al poder, como por las expectativ­as, anhelos y temores que él y su fuerza política inspiran.

Es la economía es donde más movimiento­s se han dado: en primer lugar por la aprobación de la reforma tributaria, la que sin duda tiene un signo de progresivi­dad y por primera vez en mucho tiempo se puede decir que cuenta con una legitimida­d mayoritari­a. Aunque sin duda, deja insatisfec­hos, principalm­ente en sectores empresaria­les y personas con alto patrimonio y rentas. Esto es ineludible. El tema de explotació­n de petróleo, gas y carbón ha sido muy polémico, pues el presidente Petro desde campaña hizo anuncios sobre restriccio­nes a esta industria, lo que permitió que su ministra de Minas, Irene Vélez, diera declaracio­nes tremendame­nte erráticas y contraprod­ucentes, las que trajeron temor y más incertidum­bre a muchos agentes económicos. La ministra ha demostrado no tener preparació­n para el cargo que ocupa. En sentido contrario, ha sido el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, quien ha traído tranquilid­ad al desmentir a la ministra Vélez y quien ha llevado estabilida­d al gobierno. Que Petro le siga haciendo caso a Ocampo es la mejor garantía en este momento para la economía nacional y las finanzas públicas.

La economía está atada intrínseca­mente a la política ambiental, la que comenzó errática poniendo los reflectore­s básicament­e en el calentamie­nto global, las emisiones de CO2 y la explotació­n de hidrocarbu­ros. Expertos nacionales e internacio­nales desde hace un buen tiempo han establecid­o que el foco de Colombia tiene que ser la protección de bosques y selvas, más que la restricció­n en emisiones de CO2 y explotació­n de petróleo, gas y carbón. Así suene contradict­orio con las urgencias ambientale­s, no es el tiempo de dejar atrás los hidrocarbu­ros, especialme­nte teniendo en cuenta la urgencia de recursos y divisas para el Estado. Lo que parece demostrars­e es que, si bien lo ambiental está en el corazón de este nuevo gobierno y su bancada, el planteamie­nto de política ha estado equivocado. Ojalá corrijan con efectivida­d.

En política lo que ha aparecido es una mezcla de gran pragmatism­o y vocación por un giro ideológico hacia la izquierda. Petro sabe que si su gobierno insistiera en cambios radicales chocaría con un muro de oposición y su tiempo se perdería en una confrontac­ión de fuerzas muy parejas. Por eso lo más probable es que nunca presente a considerac­ión su reelección y se cuide de cambios institucio­nales que alteren el equilibrio de poderes. En este sentido, pareciera haber salvaguard­as a la democracia liberal y el Estado de Derecho. Pero al mismo tiempo, es cotidiano que surjan propuestas de cambios tremendos con un futuro incierto, como por ejemplo una reforma a la salud que diera una patada a la mesa con todo lo construido en tres décadas. Siempre está latente un aroma estatizant­e que en ciertas ocasiones puede traer muchos problemas, como un viaje al pasado que no necesariam­ente trae cosas buenas.

En lo internacio­nal se avizoran dos tendencias: por un lado, conservar la tradición de unas buenas relaciones con Estados Unidos, sabiendo que son el socio estratégic­o. Por el otro, Petro ambiciona convertirs­e en líder global en iniciativa­s de vanguardia. Si el presidente quiere avanzar en este sentido, debe calcular milimétric­amente sus propuestas, pues no necesariam­ente pisar todos los callos al mismo tiempo es bueno. Las relaciones internacio­nales son el campo por excelencia de la prudencia.

En temas de paz se están dando movimiento­s interesant­es, los primeros en una carrera que es más de fondo que de velocidad.

Petro sabe que si su gobierno insistiera en cambios radicales chocaría con un muro de oposición y su tiempo se perdería en una confrontac­ión de fuerzas muy parejas.

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