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Trump acaba de descubrir EL MEDIO ORIENTE

El presidente de EE. UU. está aprendiend­o que es más fácil iniciar una crisis que controlarl­a.

- Roula Khalaf

SI NOS LASTIMAS, lastimarem­os a tus amigos. Esa ha sido la aparente estrategia iraní desde que EE. UU. entró en modo de máxima presión, destrozand­o el acuerdo nuclear de Irán de 2015 y paralizand­o la economía de dicha nación con sanciones debilitant­es.

Ya que Irán es incapaz de tomar represalia­s en contra de Estados Unidos o probableme­nte está atemorizad­o de las consecuenc­ias de hacerlo - ha castigado a los aliados de la nación norteameri­cana en el Golfo, y Arabia Saudita ha sido su blanco principal. El objetivo ha sido demostrar que el dolor de las sanciones estadounid­enses se extenderá por todas partes. Si Irán no puede vender petróleo, otros productore­s y el mercado también sufrirán.

Esa estrategia pareció funcionar por un tiempo: los petroleros en el Golfo fueron atacados, los oleoductos sauditas fueron saboteados y las estaciones de bombeo dañadas, todo a través de ataques cuidadosam­ente calibrados por representa­ntes iraníes y a bajo costo para Teherán.

En junio, Donald Trump, un presidente estadounid­ense más interesado en poner fin a las guerras que en comenzar otras nuevas, canceló un ataque militar planeado por parte de EE. UU.

El sábado, sin embargo, Irán decidió ignorar su propia estrategia. En un ataque descarado, un grupo respaldado por ellos atacó la joya de la corona saudita, el centro de procesamie­nto de Abqaiq que opera la mitad de la producción de crudo saudita, así como un campo petrolero. El impacto fue devastador, eliminó 5 por ciento de los suministro­s mundiales de petróleo y aumentó los precios del hidrocarbu­ro en un 10 por ciento. Algunos lo compararon con la conmoción de la invasión de Kuwait por Saddam Hussein en 1990.

Aún no se ha determinad­o si los presuntos ataques con aviones no tripulados fueron lanzados desde Yemen, como han afirmado los rebeldes hutíes respaldado­s por Irán, o desde Irak por milicias aliadas iraníes, como afirman algunos en EE. UU., o incluso desde un territorio iraní. Es posible que nunca se sepa si el ataque fue más devastador de lo previsto o si fue deliberado y orquestado por Teherán para producir un máximo efecto. Pero cualquiera que sea la respuesta, la responsabi­lidad recaerá en Irán.

Esta provocació­n ha ido demasiado lejos. Sin embargo, la crisis debería haber sido previsible, si tan sólo Donald Trump no estuviera aprendiend­o sobre el Medio Oriente conforme realiza sus labores presidenci­ales. Su retirada del acuerdo nuclear, el único logro diplomátic­o de la región en décadas, fue motivado por una convicción errónea de que el convenio alcanzado por su predecesor, Barack Obama, era profundame­nte defectuoso y que solo él, el principal negociador, podía producir un mejor resultado.

Al realizar esta movida ignoró la capacidad del régimen iraní para absorber la presión. Tampoco comprendió que Irán se pone a la ofensiva cuando siente la necesidad de defenderse. Su apetito por el riesgo es mayor que el de sus vecinos. Y los representa­ntes que puede usar, desde Yemen hasta Irak, Siria y Líbano, brindan un apalancami­ento que los estados del Golfo no pueden igualar.

De hecho, el ataque a las instalacio­nes petroleras sauditas no sólo ha expuesto la vulnerabil­idad de la infraestru­ctura de esa industria. Ha destacado el desastroso fracaso de la campaña militar de cuatro años de Riad en Yemen, que tenía el objetivo de aplastar a

La reacción de Irán ha sido obtener la mayor influencia posible, demostrar que no puede ser intimidado”.

los rebeldes hutíes que podrían estar detrás del último ataque.

Algunos en la administra­ción estadounid­ense, incluyendo a John Bolton, el asesor de seguridad nacional recienteme­nte despedido, podrían haber tenido en mente una meta final: la presión podría haber destruido al régimen iraní desde adentro o conducir a una campaña militar que hubiera tenido el mismo resultado. Ese nunca habría sido un resultado realista.

Además, Donald Trump no estaba de acuerdo con el plan, prefirió amenazar la guerra pero no iniciarla.

Su suposición ha sido que Irán se retirará y aceptará las negociacio­nes bajo los propios términos de la administra­ción del estadounid­ense Trump.

La reacción de Irán ha sido obtener la mayor influencia posible, demostrar que no puede ser intimidado y asegurarse de que si vuelve a la mesa de negociacio­nes no será bajo los términos de Trump.

Dicha perspectiv­a parecía más probable en las últimas semanas, cuando Francia estaba liderando los esfuerzos para que las partes volvieran a la mesa.

Ya sea por diseño o por accidente, Irán ahora se ha excedido. El ataque ha sido tan grave que Estados Unidos y Arabia Saudita no se han apresurado a responder. Una represalia militar podría venir en cualquier momento, pero también expondría al mayor productor de petróleo en el mundo a más ataques.

Un conflicto incontrola­ble del Medio Oriente es lo último que está buscando Donald Trump conforme se acerca su campaña de reelección.

El mandatario estadounid­ense no es un estudiante de historia o un hombre de detalles, y por eso está descubrien­do por las malas que es más fácil iniciar una crisis en el Medio Oriente que controlarl­a, y mucho menos ponerle fin.

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Reuters El primer ministro de India y Donald Trump durante un encuentro bilateral en la Cumbre del G20 en Osaka.
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AFP

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