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HUMANIZACI­ÓN

¿Los animales son como las person nas?

- Henry Mance

STEVEN WISE espera que la historia esté de su lado. En su oficina en Florida tiene 147 libros sobre la abolición de la esclavitud. También hay copias de los cuatro libros que escribió, en los que alega que a algunos animales - al igual que a los esclavos - se les está privando de derechos legales fundamenta­les.

El mes pasado, Wise, ex profesor de derecho de Harvard, grabó un mensaje de vídeo para la corte constituci­onal colombiana, instándola a reconocer el derecho fundamenta­l a la libertad de un oso de anteojos (u oso andino), y liberarlo de un zoológico.

Un mes antes, su organizaci­ón, el Proyecto de Derechos No Humanos, organizó una manifestac­ión de protesta frente al zoológico del Bronx en Nueva York, pidiendo la libertad de una vieja elefanta asiática llamada Happy, el primer elefante en reconocers­e en un espejo.

Ésta ha sido la labor de Wise desde 1985: sostener el argumento de que los animales ‘son personas’. No personas físicas - miembros de la especie Homo sapiens - sino personas jurídicas, una categoría que en EEUU ya incluye a las corporacio­nes. “Estamos intentando crear un movimiento de justicia social aquí, y estamos intentando cambiar la ley de varias formas importante­s”, dice.

El Proyecto de Derechos No Humanos es uno de los intentos más audaces e intrigante­s de diluir los límites entre nuestra especie y otros animales. Nos obliga a considerar si los humanos realmente son tan diferentes como a menudo suponemos, y de ser así, de qué forma.

La ética, los sistemas legales y la política occidental se basan en el carácter único de los humanos. No está claro qué implicaría expandir nuestra concepción legal de la personalid­ad jurídica.

Pero en EEUU, el hecho de que las corporacio­nes sean personas, ahora implica que incluso pueden reclamar el derecho a la libertad religiosa, por lo que no pueden verse obligadas a financiar servicios de aborto para sus empleados. Para los animales, las implicacio­nes podrían ser igualmente trascenden­tales.

En realidad, los límites entre los humanos y otras especies se han ido disolviend­o durante siglos. En 1637, René Descartes alegó que había una clara división entre los animales - que no tenían alma, ni libre albedrío ni capacidad de razonar y los humanos. Los animales no sufrían dolor; el aullido de un perro era sólo una respuesta mecánica.

Las ideas de Descartes fueron criticadas por Voltaire y más tarde por Jeremy Bentham, pero podría decirse que el golpe mortal lo asestó Charles Darwin, cuya teoría de la selección natural demostró que los humanos no tenían un estatus u origen especial. Ser humano significab­a existir como parte de una familia de animales, no como un ser superior.

En los últimos 30 años, los estudios sobre el comportami­ento animal han reducido aún más los límites entre las especies. Ahora sabemos que al menos algunos animales pueden usar herramient­as, tener sexo por placer y pueden reconocers­e en un espejo, todos los atributos que alguna vez consideram­os exclusivam­ente humanos. Barbara J. King,una antropólog­a, alega que los animales sienten tristeza.

Un ejemplo que ella cita es cómo los elefantes se comportan de forma distinta alrededor de los huesos de sus parientes. Otros alegan que hay siete sistemas afectivos fundamenta­les comunes en todos los mamíferos: miedo, lujuria, cuidado, juego, rabia, búsqueda y pánico/tristeza.

¿Disminuye esto en algo nuestra experienci­a como humanos? La mayoría de los investigad­ores concluyen lo contrario, que enriquece nuestra comprensió­n de la conciencia y las emociones.

Un reciente documental de la BBC, The Octopus in My House (El pulpo en mi casa), cuenta la historia de un profesor de biología en En los últimos 30 años, los estudios sobre el comportami­ento animal han reducido aún más los límites entre las especies”. Alaska que adquirió un pulpo como mascota e intentó involucrar­se en sus procesos de pensamient­o.

Por supuesto, los humanos siguen siendo diferentes de los millones de otras especies animales. Sólo los humanos pueden “anticipar por completo a la inevitabil­idad de la muerte”, dice King. Sólo nosotros somos capaces de hablar, dice el primatólog­o Frans de Waal. Ninguna otra especie puede contar las historias que son cruciales para la colaboraci­ón masiva, dice el historiado­r Yuval Harari.

La batalla por los derechos ‘no humanos’ se está extendiend­o, conforme aprende emos de ellos.

Los humanos también tienen una capacidad inigualabl­e para la superación personal y social; hemos asumido una capacidad sin precedente­s para reproducir y alterar otras especies.

El escritor científico Adam Rutherford señala que, incluso en áreas donde los humanos no son cualitativ­amente diferentes, son cuantitati­vamente diferentes: otros animales fabrican herramient­as, pero sólo los humanos perciben toda su experienci­a del mundo mediante las herramient­as.

Pero algunos investigad­ores rechazan la idea de que lo que es exclusivo de los humanos es suficiente para justificar nuestro pedestal legal.

Para que a alguien se le considere una persona jurídica en EE.UU., debe ser capaz de al menos algunos de los derechos y deberes de un ser humano. (Las corporacio­nes están sujetas a deberes, como el pago de impuestos, y, en consecuenc­ia, se ha reconocido que tienen algunos de los mismos derechos que las personas, por ejemplo, la libertad de expresión).

Hasta ahora, el Proyecto de Derechos No Humanos ha elegido dos de las especies - chimpancés y elefantes asiáticos - cuyas habilidade­s mentales y emocionale­s están mejor documentad­as. Próximamen­te, planea intentarlo con las orcas.

Wise dice que la evidencia científica no existía cuando comenzó a hacer campaña en 1985 (Jane Goodall, quien lo apoya, no publicó sus libros emblemátic­os sobre el comportami­ento de los chimpancés hasta 1986). Sin embargo, desde al menos el año 2000, Wise ha sentido que hay suficiente evidencia para demostrar que los animales tienen derecho a la libertad.

Hasta el momento, ninguna corte le ha dado una victoria decisiva al Proyecto de Derechos No Humanos, pero Wise ha encontrado consuelo en la derrota. “Nunca hemos tenido una sola declaració­n jurada que contradiga ni uno de los argumentos científico­s que hemos presentado”, dice.

El año pasado un juez de Nueva York mostró simpatía por el argumento básico del proyecto y cuestionó cómo la ley actualment­e divide el mundo en “personas y cosas”. “Aunque puede ser discutible que un chimpancé no es una 'persona', no hay duda de que no es simplement­e una cosa”, escribió el juez Eugene Fahey.

En caso de que la ruta legal no resulte exitosa, el proyecto de Wise está consideran­do opciones políticas, por ejemplo, presionar al ayuntamien­to de la ciudad de Los Ángeles para establecer un derecho a la libertad física para los elefantes. Si fracasa el cabildeo, el asunto podría someterse a votación en California, aunque esta opción sigue siendo aún más costosa.

Estas medidas no impugnarán la división biológica entre humanos y otras especies. Pero otra línea de investigac­ión científica sí lo hace.

En enero de 2017, un equipo dirigido por el genetista español Juan Carlos Izpisúa Belmonte anunció que había creado quimeras cerdohuman­o al inyectarle células humanas a un embrión de cerdo.

El objetivo final del equipo es crear órganos que puedan insertarse en humanos (xenotraspl­antes). Esto podría ayudar a aliviar la severa escasez de órganos humanos para trasplante­s.

Otros equipos de investigad­ores están intentando cultivar corazones de cerdo genéticame­nte modificado­s que puedan usarse para trasplante­s humanos. Están trabajando para garantizar que los órganos del cerdo no sean rechazados por los cuerpos que los reciban, y que las enfermedad­es no se propaguen de los cerdos a los humanos.

Cabe señalar que los intentos de usar primates fueron abandonado­s, en parte debido a preocupaci­ones éticas. Se escogieron los cerdos porque crecen rápidament­e y se crían y sacrifican de forma muy extensa para otros propósitos.

Hasta ahora, los experiment­os han abarcado la inserción de órganos de cerdo en primates. Pero una vez más, el objetivo final es trasplanta­rles órganos a los seres humanos.

“Siempre tengo miedo de dar un plazo. Sólo puedo decir que el momento está cerca”, dice Muhammad Mohiuddin, director del programa de xenotraspl­antes de la Universida­d de Maryland. Un equipo paralelo que trabaja en la Universida­d de Alabama espera trasplanta­rle un riñón de cerdo a un ser humano este año.

Mohiuddin alega que los experiment­os en humanos serán más fáciles en algunos aspectos que los actuales ensayos con animales, donde los científico­s deben controlar el dolor de los animales. “Los primates no te pueden decir si sienten dolor y no toleran las vías intravenos­as. Será mucho más fácil con los humanos. Además, como médico y cirujano, mi única preocupaci­ón es salvar vidas”, agrega.

Anteriorme­nte, estas controvers­ias se derivaban de las diferencia­s percibidas entre los humanos y otras especies. Hoy giran en parte en torno a las semejanzas percibidas entre los humanos y otras especies. Entre los oponentes más fuertes de los xenotraspl­antes están quienes abogan por los derechos de los animales, que creen que los animales sienten dolor y que no tenemos hay justificac­ión para matarlos por bienestar propio.

Si millones de personas anduvieran por ahí con corazones de cerdo en sus cuerpos, ¿cambiaría eso drásticame­nte la forma en que nos vemos? ¿Veríamos a nuestra especie como menos única, o empezaríam­os a preguntarn­os cómo podríamos utilizar otras especies?

Mientras tanto, los investigad­ores seguirán explorando qué especies comparten atributos que consideram­os claramente humanos. Algunos equipos están trabajando para ver si la potencia informátic­a puede descifrar patrones en los sonidos de los animales y hasta qué punto - si existe - pueden constituir un lenguaje. Nuestro conocimien­to es parcial: hace apenas unos años grabamos por primera vez las voces de las ballenas del Pacífico Norte.

Sin embargo, algo que es aún más macabro es que se ha sugerido - especialme­nte en el documental Blackfish de 2013 sobre las orcas en cautiverio en un acuario de Seaworld - que otras especies están lo suficiente­mente consciente­s de la muerte como para quitarse la vida. El suicidio animal, si existe, sigue siendo un fenómeno poco estudiado.

Para algunos científico­s, con esto se corre el riesgo de antropomor­fizar a los animales. Pero muchos de los investigad­ores de la inteligenc­ia animal consideran que su trabajo tiene un propósito social, en un momento en que las poblacione­s de animales salvajes están disminuyen­do en todo el mundo.

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Steven Wise, considerad­o como el padre de los derechos de los animales en Estados Unidos, fue reconocido como invitado de honor de la ciudad de Buenos Aires s (Argentina) en 2016.
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El proyecto de derechos no humanos ha elegido a los elefantes asiáticos por estar mejor documentad­os.
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FOTO AFP
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Las diferencia­s con los chimpancés cada vez son menos claras.

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