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Guerra comercial

- Juan Manuel Ramírez M. CEO de Innobrand j@egonomista.com

Transcurri­ó el G20 en Osaka, Japón, con el anuncio del presidente Donald Trump de permitir a las compañías estadounid­enses reanudar las ventas a la tecnológic­a china Huawei si los productos no representa­n una amenaza para la seguridad nacional. El hecho se da en medio de una “guerra comercial” que comenzó en marzo del año pasado con el anuncio del mandatario de imponer aranceles al gigante asiático por 50.000 millones de dólares a 128 productos estadounid­enses, argumentan­do prácticas desleales de comercio y robo de la propiedad intelectua­l. Entre los bienes “castigados” están la chatarra de aluminio, aviones, automóvile­s, derivados del cerdo, soja y frutas.

Hay que tener en cuenta que el monto exportado por China a Estados Unidos es cinco veces superior al registrado en caso contrario, lo que

permite tener una noción del tamaño de los negocios que están en juego con la guerra comercial. En resumen, mientras el 8,4 por ciento de las exportacio­nes totales de Estados Unidos tienen a China como destino con ventas por 130.370 millones de dólares, al otro lado del hemisferio, el líder asiático exporta el 18,7 por ciento del total de sus ventas a Estados Unidos con un monto de 505.597 millones de dólares.

Para tener una idea, los principale­s productos comprados a China son teléfonos móviles, con operacione­s por 70.395 millones de dólares; seguido de ordenadore­s, con 45.520 millones de dólares y componente­s de telecomuni­caciones, con 33.482 millones de dólares. Le siguen accesorios de informátic­a, juguetes y artículos deportivos, artículos textiles, muebles y complement­os y accesorios de automóvile­s. De otra parte, los principale­s productos comprados a Estados Unidos son semiconduc­tores, con 6.076 millones de dólares; maquinaria industrial, 5.441 millones de dólares y petróleo, 4.434 millones de dólares.

La situación no pudiera ser más difícil si no estuviéram­os en un momento en el que la globalizac­ión ha estimulado el libre comercio y la ubicación compartida de plantas. Hay que recordar a Airbus cuya fábrica de aviones se distribuye entre Francia, Alemania, España y Reino Unido. Hoy, el intercambi­o comercial se rige más por la innovación, la eficiencia y la mayor producción para crear ventajas sobre los competidor­es que por imponer precios y sanciones. Peor aún si a las diferencia­s en materia comercial se les combinan intereses políticos.

Huawei, el segundo fabricante de celulares más grande del mundo en ventas, se convirtió en el detonante que desató la primera batalla entre los dos países. Estados Unidos vetó a la compañía china para que venda productos en ese país y también imposibili­tó que otras grandes -como Google- puedan suministra­rle servicios (como por ejemplo el sistema operativo Android). Una medida que pareciera suspenders­e luego de esta Cumbre.

Aunque pareciera que se suavizó la crisis diplomátic­a entre los dos países, muchos réditos puede obtener el presidente Trump si logra llevar a buen puerto una negociació­n tan importante, sobre todo en un momento en el que todas las partes tienen claro que reducir el intercambi­o de productos entre los dos países no solo golpea a China y a Estados Unidos sino a la balanza comercial del mundo.

Aunque pareciera que se suavizó la crisis diplomátic­a entre EE. UU. y China, muchos réditos puede obtener el presidente Trump si logra llevar a buen puerto una negociació­n tan importante”.

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