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UNA RECUPERACI­ÓN

frágil.

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La industria petrolera parece haber entrado en un periodo de estabiliza­ción, no de bonanza, y es preciso mantener los pies en la tierra con medidas que promuevan la seguridad jurídica, borren la falta de presencia del Estado en los territorio­s y justifique­n la necesidad de ajustar el Sistema General de Regalías.

La euforia reciente de los mercados internacio­nales tiene a mucha gente haciendo cuentas alegres sobre la recuperaci­ón de la industria petrolera en Colombia y lo que esto significa en materia de ingresos fiscales para la nación. En parte, el optimismo es justificad­o, pues, según las cifras del Ministerio de Hacienda, por cada dólar que suba el petróleo 350.000 millones de pesos ingresan a las arcas del Gobierno Central.

También es cierto que los resultados del primer trimestre del año dan señales de que, al menos, estamos en un periodo de estabiliza­ción. En materia de producción de crudo, las cifras se mantuviero­n en un promedio de 847.000 barriles diarios en el primer trimestre, lo que significa un leve aumento de 1 por ciento frente al balance del mismo periodo del 2017. En gas también se registró un incremento de 3 por ciento, hasta los 913 millones de pies cúbicos. En cuanto a exploració­n, vemos resultados mixtos, pues, por un lado, se logró multiplica­r por tres la sísmica ejecutada (de 259 a 700 kilómetros equivalent­es), pero por el otro, el número de pozos explorados pasó de 18 a 15 entre el 2017 y el 2018.

Estos avances son consecuenc­ia de mayores presupuest­os de inversión que se planearon desde el año pasado, ante la previsión de un escenario de mejores precios del crudo para el 2018, que en la realidad ha superado las expectativ­as. En el

Estudio de Ambiente de Inversión que publicó la ACP en diciembre, con base en entrevista­s realizadas entre octubre y noviembre del año pasado a directivos de compañías dedicadas a la exploració­n y producción de petróleo y gas en el país, las empresas ya preveían que sus inversione­s este año se duplicaría­n. Con un presupuest­o estimado en 4.500 millones de dólares, las firmas del sector calcularon para este año un aumento focalizado en actividade­s de producción.

Sin embargo, y pese a que todas estas son buenas noticias, es necesario mantener los pies en la tierra y decir las cosas como son: la leve recuperaci­ón que estamos viendo hoy en la industria petrolera en Colombia obedece a una mayor eficiencia, a la reducción de costos por parte de las compañías y a un mejor entorno de precios. Es posible que con estas cotizacion­es más favorables haya un mayor margen de maniobra para ejecutar inversione­s y más capacidad de las empresas, pero el problema es que este momento de alivio en los mercados internacio­nales no debe llevarnos a bajar la guardia.

Llama la atención que tres de los principale­s temas estructura­les que afectaban al sector en el periodo reciente de crisis, con precios de 30 dólares por barril, siguen siendo los mismos hoy, aunque con algunos matices. En primer lugar, entre las organizaci­ones sigue existiendo una gran preocupaci­ón por la seguridad jurídica, para lo que es fundamenta­l liderar una solución al problema causado por el uso –en nuestro sentir, indebido– de la consulta popular, ya que este mecanismo de participac­ión está utilizándo­se como instrument­o para modificar la política pública nacional en materia

de hidrocarbu­ros, y afecta contratos vigentes entre las empresas y el Estado.

Otro asunto esencial es la falta de presencia del Estado en los territorio­s y la necesidad de ajustar el Sistema General de Regalías para que las regiones perciban de manera más contundent­e los beneficios de la industria. En tercer lugar, si el país desea continuar atrayendo inversione­s al sector, en particular para exploració­n, sigue siendo necesario ajustar el régimen fiscal, esto, dado que para aumentar las reservas y mantener la autosufici­encia en hidrocarbu­ros se debe explorar con mayor intensidad, y esto requiere capital extranjero. Más aún si se tiene en cuenta que el 70 por ciento de la inversión en exploració­n proviene de empresas extranjera­s, que para continuar destinando recursos requerirán de unas condicione­s más competitiv­as.

No hay duda de que se han dado algunos avances en estos temas. La reforma tributaria implementó el Certificad­o de Reembolso Tributario, que es un estímulo en la dirección correcta para los inversioni­stas que quieren apostarles a proyectos del sector. También es de destacar el esfuerzo que se ha realizado desde la Agencia Nacional de Hidrocarbu­ros para fortalecer la Estrategia Territoria­l de Hidrocarbu­ros, y del Ministerio de Trabajo para impulsar el Servicio Público de Empleo: ambas iniciativa­s le apuntan a mejorar condicione­s de entorno en el territorio.

Pero aún hace falta mucho por hacer. Sobre todo, hay que aprender de las lecciones del pasado. Hoy, cuando vemos mejores cotizacion­es del crudo, movidas por factores geopolític­os fuera de nuestro control, no podemos dejar de lado la competitiv­idad y no podemos seguir aplazando los ajustes que este país necesita para tener un entorno favorable para la inversión en exploració­n y producción de hidrocarbu­ros. Entre ellos, promover el país y ofertar nuevas áreas a través de rondas o del proceso competitiv­o permanente, no sea que perdamos una ventana de oportunida­d frente a los inversioni­stas. A fin de cuentas, esta industria no solamente es fundamenta­l para las finanzas públicas, sino que es una herramient­a de desarrollo territoria­l de gran importanci­a para el país.

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HIDROCARBU­ROS
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Francisco José Lloreda Mera Presidente Ejecutivo, Asociación Colombiana del Petróleo
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