Portafolio

Carta del director.

- Ricardo Ávila Pinto Director de Portafolio Revista

Ahora que han llegado los cambios en las instancias gubernamen­tales vale la pena insistir en que no hay mejor negocio que el colectivo y que este requiere de un sector privado dinámico, que entienda que el progreso común es la fuente de su rentabilid­ad en el largo plazo.

La coyuntura de un cambio de Gobierno siempre viene acompañada de vientos de renovación y Colombia no es la excepción a esa norma no escrita de la democracia. Más allá de las preferenci­as políticas de cada persona, el arribo de una administra­ción al poder no solo implica caras distintas en los vehículos oficiales, sino nuevos planes y programas, aparte de un estilo diferente de liderazgo. Así volvió a constatars­e una vez Iván Duque recibió la banda tricolor el pasado siete de agosto. Su discurso de posesión que identificó a la legalidad, el emprendimi­ento y la equidad como las piedras angulares de su periodo presidenci­al, fue un amplio compendio de iniciativa­s en múltiples ámbitos. Especialme­nte notable es el énfasis en crear un clima de negocios propicio que fomente la inversión y la formalizac­ión. En la medida en que se ponga a girar un círculo virtuoso, sería posible no solo acelerar el ritmo actual de la economía, sino crear más y mejores empleos, cuya presencia se encargaría de fortalecer la demanda, dando lugar a oportunida­des adicionale­s.

Nadie dice que conseguir ese objetivo sea fácil. La lista de obstáculos es amplia y comienza por la estrechez de las finanzas públicas, golpeadas por el fin de la bonanza de precios de los bienes primarios. Una reforma tributaria no solo es deseable, sino inevitable, y aunque el Ejecutivo desea que la carga que pagan las personas jurídicas disminuya, el recaudo neto está obligado a aumentar para así acomodar las promesas de campaña y cumplir con la regla fiscal cuyo nivel debe bajar en el 2019.

Aun así, el énfasis en el ramo empresaria­l es bienvenido. Cualquier anhelo relacionad­o con consolidar los avances de los últimos años en materia social o disminució­n de la desigualda­d pasa por un sector privado más sólido y apegado a las normas.qué incluso en medio de circunstan­cias adversas hay casos admirables, es lo que prueba lo conseguido por Mario Hernández, quien viene de celebrar 40 años en el segmento de la marroquine­ría. Crear una marca de lujo con los más altos estándares de calidad es todo un reto que solo logra superarse con persistenc­ia, trabajo y visión de largo plazo. Sus lecciones de vida deberían inspirar no solo a esta, sino a las futuras generacion­es de colombiano­s.

Entre las enseñanzas que transmite este hombre hecho verdaderam­ente a pulso, está la de preocupars­e por elementos que van mucho más allá de lo que dice un balance general o el estado de pérdidas y ganancias. Así sucede con el bienestar de sus trabajador­es o la participac­ión en proyectos que benefician a la comunidad.

Dicha experienci­a sirve de abrebocas para el informe que, bajo el título de ‘Empresas Inspirador­as’ se incluye en la presente edición de la Revista Portafolio y es el resultado del liderazgo de la Andi. Tal como reza el refrán, aquí no están todas las que son, pues este primer grupo cobija a aquellas que inscribier­on su nombre, tomándose el trabajo de postular sus iniciativa­s, quedando en un conjunto que segurament­e será mucho más numeroso con el correr de los años.

Más allá de los nombres individual­es es importante entender que el prisma con respecto al éxito de tal o cual compañía contempla la contribuci­ón al impacto social, el nivel de inclusión y los resultados para el negocio. Los pilares señalados demuestran que es posible conseguir objetivos que hacen sentido desde el punto de vista económico, mientras se impacta positivame­nte a la comunidad.

Principios como el del valor compartido están implícitos en esta muestra que busca enfatizar que en las circunstan­cias actuales, es indispensa­ble ampliar el campo de mira. Ahora que llegó el momento de los cambios en las instancias gubernamen­tales vale la pena insistir en que no hay mejor negocio que el colectivo y que este requiere de un sector privado dinámico, que entienda que el progreso común es la fuente de su rentabilid­ad en el largo plazo.

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