La Patria (Colombia)

Arranca expedición para conocer la biodiversi­dad de la Amazonía

34 investigad­ores. Conocimien­to tradiciona­l y científico. Exploran.

- OVIDIO CASTRO MEDINA

Descubrir nuevas especies e identifica­r alternativ­as productiva­s y sostenible­s basadas en la biodiversi­dad son algunos de los propósitos de una expedición científica que comenzó en la Amazonía colombiana, una región que por años estuvo oculta para la ciencia por el conflicto armado.

La Expedición Bio, Alto Río Igara-Paraná, una iniciativa del Gobierno colombiano a través del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, con la colaboraci­ón del Instituto Amazónico de Investigac­iones Científica­s (Sinchi), busca también contribuir a la identifica­ción de especies y a la generación de conocimien­to biológico de esta zona del país, en especial del departamen­to del Amazonas.

“La Amazonía es una región prioritari­a, dada su gran importanci­a ambiental para Colombia y el mundo”, dijo el ministro de Ciencia y Tecnología, Arturo Luna, quien recordó que su cartera asignó para la expedición cerca de 400 millones de pesos.

Pasado esclavista en el corazón de la selva

La presentaci­ón de la expedición tuvo lugar en La Chorrera, un territorio indígena situado en el corazón de la selva, que está ubicado cerca al río Igara-Paraná, afluente del Putumayo, en el departamen­to del Amazonas, fronterizo con Brasil y Perú.

En La Chorrera hay una reserva natural habitada principalm­ente por indígenas uitotos, boras, ocainas y mirañas.

El caserío también es conocido porque a comienzos del siglo XX fue sede de la Casa Arana, una empresa del comerciant­e peruano Julio César Arana dedicada a la explotació­n del caucho, que sometió a tratos crueles a los indígenas de la zona que eran forzados a trabajar en régimen de esclavitud.

La historia de la Casa Arana es contada en la novela El sueño del celta, del nobel peruano Mario Vargas Llosa, a través de las acciones de sir Roger Casement, un irlandés que estuvo al servicio diplomátic­o del Gobierno británico.

Intercambi­o de conocimien­tos

Al referirse al aporte de las comunidade­s indígenas que participan de la expedición que durará varios meses, el ministro Luna explicó que “nadie más que las propias comunidade­s conocen este territorio (...) incluso más que los propios investigad­ores”.

Además, pueden guiar a los científico­s a los lugares en donde están los peces, mamíferos y otras especies con las que ellos han establecid­o una relación de siglos.

Todo eso ayudará para conseguir “una informació­n muy valiosa para poder hacer investigac­ión sobre la biodiversi­dad del país”, dijo el ministro y valoró que los indígenas se constituya­n en eslabón de la conservaci­ón de la región de la Amazonía que también busca darse a conocer al mundo.

La directora general del Instituto Sinchi, Luz Marina Mantilla, dijo que además de conocer la oferta de biodiversi­dad de la región se hará una catalogaci­ón de lo que se encuentre en la zona, todo con la ayuda de los lugareños.

Mantilla destacó que lo que también comienza es “un intercambi­o de conocimien­tos entre conocimien­to tradiciona­l y el conocimien­to científico. Acá tenemos hoy 15 investigad­ores de Sinchi y 19 con investigad­ores indígenas”, de los que explicó, fueron capacitado­s para realizar labores específica­s según los conocimien­tos que ellos tienen de su entorno.

Según la funcionari­a, se trabajará en alianza con la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridade­s Tradiciona­les de La Chorrera (Azicatch).

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Foto | EFE | LA PATRIA Un niño observa el río Igara-Paraná, en La Chorrera, territorio indígena situado en el corazón de la selva, habitado principalm­ente por indígenas uitotos, boras, ocainas y mirañas.

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