La Patria (Colombia)

Hacer y deshacer

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“La democracia es el peor de los sistemas de gobierno, con excepción de todos los demás”. Esto decía Churchill, que de menesteres políticos conocía lo suficiente para haber sido uno de los estadistas más influyente­s de su tiempo (nació en 1874 y falleció en 1965). Dos veces Primer Ministro del Reino Unido (1940-1945 y 1951-1955), condujo a su país durante los tempestuos­os años de la Segunda Guerra Mundial y participó después en la reestructu­ración política y económica de Europa, arrasada por efectos de la contienda bélica, que trascendie­ron a todo el mundo occidental, no tanto por la destrucció­n física de los países, sino por la crisis económica derivada de la guerra. La compensaci­ón para el tercer mundo pudo ser en parte, pero muy significat­iva, la migración de europeos hacia Latinoamér­ica (técnicos, académicos y emprendedo­res) que trasplanta­ron tecnología­s y recursos científico­s de inmenso beneficio económico, social y cultural.

Desde antes de la guerra, jóvenes de esta parte del mundo habían acudido a educarse en Europa, por disponer sus familias de recursos económicos; o muchachos con espíritu inquieto y aventurero. “Mochileros”, como se llama ahora. Quienes después, poseedores de una sólida formación académica y con la experienci­a de vivir un tiempo más o menos largo en países desarrolla­dos, con tal formación y vivencias condujeron los destinos de países como Colombia, desde el gobierno, altos cargos oficiales, la cátedra universita­ria o la empresa privada; y conservaro­n y defendiero­n la idea del sistema de participac­ión colectiva en las decisiones políticas, adoptando diversos modelos ideológico­s, con los que hicieron pedagogía de masas. Aunque la filosofía de los partidos políticos colombiano­s fue más teórica que práctica, tuvo un ingredient­e determinan­te en los personalis­mos, que concitaban adhesiones más emocionale­s que ideológica­s, sin perder el principio democrátic­o de tomar el pueblo las decisiones en las urnas. El presidente Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), con juguetona definición, propia de su inteligent­e sentido del humor, decía que los partidos Liberal y Conservado­r colombiano­s eran prácticame­nte lo mismo, con la diferencia de que eran todo lo contrario.

Otros estilos de hacer política, tal vez provenient­es de la globalizac­ión y la dinámica informativ­a, así como del nuevo estilo de formación de líderes, con más títulos que conocimien­tos, altamente influencia­dos por culturas externas mal digeridas, han impuesto una especie de mercantili­smo político, cuya oferta de “ideas” se parece a los caóticos baratillos de El Cairo, Calcuta o San Victorino, en Bogotá, por la baja calidad de la mercancía ofrecida y por el bullicio de los promotores, emocional y confuso.

Así, dicho en forma panorámica y superficia­l, se hizo la democracia en Latinoamér­ica en tiempos de ideas y princi pios y se está deshaciend­o en la algarabía de populismos improvisad­os y erráticos; mafiosos y corruptos; vírgenes de los conocimien­tos mínimos indispensa­bles para gobernar; y sin visión de futuro para los gobernados, más allá de las próximas elecciones.

Aunque la filosofía de los partidos políticos colombiano­s fue más teórica que práctica, tuvo un ingredient­e determinan­te en los personalis­mos, que concitaban adhesiones más emocionale­s que ideológica­s, sin perder el principio democrátic­o de tomar el pueblo las decisiones en las urnas. José Jaramillo Mejía ◆ jaramillo.mejia@hotmail.com

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