Opinión – Andrés Oppenheimer.
El ‘escándalo de los cuadernos’ en Argentina y la condena –no relacionada– del exvicepresidente Amado Boudou por cargos de corrupción en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, son hechos históricos en este país.
Lo que está ocurriendo actualmente en en este país, es la mayor victoria contra la corrupción en la historia reciente. Pero para poder reducir de forma permanente el flagelo de los sobornos, Argentina y otros Estados de la región tendrían que tomar acciones mucho más drásticas, como empezar a eliminar el dinero en efectivo.
Sin duda, el ‘escándalo de los cuadernos’ que sacudió a Argentina esta semana y la condena –no relacionada– del exvicepresidente Amado Boudou a casi seis años de prisión por cargos de corrupción durante el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner son hechos históricos. En Argentina, pocas personas poderosas habían ido a la cárcel.
Al igual que el reciente escándalo de Odebrecht en Brasil, el de los ‘cuadernos’ en Argentina es gigantesco. Comenzó hace meses, cuando el diario
La Nación obtuvo copias de ocho cuadernos escritos por el chofer de un funcionario del Ministerio de Planificación que se ocupaba de las relaciones con varias empresas durante los gobiernos de Kirchner.
El conductor había anotado meticulosamente los detalles de las actividades diarias de su jefe, incluidos numerosos viajes para recoger bolsas llenas de efectivo de compañías que obtenían contratos gubernamentales. Entre el 2005 y el 2015, las bolsas de dinero que el chofer transportó y registró en sus cuadernos sumaron entre 60 y 160 millones de dólares.
El conductor, Oscar Centeno, no solo anotaba los nombres de las compañías que pagaban los sobornos y los ejecutivos que los entregaban en persona, sino también detallaba adónde llevaba el dinero. Según sus notas, hizo al menos 70 entregas de bolsas con decenas de millones de dólares al apartamento del fallecido presidente Néstor Kirchner y su esposa, la presidenta.
La Nación no publicó de inmediato el contenido de estos cuadernos, sino que los entregó a un juez para corroborar los hechos y permitir que los tribunales investiguen el caso. Ahora, todo ha salido a la luz, y hay más de una docena de detenidos.
Al menos cuatro de los ejecutivos arrestados ya han admitido haber hecho los pagos, y un juez pidió que la expresidenta Cristina Fernández sea privada de su inmunidad parlamentaria como senadora para que se pueda allanar su domicilio. Y a medida que los testigos protegidos comienzan a testificar, se esperan más detenciones.
Aunque era vox populi que los Kirchner eran corruptos, esta es la primera vez que la corrupción de sus gobiernos está documentada y expuesta con tantos detalles. Muchos argentinos esperan que este sea un punto de inflexión en la historia del país, y que la tolerancia con la corrupción haya llegado a su límite en el país. Pero para que esta victoria sea permanente, Argentina y otros países latinoamericanos deberían adoptar las nuevas tecnologías para eliminar gradualmente el efectivo, como lo hacen los países del norte de Europa.
En Suecia, los billetes y las monedas representan solo el 2 por ciento de todas las transacciones monetarias, pues cada vez más personas usan las tarjetas débito, las transferencias electrónicas y sus teléfonos celulares para realizar pagos. Hay tan poco efectivo en Suecia, que los mendigos usan sus teléfonos celulares para recibir limosnas. La mayoría de sucursales bancarias en Suecia ya no aceptan depósitos en efectivo, porque son cantidades demasiado pequeñas para justificar el costo de guardias o servicios de seguridad. Algo parecido pasa en Holanda y Dinamarca. La Asociación de Banqueros Daneses dice que los robos bancarios han caído vertiginosamente en los últimos cinco años: los bancos ya tienen tan poco efectivo, que los ladrones temen irse con las manos vacías.
Es cierto que la transición a una sociedad sin efectivo es mucho más difícil en Latinoamérica, donde existe una enorme economía subterránea. Sin embargo, los gobiernos de la región deberían tomar medidas como promover transferencias electrónicas y pagos telefónicos, y prohibir cada vez más transacciones en efectivo. Sin dinero en efectivo, le hubiera sido mucho más difícil a los Kirchner recibir sus bolsos llenos de dinero de sobornos de las grandes empresas. Por supuesto, no es la única solución, pero reducir el efectivo sería un gran paso para ganar la guerra contra la corrupción.