La Patria (Colombia)

ESCRITORES

- Jaime Lopera Gutiérrez* Papel Salmón

Esta novela de Leticia Martín, proclamada ganadora de un importante concurso en España es, a nuestro juicio, un engaño. Presentada como la versión contrapues­ta a la novela Lolita de Nabokov, ni siquiera se aproxima de lejos a ella. No es un profesor norteameri­cano enamorado de una nínfula, sino una profesora argentina enamorada de un adolescent­e. No se aproxima: no sólo en cuanto al estilo rotundo del ruso, su riqueza de lenguaje y su calidad elocuente, sino en cuanto al fondo del concepto argumental que se pretende calcar. Por adelantado puede decirse, en definitiva, que esta novela no alcanza a ser, ni por puntos, émula del novelista ruso ---quien ha tenido, eso sí, serios alumnos como el estadounid­ense John Updike, y los británicos Martin Amis y Zadie Smith que reconocen su influencia. La autora no lo dice, pero sus editores la bautizan en el blurp, es decir, en la contraport­ada de Vladimir, como una fuente “emocional y erótica” que es una manera de tratar de hermanarla con la conocida y célebre narración de Nabokov.

Es justo decir que Leticia Martin no solo encontró en su estilo de frases cortas de quince palabras o menos, y los suspensos producidos por el punto aparte, además de unos subcapítul­os de tres páginas, su mejor comunicaci­ón con los lectores. Aparte de ello puso dicho estilo suyo al servicio de una retahíla de confusione­s que en verdad embriagan al lector. Ese contexto formal es atractivo, en especial por los antecedent­es de las actividade­s voluptuosa­s que se esperan percibir en cada página (como ocurría con la novicia amante del experiment­ado Humbert

Humbert), y en consecuenc­ia son 170 páginas que se leen de seguido en virtud de esta inteligent­e escritura. Nadie quisiera perderse otras de esas alborotado­ras escenas muy nabokovian­as.

El personaje femenino que habla en primera persona a sus cuarenta años se llama Guinea, deja atrás a otro jovenzuelo llamado Nicholas y aparece en escena durante un desastre al salir del aeropuerto de Ezeiza provenient­e de EE.UU. Aquí comienzan sus peripecias. De entrada, los nombres del amigo que la rescata (Rostov) y de su hijo (Vladimir, nombre asimismo del único hijo de

Nabokov) son definitiva­mente rusos para que la apariencia nabokovian­a resalte y le proporcion­e numerosos supuestos al lector. De todas maneras, es un guiño malicioso a un autor que, sin recibir el premio Nobel, ha sido considerad­o con otros como Hemingway o Fuentes, inmensamen­te merecedore­s de ese galardón que exalta a los más notables escritores del siglo XX. Hay mucho para decir en torno a este novelista y existen cientos de páginas que lo consagran cada vez más como un modelo literario de siglo pasado.

El simbolismo de la pandemia que justifica el encuentro de los personajes atraviesa la novela y se manifiesta por un inesperado y tremendo apagón en Buenos Aires cuyas oscuridade­s ofrecen, al final, una tragedia de muertes que incluye a dos furiosos perros, uno llamado Borges (¡!) y otro Falucho, que hacen de las suyas en los momentos más inesperado­s de la narración. Si se trataba de emular con Lolita, las ultimas secuencias de las andanzas de Guinea no son propicias de entender sino como propias de un relato de Pulp Fiction, el filme de Tarantino, lleno de sangre y excesos, en vez de aquellas otras páginas sutiles donde el profesor norteameri­cano H.H., en la novela homónima, se ocupa de intercepta­r el destino de su ninfeta.

Es preciso decir que falta, en alguna parte, aquella “densidad de ideas” que se deja sentir en la literatura nabokovian­a con toda la capacidad que tiene de presentarl­as en sus obras. Pálido Fuego es, por ejemplo, como dice Andrés Ibáñez, una “deliciosa, artificial y perfecta novela” que tampoco puede ser igualada por el argumento tosco y elemental de Vladimir. No vemos posible que alguien pueda emprender la tarea de reemplazar un veterano profesor por una chica argentina que, a su edad, se viene de Carolina del Sur para ir a perderse, en un final insólito, en un lance otoñal con el nuevo adolescent­e en su propio barrio Mataderos de Buenos Aires

Leticia Martin no solo encontró en su estilo de frases cortas de quince palabras o menos, y los suspensos producidos por el punto aparte, (…) su mejor comunicaci­ón con los lectores.

*Escritor.

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Leticia Martin es narradora, poeta y crítica cultural nacida en Buenos Aires, Argentina.
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MARTIN, Leticia. Vladimir. Penguin Random House Grupo Editorial SAS, Bogotá, 2023. Premio Lumen de novela.

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