EVOLUCIÓN EN
concreto.
El año pasado se puso a prueba la hipótesis del carácter procíclico de la actividad edificadora ante los cambios en la dinámica agregada de la economía, así como las respuestas del mercado de vivienda a las acciones de política económica y sectorial encaminadas a hacer frente a ese contexto. La conclusión: en la inversión en edificaciones se amplifica el ciclo económico, dada su dependencia estructural del contexto laboral, el canal de crédito, la inversión extranjera y la confianza de los agentes en la economía, en el que la política de vivienda juega un rol central en la sostenibilidad de los segmentos de actividad, objetivo y la perspectiva de la industria. De acuerdo con los datos del Dane sobre el desempeño de la economía en el 2017, el PIB creció 1,8 por ciento. En ese resultado, la construcción de edificaciones presentó una reducción en el valor agregado de -10,4 por ciento. Al interior de la actividad edificadora, la construcción de vivienda registró una variación de -6,2 por ciento y en el desarrollo de proyectos no residenciales la disminución fue de -16,2 por ciento.
El resultado sobre el crecimiento del país evidencia las complejidades económicas del año pasado, en el que la menor generación de empleo y las mayores tasas de interés desestimularon el consumo y la inversión. Respecto al desempeño del sector edificador, el efecto observado era previsible, teniendo en cuenta la menor velocidad en la comercialización de los proyectos de vivienda y el fuerte retroceso en el inicio de obras en edificaciones comerciales y de oficinas a lo largo del año.
¿Cómo va el 2018?
Los resultados publicados recientemente por el Dane, que hacen referencia al crecimiento de la construcción en el primer trimestre del año, mostraron que
el valor agregado del sector se mantiene en terreno negativo. Por el lado de la construcción de obras civiles, en el primer trimestre del año se registró una variación anual de -8,2 por ciento, y de -5,7 por ciento respecto al último trimestre del 2017. En el segmento de construcción de edificaciones, los resultados fueron de -9,2 por ciento, en términos anuales, y de -7,2 por ciento, respecto al trimestre anterior.
Con este desempeño quedó en evidencia que el ramo requiere de un mejor entorno para consolidar la recuperación, lo cual implica no solo un contexto económico de mayor crecimiento y generación de empleo que permita impulsar la inversión en edificaciones y vivienda, sino de un ambiente de certidumbre para el lanzamiento, la comercialización y ejecución de los proyectos.
La proyección de crecimiento del gremio para el 2018 sobre el sector de edificaciones era de 4,6 por ciento. Sin embargo, con el resultado al primer trimestre del año y la dinámica prevista para el segundo semestre, se ha revisado a la baja ese pronóstico y se ubica en 1,3 por ciento. Este repaso es una alerta para que se adopten acciones contundentes en materia de seguridad jurídica acerca de las licencias de construcción, claridad en las disposiciones ambientales, efectividad en la provisión de agua potable y saneamiento básico para los proyectos, y que el marco de las nuevas regulaciones contemple la naturaleza de las inversiones y el ciclo del sector.
Hay factores económicos muy favorables para mantener una lectura optimista y objetiva sobre el desempeño del renglón, como la reducción de las tasas de interés, la recuperación gradual de la confianza de los consumidores, el desenvolvimiento de algunos sectores económicos y el enorme aporte del Gobierno Nacional con los programas de vivienda para el 2018 y el 2019. No obstante, ese contexto y los esfuerzos fiscales gubernamentales pueden verse mermados por un panorama negativo de inestabilidad jurídica.
El sector debe ser visto de manera integral por sus aportes al empleo, el crecimiento económico y, sobre todo, al acceso a la vivienda y el desarrollo urbano formal; en eso, los municipios y la articulación de las decisiones sobre el territorio son fundamentales. De lo contrario, la recuperación del gremio no tendrá un horizonte despejado y claro.