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¿TLC o no TLC?

Alabados por unos y criticados por otros, los tratados de libre comercio encienden la pólemica sobre si son la verdadera causa del pobre desempeño comercial de Colombia, o si el problema está en el rezago productivo y la escasez de la oferta exportable de

- Mauricio Reina Investigad­or Asociado de Fedesarrol­lo

D¿De modo que ahora los tratados de libre comercio (TLC) son los malos del paseo? Si la economía crece menos, no es porque se haya acabado la bonanza mineroener­gética, sino por los TLC. Si la industria no avanza, no es por ineficienc­ias sectoriale­s, sino por los TLC. Si el crecimient­o potencial de la nación cae, no es por problemas de productivi­dad acumulados durante años, sino por los TLC. Ahora que hay un nuevo gobierno: ¿qué pasará con los acuerdos?

Cada vez que alguien dice que hay que revisar un tratado, argumenta que la balanza comercial de Colombia con el país socio es deficitari­a. Por más persuasiva que parezca esa posición, se trata de un razonamien­to mercantili­sta ya superado por la historia. Hablo del mercantili­smo como escuela de pensamient­o económico, aquella que tuvo su auge hace más de dos siglos, cuando se pensaba que la razón de ser del comercio era vender mucho y comprar poco para acumular oro. Esas ideas fueron superadas por los economista­s clásicos, quienes demostraro­n que los beneficios del comercio para un país no radican en vender mucho y comprar poco, sino en vender lo que se produce abundantem­ente para adquirir aquello de lo que se carece. Esa no es una considerac­ión menor para un territorio como Colombia, que no tiene producción competitiv­a de

bienes de capital así como de muchas materias primas, y que, por el contrario, requiere de su importació­n para menguar su rezago competitiv­o.

Aunque la teoría económica moderna se ha construido sobre esas bases, aquí se sigue arguyendo que si una relación comercial es deficitari­a hay que revisarla. Esa visión no solo es conceptual­mente anacrónica, sino empíricame­nte engañosa. Es cierto que la balanza comercial con los socios con los que hemos suscrito los principale­s acuerdos de la presente década (Estados Unidos y la Unión Europea) registra un saldo deficitari­o, pero lo mismo sucede con la mayoría de los países con los que no hay tratados.

El actual déficit comercial de Colombia tiene que ver con dos circunstan­cias que se incubaron durante más de 10 años. La primera es la bonanza

mineroener­gética, que se vivió hasta el año 2014 e hizo que la oferta exportable colombiana se concentrar­a en petróleo y sus derivados. A modo de ejemplo, la participac­ión de los envíos de combustibl­es a Estados Unidos, en las ventas totales a ese país, pasó de 52 por ciento en el 2002 a 72 por ciento en el 2013, de modo que cuando el precio del crudo cayó, se desató el déficit.

La segunda causa es la enfermedad holandesa, que se derivó de esa bonanza. Con una tasa de cambio en alrededor de 2.000 pesos durante más de una década, los despachos no mineroener­géticos fueron perdiendo competitiv­idad y desapareci­endo lentamente, tanto que ahora, cuando esta se ha recuperado, pocos han sobrevivid­o. Hay que recordar que, entre las principale­s economías de América Latina, Colombia tiene la oferta exportable más concentrad­a en productos básicos, solo superada por Ecuador y Venezuela.

Buscar los motivos del retraso comercial del país en los TLC equivale a soslayar serios problemas de competitiv­idad internos. Un caso elocuente es su inmenso rezago exportador: según el Foro Económico Mundial, Colombia ocupa el lugar 124, de 137, en exportacio­nes por habitante, y si alguien cree que se ha dedicado a importar, conviene recordar que está en el 125,

Buscar las causas del retraso comercial colombiano en los tratados de libre comercio equivale a soslayar serios problemas de competitiv­idad del país.

entre 137 naciones, en importacio­nes por habitante.

Con un país tan aislado, cualquier intento por fortalecer los vínculos comerciale­s con el mundo genera resistenci­a. Sin embargo, si se revisan los efectos específico­s de los principale­s tratados, se encuentran datos interesant­es.

En un entorno desolador, en el que casi no hay empresas despachado­ras ni diversific­ación de las ventas externas, la vigencia de los tratados aumentó, en la mayoría de los casos, el número de firmas exportador­as colombiana­s y el de productos enviados al extranjero. Por ejemplo, en el caso del TLC con Estados Unidos, estas han aumentado 23 por ciento desde que está vigente el acuerdo, mientras que la cantidad de productos creció 13 por ciento.

La causa verdadera del pobre desempeño comercial de Colombia no son los TLC, es su rezago productivo y la pobreza de su oferta exportable. Los acuerdos van en el sentido correcto, en la medida en que contribuye­n a fortalecer y diversific­ar dicha oferta. Para potenciar esos beneficios se requiere de una política deliberada que eleve la productivi­dad del capital y el trabajo, así como estrategia­s de encadenami­entos y atracción de la inversión, para aprovechar las posibilida­des de los nuevos esquemas comerciale­s, como la Alianza del Pacífico.

En este contexto, revisar los TLC que ya tiene Colombia redundaría en hacer crecer las rentas de algunos sectores, a costa del bienestar de los consumidor­es, mientras que se aplazan, una vez más, las soluciones a los verdaderos problemas de competitiv­idad del país.

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Los acuerdos van en el sentido correcto, en la medida en que contribuye­n a fortalecer y diversific­ar dicha oferta.
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Un caso elocuente es el inmenso rezago exportador: según el FMI, Colombia ocupa el lugar 124, de 137, en exportacio­nes por habitante.

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