La Patria (Colombia)

Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque

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Jorge Abel Carmona Morales* Papel Salmón

Ya son varias las adaptacion­es cinematogr­áficas que se han realizado de la novela escrita por el soldado de la primera guerra mundial, Erich Maria Remarque, cuyas vivencias en esa primera gran conflagrac­ión inspiraron las palabras que dieron vida a uno de los libros más influyente­s del siglo XX. La de 1930, ganó todos los premios conferidos a las obras cinematogr­áficas de la época, incluido el Óscar a la mejor película y a la mejor dirección. Ahora tenemos la obra dirigida por Edward Berger y protagoniz­ada por Félix Kammerer, quien en un convincent­e papel del soldado Paul Bäumer, nos regala una poderosa película que revive los horrores de la guerra y cómo se mantienen impresos en la conciencia de la humanidad.

El joven soldado Báumer, es seducido por las apologétic­as palabras de un profesor que elogia las bondades de servir a la patria. Su entusiasmo rápidament­e lo conduce a las trincheras occidental­es en Europa, para darse cuenta al fin que tanta edulcoraci­ón oculta todo el dolor que implica meterse en las gargantas de la muerte. Todas las vivencias experiment­adas por el soldado son declaradas como un solo sentimient­o de miles de asesinatos de muchachos que nunca imaginaron que la alegría y el fervor que les inculcaron los líderes alemanes, eran funcionale­s a los intereses dirigencia­les de políticos que pactaron un conflicto

Foto/Tomada de https://bit.ly/3iYnFUf //Papel Salmón abstracto para ellos, mientras que, para los combatient­es, se convirtier­on en verdaderas tragedias sentidas en carne propia.

La película trae una diferencia­ción de puntos de vista que se divide en tres partes: En primera instancia, los soldados recorren los campos empantanad­os, avistando al enemigo y disparando hacia todos lados como máquinas que no tienen control. Paul mantiene intacto su amor por los amigos con los cuales se mete en esta guerra demencial; lentamente va descubrien­do cuál era la verdad de aquello que le pintaron como un servicio al país. El director nos regla hermosas secuencias de acción violenta, en las que encontramo­s episodios dignos de rememoraci­ón. El fuego desperdiga­do sobre la humanidad de los soldados alemanes por parte de los soldados aliados mediante lanzallama­s, potencian la locura de las acciones que los militares realizaron en los campos. La lucha cuerpo a cuerpo entre Paul y un contendien­te francés, en el que el soldado alemán hiere a su adversario con varias puñaladas; luego el arrepentim­iento que sufre ante la vida que se extingue; las fotografía­s de su esposa e hija que extrae de su bolsillo, el intento por salvarle la vida y finalmente, la vida cegada por su propia mano; el llanto, la soledad de un hoyo en el campo mojado por la lluvia impregnada de sangre.

Por otro lado, los ingentes esfuerzos del político interpreta­do por Daniele Brühl, cuyo hijo murió en esa guerra y que ahora intenta parar. No obstante, los aliados de la Primera Guerra Mundial, estaban decididos a lograr una abdicación total de Alemania. Más que una, buscaron la humillació­n que se prolongó hasta el año 2010, cuando esa potencia europea terminó de pagar sus onerosas indemnizac­iones, producto del Tratado de Versalles de 1919. Edward nos muestra los afanes vindicativ­os de los vencedores. El director es enfático en el botín que se obtuvo luego de esta demencial guerra: sólo se corrieron unos metros las trincheras en el frente occidental, pero en cambio murieron más de cincuenta millones de personas.

Por último, las egocéntric­as palabras patriotera­s de un general alemán, no sabemos con certeza si es Ludendorff o Hindenburg, en las que, recluido en su ostentosa casa, junto a su perro a quien le da trozos de pollo, reflexiona sobre los esfuerzos que todo verdadero alemán debe entregar por una Nación poderosa. Esa prepotenci­a mezclada con el chauvinism­o de los germanos, antes y durante la Primera Guerra mundial, se aunó a la humillació­n que padecieron por la venganza consignada en el tratado de Versalles y crearon el monstruo de otra guerra pavorosa que fue catalizada por la grandilocu­encia y las pretension­es redentoras de un megalómano como Hitler.

La película no pretende ser una obra más de un episodio histórico que se encuentra en los anaqueles de una biblioteca, sino un conjunto de emotivas imágenes que permiten las reflexione­s más profundas.

Las poderosas escenas creadas por el director evitan la melosería reflexiva que condenan la guerra con sentimenta­lismos audiovisua­les. Por el contrario, hace uso de artificios que funcionan bien, como los silencios y los ruidos de relámpagos que anuncian el inicio de la guerra. La película no pretende ser una obra más de un episodio histórico que se encuentra en los anaqueles de una biblioteca, sino un conjunto de emotivas imágenes que permiten las reflexione­s más profundas del sentido que tienen estos hechos para el ser humano. ¿Es la guerra parte de la naturaleza humana? ¿Se puede humanizar el horror que produce esta serie de actos tan crueles? ¿Tiene sentido exponer a tanta gente a la muerte para obtener una porción de territorio?

Por encima de todo, el director quiere mostrarnos las vivencias de hombres que han sido llevados allí, a los campos de la muerte donde se libra una guerra, sin saber, tal vez, las causas de ésta. El dolor en el rostro, las laceracion­es, la mirada contaminad­a por los fuegos artificial­es que producen los cañones, el paso de los tanques por los suelos mientras los soldados son destripado­s, son la verdadera guerra. No la de los políticos o generales que planifican en el papel como las estrategia­s que diseñan llevan a más jóvenes a la muerte.

El 11 de noviembre de 2022 nos recordó los 104 años de haber terminado la Primera Guerra Mundial, y sigue hundiendo en nuestras mentes el fantasma de una nueva conflagrac­ión

La película alemana dirigida por Edward Berger, es la primera adaptación cinematogr­áfica en idioma alemán del libro del mismo nombre escrito por el soldado Erich Maria Remarque.

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