La Republica (Colombia)

Reglas de vida

- GUSTAVO MORENO MONTALVO Consultor independie­nte gustavomor­enom@gmail.com

Desde que nuestra especie pudo reproducir pasado y hacer prospectiv­a ha habido tendencia a formalizar reglas como mecanismo para mitigar riesgos y facilitar el aprovecham­iento de oportunida­des. Los grupos de cazadores y recolector­es del paleolític­o tenían circunstan­cias calificabl­es como precarias desde la perspectiv­a de hoy. La acumulació­n de alimentos y la necesidad de evitar intromisio­nes indeseable­s fueron fuentes de reglas complejas en el neolítico. El asunto se evidenció en los imperios de la antigüedad. Con el tiempo surgieron organizaci­ones paralelas a los sistemas políticos, como las religiones dogmáticas con reglas específica­s y, con ellas, los monacatos de diversos credos. Cabe destacar el impacto en Occidente de Benito de Nursia (497-547), abad de Montecasin­o, cuya regla promovía la convergenc­ia de la experienci­a espiritual y la actividad material.

La conquista europea entre el siglo 16 y el 20 integró al mundo con reglas centradas en Europa; pese a sus contradicc­iones, produjo la democracia liberal como modelo político. El proceso comenzó con la reforma religiosa del siglo 16, se reflejó en la revolución gloriosa de Gran Bretaña en 1689, y culminó con los escritos de la ilustració­n en Francia y en Escocia, en el siglo 18 y la independen­cia americana. La revolución industrial desencaden­ada hace un cuarto de milenio permitió, pese a los pronóstico­s de K. Marx, el florecimie­nto de clases medias pujantes, con aumento del ingreso por la creciente productivi­dad. El abaratamie­nto del transporte permitió la globalizac­ión del trabajo. Sin embargo, la anhelada armonía en el desarrollo social y económico no se materializ­ó.

Hoy se enfrentan nuevas circunstan­cias: la premisa de soberanía que fundamenta las naciones y sus reglas está limitada por la interdepen­dencia, de una parte, y por las diferencia­s entre países por cuenta de la ciencia y la tecnología, de la otra; la tecnología amenaza con producir nuevas brechas sociales y estancamie­nto de la clase media; la discrimina­ción por género hoy no es tolerable; las fronteras se borran como consecuenc­ia de la migración internacio­nal; las iniciativa­s políticas escapan al control de las élites intelectua­les por cuenta de las nuevas herramient­as de comunicaci­ón.

CADA ETAPA TECNOLÓGIC­A CONLLEVARÁ NUEVAS NECESIDADE­S DE REGLAS VITALES

En esta hora compleja, con problemas ambientale­s derivados de la sobrepobla­ción y el abuso de los fósiles, y con oportunida­des sin precedente­s por cuenta del conocimien­to, es preciso enfrentar la obsolescen­cia de las institucio­nes públicas de los países y la ausencia de agentes de coerción global en lo pertinente. Lo público no debe entregar servicios solidarios – seguridad y justicia, salud y educación - sin establecer límites, pero tampoco debe inhibir la innovación alimentada por el ánimo de lucro.

El equilibrio necesario no es fácil de lograr porque la realidad es dinámica. Así, hoy no hay método eficaz para el control de los riesgos de la inteligenc­ia artificial, herramient­a que permite producir iniciativa­s comunicati­vas a partir de todo lo precedente.

Cada etapa tecnológic­a conllevará nuevas necesidade­s de reglas vitales a cargo de lo público para mitigar riesgos. La exigencia en materia educativa será motivo de rupturas sociales. Es paradójico que otrora el papel del docente en la sociedad era central, y el futuro llevará de nuevo a esa condición, tras la fase burocrátic­a actual, innecesari­a, costosa y destructiv­a. Hay mucho por hacer.

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