La Republica (Colombia)

Argentina, Colombia y Venezuela

- RODRIGO BOTERO MONTOYA

Cuando dos adolescent­es están intercambi­ando insultos en público, la voz pausada de una persona adulta puede ayudar a calmar los ánimos y evitar que de los insultos se pase a las trompadas. Ese es el papel que desempeñó la canciller argentina, Diana Mondino, a raíz del enfrentami­ento entre Gustavo Petro y

Javier Milei, un episodio que no se recordará elogiosame­nte en los anales de la diplomacia regional.

La canciller Mondino pidió bajarle los decibeles al incidente, explicando que se trataba de una discrepanc­ia personal que no afectaba las relaciones diplomátic­as entre Argentina y Colombia. Tal como se afirmaba acerca del Imperio Austro-Húngaro, la situación es crítica, pero no es seria.

Una vez reducida esta demostraci­ón de folclor latinoamer­icano a sus debidas proporcion­es, conviene hacer algunas reflexione­s acerca de la forma pendencier­a como el actual gobierno está conduciend­o las relaciones internacio­nales del país.

Entre los múltiples cambios gubernamen­tales que ha introducid­o el presidente

Petro, uno de los menos afortunado­s es haber repudiado el precepto diplomátic­o colombiano de no injerencia en los asuntos internos de otros países. Actúa como si una autoridad superior lo hubiera convocado a intervenir en las naciones amigas y además le hubiera concedido licencia para agredir. Los gobiernos resienten la intervenci­ón externa. Quien insulta a los dirigentes de otros países no debe sorprender­se de que, tarde o temprano, le devuelvan las atenciones.

El espectácul­o de dos presidente­s latinoamer­icanos intercambi­ando agravios es poco edificante. Ciertament­e, Javier Milei se refirió a Gustavo Petro en un lenguaje inapropiad­o para un estadista. Dicho esto, quien convirtió una explicable diferencia ideológica en un enfrentami­ento personal, antes de que Milei hubiera ganado las elecciones en Argentina, fue Petro.

Se dice que quienes habitan en casas de cristal deben abstenerse de lanzar piedras. El expresiden­te Alfonso López Pumarejo aconsejaba no andar por el mundo graduando enemigos porque de pronto les da por ejercer. Petro, quien ni olvida ni aprende, está dejando que sus malquerenc­ias y resentimie­ntos contribuya­n a deteriorar las relaciones de Colombia con naciones amigas.

En lo que respecta a nuestras relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro, es útil partir de dos premisas: La primera es que estamos tratando con una dictadura. La segunda es que el interlocut­or es un régimen cleptocrát­ico que ha saqueado y pauperizad­o a la Nación vecina. El expresiden­te Carlos Andrés Pérez pronosticó que con el triunfo de Hugo Chávez lo que venía para Venezuela era tiranía y miseria. Esa profecía se ha cumplido. Chávez estableció una autocracia vitalicia que Maduro trata de imitar.

Para formarse una idea de la capacidad demoledora del chavismo, basta señalar que la economía venezolana de hoy es más pequeña que la de Costa Rica, la de Ecuador y la de la República Dominicana.

Habida cuenta de una extensa frontera común, esta realidad tiene incidencia sobre Colombia y debería condiciona­r el manejo de las relaciones bilaterale­s.

ESTA REALIDAD TIENE INCIDENCIA SOBRE COLOMBIA Y DEBERÍA CONDICIONA­R EL MANEJO

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