EL SEÑOR del arroz
Al celebrar los primeros 50 años de haber creado una de las más importantes empresas arroceras del país, Aníbal Roa Villamil le apuesta a la transformación digital, pero pide al Estado una mejor infraestructura de riego para el campo.
Mustafá, un atractivo, pero descorazonado jeque, que desde 1986 se ha colado en la cocina de millones de amas de casa colombianas, vive todavía muerto de la envidia porque Roa tiene más mujeres que él. Ataviado con su kufiyya (el pañuelo de cuadros que los árabes usan en la cabeza), aún suele salir en televisión para soltar aquella exclamación que hizo famoso su desasosiego para con el señor de los arroces: “¡Brrrr…!”. Pero Aníbal Roa Villamil no solo lo comprende, sino que además lo aprecia y lo defiende. “Mustafá llama la atención de todo el mundo y ninguno de los usuarios y distribuidores de nuestro arroz permite que se acabe”, explica.
Y tienen razón. Mustafá es el protagonista de la cuña publicitaria que ayudó a dar a conocer a la marca Arroz Roa, uno de los productos estrella de la empresa Molinos Roa, fundada el 17 de octubre de 1968 bajo el nombre de Rafael V. Roa V. Hermanos, y constituida por Rafael, Ramón Hernando y Aníbal Roa Villamil, en Neiva, Huila.
La firma nació casi una década después de que la familia arribara a esa capital detrás de negocios de compra de café y arroz. En dos años lograron construir su primer molino en el kilómetro tres de la carretera Neiva-campoalegre, con una capacidad de trilla de 35 bultos por hora. “Empezamos muy jóvenes –recuerda hoy el actual presidente de la compañía– y dejamos el café para dedicarnos de lleno al cereal”. A finales de 1968 empezaría la construcción de las instalaciones donde hoy funciona Molinos Roa.
La innovación los haría crecer aún más en este sector. En 1974 empezaron a vender arroz empaquetado en varias presentaciones, y para tal fin adquirieron cuatro máquinas empaquetadoras sencillas que se cargaban manualmente. Para este momento, el precio y presentación de las primeras ventas se hizo en arrobas, a 95 pesos, cada una , y poco después se lanzó la bolsa de 5 kilos, a 40 pesos la unidad.
La empresa siempre le ha apostado a estar a la vanguardia en tecnología. En 1992, por ejemplo, adquirió máquinas de selección electrónica para mejorar la presentación del cereal, lo mismo que pulidores y ‘descascaradores’ que mejoraron el rendimiento del grano entero. Lo anterior constituyó como líder a Molinos Roa S.A. en el mercado y el manejo de la industria molinera. Hoy, su presidente, en entrevista con Revista Portafolio, confirma la receta de su éxito. “Hay que estar siempre al día con la tecnología”, señala.
Después de esa historia de 50 años, cuando mira para atrás, ¿qué ve?
Empiezo a recordar la historia, con mis hermanos Rafael y Hernando, y
veo cómo empezamos muy jóvenes con el negocio del café y la panela. Y cómo descubrimos que en el Huila la producción de café era superior, por lo que nos fuimos para Neiva, en 1958. Allá dejamos el café y nos concentramos en el arroz.
¿Cómo hacían los tres hermanos para no ‘cruzarse los cables’?
Nunca tuvimos inconvenientes. Cada uno sabía sus fortalezas y debilidades, y además éramos muy unidos.
Cuando piensa en el país de aquella época, ¿cómo analiza esa evolución?
No existía la industria arrocera de hoy y, en la Colombia de esa época, si bien parecía haber menos problemas, la situación no era tan fácil. Un hijo mío estuvo 79 días secuestrado, tiempo que para mí fue como de 79 años. Menos mal que miembros del Gaula lograron rescatarlo, pero eso le cambia a uno la vida: nunca se olvida.
¿Cómo analiza lo que pasa con el proceso de paz?
Valía la pena intentarlo, aunque por ahora no le veo arreglo. La guerrilla está todavía en los campos y sigue secuestrando y extorsionando.
¿Por qué la situación no mejora?
Bueno, existe la esperanza de que este gobierno sea un poco más fuerte con la guerrilla y sí mejore.
“Me gustaría que hubiera más desarrollo en el campo que incluya más infraestructura de riego, con miras a que el país sea autosuficiente en arroz y una potencia agrícola”.
En los informes que usted recibe del Huila, un departamento que fue tan golpeado por la violencia, ¿las cosas están mejor, peor o igual?
Igual. Sigue la extorsión, según me cuentan los agricultores.
En medio de esa situación, ¿cómo hace, entonces, una empresa para apostarle al crecimiento y no perder el foco?
Hay que acoplarse y seguir adelante. Nosotros generamos 1.800 empleos directos y más de 8.000 indirectos, y toca apostarle al desarrollo de Colombia.
¿Hubo épocas de crisis en esos 50 años de historia empresarial?
No, la verdad no. O bueno, una vez nos pusieron una bomba que destruyó maquinaria en el molino de Campoalegre, eso nos afectó.
¿Cuál es el secreto del éxito de Molinos Roa para convertirse en una
de las empresas más importantes de Colombia?
El arroz es un producto de primera necesidad y nos esforzamos por brindar lo mejor de él. Pero, además, fuimos los primeros en sacar el producto empaquetado, por ejemplo. La calidad, el cumplimiento y la seriedad en los negocios han sido la clave.
¿Cree usted en endeudarse como estrategia para triunfar en los negocios?
Siempre he creído en el apoyo de los bancos y no le veo ningún inconveniente. Nunca nos han negado un préstamo.
Siendo una empresa de origen familiar, ¿cómo manejan ese tema tan complicado en el campo de los negocios?
Desafortunadamente, mi hermano mayor murió en un accidente en 1985 y el otro falleció en el 2011. Les compré los derechos a los herederos y nunca ha habido inconvenientes.
Usted vive fuera de Colombia, pero está siempre encima del negocio…
No puedo alejarme de la organización de esta empresa. Estoy afuera 15 o 20 días de cada mes, pero nunca la dejo: no puedo, es un asunto personal.
¿A qué se debe que Colombia no sea autosuficiente en materia de arroz?
Al país le falta un sistema eficaz de irrigación y carece de zonas en dónde cultivar el grano. Sufre también problemas de semillas. El déficit que tiene Colombia la obliga a importar cerca de 350.000 toneladas al año.
¿Eso es fuente de tensiones en el sector?
No las siento. El productor sabe que el país es deficitario y por eso no afecta a los agricultores.
A raíz del TLC con Estados Unidos, tarde o temprano habrá una apertura en el mercado. ¿Eso le inquieta?
No deja de preocuparnos un poco, pero si se mantienen los precios, no hay problema. Lo que les toca a los agricultores aquí es ser más eficientes.
¿Y ellos están haciendo la tarea?
Muy poquito, pero tienen que hacerla bien. Deben aplicar más tecnología, por ejemplo, para que haya más productividad por hectárea.
¿Por qué Roa quiere constituirse más como una empresa de alimentos que de solo arroz?
Además del arroz, existen productos como el café y el atún que se encuentran dentro de la cadena de alimentos que interesan a nuestros clientes. El atún lo importamos de terceros y, para el caso del grano, tenemos una trilladora y una tostadora que nos realizan el proceso.
¿Cómo ve la empresa en 10 años?
Uno busca ir desarrollándose, de acuerdo con las necesidades. Por ejemplo, acabamos de adquirir un nuevo molino en Pore, adelante de Yopal, Casanare, porque la zona lo ameritaba. La idea es, repito, desarrollarse según las necesidades del mercado y donde el agricultor lo precise.
¿Se le ha pasado por la cabeza algún tipo de internacionalización?
Por ahora no. Con lo que estamos haciendo en este momento en el país estamos cumpliendo la tarea.
¿Recuerda que la empresa haya cometido errores que le hubieran servido para algo?
No. Por fortuna, no.
¿Lee usted muchos números, cifras y estadísticas sobre el negocio, o prefiere hablar directamente con sus colaboradores?
Hay que hacer ambas cosas.
¿Es usted un jefe bravo?
No. Nunca me ha gustado pelear. Los colaboradores son quienes ayudan a sacar adelante una empresa.