APORTE AGROINDUSTRIAL
a la economía nacional.
De manera creciente, hace carrera la tesis según la cual las mediciones tradicionales del aporte real de la agricultura evidencian una subvaloración en la medida en que la economía se desarrolla y se diversifica, de suerte que el sector agrícola primario pierde, de forma aparente, peso relativo respecto al PIB. Mientras que las cuentas nacionales calculan el valor agregado de las actividades agrarias de producción primaria, estas mediciones no tienen en cuenta el impacto de los encadenamientos que se dan entre el sector primario y el resto de la economía. Tampoco se evalúan adecuadamente los aportes de la agroindustria, renglón que sirve de puente colgante entre la producción primaria del campo y el valor agregado por la manufactura, el comercio y los servicios complementarios.
La falta de una adecuada apreciación de las verdaderas contribuciones económicas de la agricultura explica la desatención o el descuido histórico del agro colombiano.
A la hora de preparar las cuentas nacionales por parte del Dane, la mayoría de las actividades que agregan valor después del cultivo agrícola o la cría, levante y sacrificio de animales, no se considera labores agrícolas; por el contrario, estas tareas productivas se clasifican como parte del sector manufacturero, factor que oscurece sus verdaderas articulaciones con las cadenas de valor y oculta su clara dependencia agropecuaria.
La agricultura moderna genera un
grupo de vínculos mucho más grande, aguas abajo, a lo largo de las cadenas productivas, que estimula la demanda de semillas, fertilizantes, agroquímicos, financiamiento, maquinaria y equipo, elementos relacionados con la manufactura y los servicios. Igual ocurre con el transporte, la cadena de frío y la logística en la transformación de carnes, lácteos y pescados y la elaboración de productos de café, aceites y grasas vegetales, alimentos concentrados, jabones, azúcares, melazas, biocombustibles, cogeneración de energía, productos alimenticios, bebidas sodas y alcohólicas, dulces, chocolates, cigarrillos, productos de cuero, madera, seda y algodón.
Las contribuciones en términos de mano de obra y de valor agregado de estas actividades productivas, que se producen más allá de la finca en la industria alimentaria, de bioenergía, moda y cosméticos, se miden por el Dane como mano de obra y producción de la industria manufacturera. Por lo tanto, de la misma manera que el sector agropecuario se encuentra subvalorado en las cuentas nacionales, la industria manufacturera está sobrevalorada por el peso de las actividades aguas abajo de las cadenas productivas, que se relacionan de manera estrecha con la agricultura desde su actividad primaria.
Para resolver este asunto, es preciso redefinir qué se entiende por agricultura. Según la Real Academia Española, 'agricultura' proviene del latín
agri (campo) y cultūra (cultivo). No sorprende, entonces, que la agricultura se circunscriba, de ordinario, al sector primario rural. Para encuadrar el agro en una concepción actual, es preciso reconocer que este renglón es aquella actividad económica conformada por los ámbitos agrícola, pecuario, forestal, acuícola y pesquero, incluida la adecuación y la transformación de la producción primaria, los servicios de apoyo asociados a la producción, y la comercialización de los productos originarios del campo.
El Banco Mundial aborda esta cuestión para el agro peruano y concluye que la “medida tradicional del valor agregado agrícola no refleja completamente la verdadera contribución de este sector. De hecho, su aporte total aumenta de 7,3 por ciento a 11,1 por ciento”.
En Colombia, la actividad agropecuaria representa el 6,5 por ciento del PIB según el Dane. Si aplicamos la metodología del Banco Mundial utilizada para el agro en Perú, podemos concluir que el sector agropecuario colombiano le aporta a la economía 28,36 por ciento adicional por cuenta de los encadenamientos mencionados previamente, de suerte que su verdadera participación en el PIB sube de 6,5 por ciento a 8,3 por ciento. Así, la contribución real de la industria baja de 11,2 por ciento a 9,4 por ciento.
El reconocimiento oficial de este asunto podría cambiar la percepción de los hacedores de la política pública sectorial agropecuaria, y en consecuencia, debería modificar las prioridades en materia presupuestal y de atención política por parte del Ejecutivo y del Legislativo. La falta de una adecuada apreciación de las verdaderas contribuciones económicas de la agricultura explica la desatención o el descuido histórico del agro colombiano, sector que ha tenido 114 ministros en los 104 años de historia del ministerio del ramo.