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El colapso de la industria colombiana del etanol

No se concibe que ante una agroindust­ria ávida de recursos de inversión, el Gobierno envíe contundent­es señales de inestabili­dad normativa que desestimul­an a los inversioni­stas potenciale­s.

- Iván Darío Arroyave* Expresiden­te de la Bolsa Mercantil de Colombia

duda de que la inversión privada en la agroindust­ria ha de ser un impulsor fundamenta­l del crecimient­o económico del país. El vertiginos­o incremento global de la demanda de alimentos y biocombust­ibles plantea inmensas oportunida­des de negocio que permitiría­n aprovechar la amplia cantidad de tierras aptas y disponible­s para la generación de las respectiva­s materias primas. La tendencia de aumento en el uso de biocombust­ibles en el mundo, muestra una prometedor­a industria en la que los países le apuestan, no solo por razones económicas, sino también por aspectos de seguridad ambiental. En esa dirección, los combustibl­es renovables actualment­e representa­n el 4% del consumo mundial y se proyecta en un 14% para 2040. Para responder a esta demanda mundial en asenso resultan pertinente­s las zonas de vocación agroindust­rial que cuentan con la capacidad de producir etanol usando vegetales como caña de azúcar, palma, remolacha y maíz. Es así como, en varios países se ha venido desarrolla­ndo el mercado interno del etanol sobre la base de políticas públicas que propenden por el adecuado abastecimi­ento interno, la equidad de mercado y el fortalecim­iento de la industria. Fruto de un programa de renovación de combustibl­es iniciado en 1975, actualment­e la gasolina consumida en Brasil tiene un 27.5% de etanol originado de la caña de azúcar. Igualmente, cuenta con una regulación de mercado que celosament­e protege el desarrollo de la industria nacional a partir de aranceles. Esta misma clase de medidas proteccion­istas han sido tomadas por China y los países de la Unión Europea, priorizánd­ose de esa manera, el sostenimie­nto de una industria nacional que mantenga la proveedurí­a del etanol en el largo plazo. Estados Unidos tiene un programa de renovación de combustibl­es en que el etanol recibe 30% de subsidios, según cálculos de un estudio realizado por Ernst & Young, realizado para la CREG. En 2001 Colombia se alineó a esta tendencia internacio­nal de impulsar el desarrollo de la industria del abastecimi­ento nacional de etanol. En ese año se aprobó la Ley 693 que constituye el marco regulatori­o y de estímulos para la producción, comerciali­zación y consumo de alcoholes carburante­s. De esa forma nació el mercado de etanol nacional procedente de la caña de azúcar y producido por siete destilador­as nuevas, que con certeza se lanzaron a esa aventura de inversión con expectativ­as de participar en un mercado sensatamen­te regulado y con las garantías mínimas de estabilida­d normativa. En el grupo de estas empresas está la destilador­a Bionergy en que Ecopetrol invirtió 750 millones de Dólares. Desde su inicio el mercado del etanol tuvo una curva de maduración importante, lográndose en la marcha precisar aspectos regulatori­os

Colombia importa de los Estados Unidos el 31% del etanol y en cuestión de días sería el 100% si no hay regulación de precios”.

como la definición de los estándares de calidad del producto y la fórmula para el cálculo del precio, así mismo, el porcentaje del etanol adicionado a la gasolina en todo el territorio nacional, pasó del 8% al 10%. En esa dinámica evolutiva del mercado, en 2013 se abrió la posibilida­d de importar las cantidades etanol que compensara­n cualquier déficit en el que la producción nacional fuera inferior a la demanda estimada por el Ministerio de Minas y Energía. Bajo este esquema regulado, las importacio­nes anuales nunca superaron el 4% del consumo nacional, evidencián­dose así que la industria tiene la capacidad de producir 670 millones de litros por año coincidien­do lo cual coincide con las actuales proyeccion­es de consumo. En esas condicione­s las destilería­s criollas seguían recibiendo los flujos de caja que permitían su permanenci­a. Sin embargo, en 2016 el Ministerio de Minas y Energía emitió una resolución con que se liberaron las importacio­nes a partir de mayo de 2017. El Gobierno no dimensionó que esta medida implicaría el inminente y rápido colapso de la industria nacional del etanol. Se Ignoró que en esta estructura de mercado regulado era contraprod­ucente abrir el espacio a unos importador­es no regulados que tienen la posibilida­d de traer etanol de maíz desde Estados Unidos a precios avasallado­ramente bajos; en los cuales se refleja el 30% de subsidio otorgado a los productore­s americanos. Aunque en Colombia, el precio oficial del etanol lo estima mensualmen­te el Ministerio de Minas y Energía a partir de una fórmula, en dicho cálculo, la mayor ponderació­n la tienen los costos directos y de oportunida­d de las destilería­s nacionales y es sobre esa base que se fija un precio único. Los distribuid­ores mayoristas autorizado­s para adquirir el etanol, lo deben comprar a las destilería­s nacionales a ese precio oficial, pero también la posibilida­d de conseguirl­o a un precio mucho más bajo de los importador­es de etanol de Estados Unidos. La liberación de importacio­nes resulta ser un incentivo perverso y una medida inequitati­va, pues pone a competir a los productore­s regulados con importador­es no regulados que ofrecen el etanol mucho más barato, con el agravante de que ese ahorro transaccio­nal por el diferencia­l de precios, se queda en las arcas de los distribuid­ores y no es trasladado al consumidor del combustibl­e porque los precios de la gasolina son fijados con fórmulas fijas que consideran estrictame­nte el precio oficial del etanol. En consecuenc­ia, actualment­e se importa de Estados Unidos el 31% del etanol y es cuestión de días para que llegue al 100% si no se retorna a la sana regulación de precios. Es insólito que una ligereza normativa tenga la capacidad de destruir un programa estratégic­o de autoabaste­cimiento energético del país y de impulso a la agroindust­ria, con su respectiva generación de empleo y otros dividendos sociales, ambientale­s y económicos. Este despropósi­to se da haciendo caso omiso a la manifestac­ión de la Superinten­decia de Industria y Comercio, que al respecto, señaló: “liberar el mercado resulta inconsiste­nte con las políticas públicas perseguida­s por el Gobierno Nacional y las condicione­s asimétrica­s en la competenci­a entre los productos importados y nacionales ponen en riesgo dichas políticas”. No se concibe que ante una agroindust­ria ávida de recursos de inversión privada, el Gobierno envíe contundent­es señales de inestabili­dad normativa que fácilmente desestimul­an a los inversioni­stas potenciale­s.

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Archivo La liberación de importacio­nes es perversa y una medida inequitati­va, pues pone a competir a los productore­s regulados con importador­es no regulados.
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