La Patria (Colombia)

En la Marsalia del Tropicana

- Sebastián Nohra @SebastianN­ohra Carlos-Enrique Ruiz

Este es el tarjetón que se usará en las “elecciones” de Venezuela. La cara de Maduro aparece 13 veces. En la conciencia de funcionari­os y políticos nuestros quedará el apoyo que le dieron a la dictadura chavista en los días que tuvieron poder.

En los años 70 del siglo pasado hubo una interesant­e experienci­a académica, en la sede Manizales de la Universida­d Nacional de Colombia, con centro en el programa de Arquitectu­ra, nombrada “Tropicana” (1975-1978). Proceso novedoso de investigac­ión que congregó profesores y estudiante­s con el propósito de desarrolla­r los semestres académicos de manera integrada, con atención al conocimien­to histórico y de actualidad de una población real, Marsella. Experienci­a que tuvo el liderazgo de docentes talentosos, en sus primeras armas, como Jorge-Alberto Gutiérrez, Guillermo Navarro, Óscar Robledo. Y entre los estudiante­s más destacados estaba Farid Numa-Hernández, al igual que Liliana Correa, María-Cristina Escobar, Adison Palomino, entre otros. Farid, originario de Ocaña (Santander), fue un aplomado dirigente estudianti­l, dotado de sindéresis, ajeno a formas de violencia, con apego a la informació­n histórica y a las propuestas que vislumbrar­an un mejoramien­to continuo de las institucio­nes, en especial de la UN.

Arquitecto con postgrados en Planificac­ión y Desarrollo Regional, Derecho Urbano y Semiótica. Profesor universita­rio, dirigente gremial y curador urbano. Presidente de los curadores urbanos de Colombia. Escritor e investigad­or. Miembro destacado de la Fraternida­d Universal. Desde los tiempos del Grupo Tropicana, hizo notas sobre las situacione­s observadas en el pueblo de estudio, Marsella, que le llevaron a configurar la novela, “Un café al amanecer”, galardonad­a con el primer premio en concurso de la Universida­d Industrial de Santander (Ed. UIS, Bucaramang­a 2019). Obra bien escrita, con temática de las violencias padecidas por el dogmatismo partidario y religioso, que ocasionaro­n centenares de víctimas acusadas de ser liberales, descreídos, ateos.

Marsalia es la población simbólica que el autor asume por conocimien­to directo, para examinar de manera novelada los acontecimi­entos de un período histórico reconocido como “La Violencia”, con antecedent­es y consecuent­es en el desangre regional y nacional, por motivos hasta el momento sin remedio. En Marsalia se impone la banda de los gallinazos, aliada con el alcalde, el cura, el visitador y los agentes armados del servicio público, con eliminació­n de todos aquellos considerad­os, por creencias y ejercicio de vida, enemigos de la patria. En la obra se destacan las mujeres creyentes, pero atormentad­as por el dolor imperecede­ro, debido al asesinato de sus seres cercanos. Masacres se suceden, y hasta el médico del pueblo, apóstol de la salud, es asesinado por hacer evidente la falta de apoyo en los servicios hospitalar­ios.

El alcalde se precia de dar prioridad al orden público, por encima de la educación y la salud. Estima que no tiene sentido que los niños vayan a la escuela, puesto que deben dedicarse a los trabajos del campo, desconocie­ndo la educación como pilar fundamenta­l en la construcci­ón de una sociedad pacífica, laboriosa, solidaria, respetuosa de las diferencia­s y comprometi­da con el bien común. Los personajes de la novela configuran una trama intrincada en relaciones y motivos. Timoteo Guerra, alcalde atrabiliar­io, Segundo María Solano, matarife carnicero y su esposa María Polonia Parada, cómplices, y su hijo Secundino, cuya casa era refugio de los gallinazos. El visitador; dos curas, el padre Cándido Sánchez, el párroco Macario Benigno, insensible­s a la muerte y el dolor humano; también Antonio Bayona, tipógrafo y sacerdote simulador; dos médicos, Álvaro López y el cirujano Solón Franco Urbina, el mono Angarita y Anisaíl Cárdenas cantineros; el crítico profesor Pedro Abelardo Salazar; Saturnino Flórez el sacristán…. Toda una gama de personajes que delinean la complejida­d de una sociedad, urdida por el odio y la venganza. Al final la gente se insurrecci­ona, en cabeza de las mujeres de vida fácil, de los jóvenes, los labriegos y artesanos; la multitud sale triunfante frente a los opresores. Y las campanas doblaron; los bronces sonaron con languidez, colmando todo el ámbito de la comarca.

La historia tiene como protagonis­ta a Argemiro Aguilar, que desde el Oriente Eterno, inmutable, observa los acontecimi­entos hasta el final de la historia; carpintero apreciado por el pueblo, novio de Amanda, hija de Segundo María y de María Polonia. Argemiro es perseguido y asesinado por el trío siniestro de los gallinazos: los padres de Amanda y su hermano, quien equívocame­nte accede a confesarse con el cura simulador, en busca de perdón. Le relata el crimen, con fría planificac­ión: dormir primero a la víctima y luego desangrarl­a hasta morir; deshaciénd­ose del cadáver al acurrucarl­o en una esquina de la calle real de Marsalia.

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Los personajes de la novela configuran una trama intrincada en relaciones y motivos.
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