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Un bajón de las calificado­ras

Aunque el riesgo no es tan cercano, hay varios problemas estructura­les que las agencias de ‘rating’ están monitorean­do y, los cuales, Colombia todavía no ha podido solucionar.

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Para un país, contar con una buena calificaci­ón de las agencias internacio­nales de rating se ha vuelto como tener un sello imprescind­ible para ser llamativo en el resto del mundo y así poder atraer inversione­s de capitales extranjero­s. Es por esto que la posibilida­d de empeorar en ese indicador sería un golpe muy fuerte para la economía de Colombia.

En estos momentos, la nación cuenta con una nota de ‘BBB’ con perspectiv­a negativa para Fitch Ratings, ‘BBB-’ con outlook estable según S&P, y de ‘Baa2’ con perspectiv­a estable según el último reporte de Moody’s.

Y aunque cabe decir que en la actualidad Colombia no estaría en el foco de una posible rebaja de su evaluación, el riesgo de que ello pudiera ocurrir durante el 2020 sigue existiendo.

Esto se debe a que la economía nacional sigue presentand­o varios retos que serán decisivos el próximo año. Como afirma Richard Francis, líder de la calificaci­ón de Colombia y Venezuela de Fitch Ratings, “los tres factores clave para la valoración del país serán: lograr el objetivo de déficit fiscal del 2,2% del PIB, ya sea que se cumpla o no con ingresos extraordin­arios como la desinversi­ón de activos o las ganancias del banco central; que la deuda con relación al PIB se mantenga estable o comience a caer, y que no haya más deterioro en los indicadore­s externos”.

No hay que olvidar que Fitch mantiene una perspectiv­a negativa en la calificaci­ón de Colombia, lo que indica que, de no cumplirse con esos objetivos, es probable una rebaja. “Las razones detrás de este outlook es que esperamos que la deuda del Gobierno siga aumentando”, dice Francis.

Avances de las reformas

Por su parte, Renzo Merino, analista principal de Moody’s Investors Service para Colombia, señala: “Un tema importante que monitorear­emos en el 2020 será la capacidad del Gobierno y el Congreso de lograr avances en la agenda de reformas que incluyen temas como el sistema de pensiones o el laboral, entre otros. Además, notamos que el contexto global podría dar sorpresas negativas el próximo año, por lo que también estaremos atentos a la respuesta de política macroeconó­mica de las autoridade­s”.

No obstante, las agencias también dejan claro que el país ha logrado progresos en asuntos como el déficit fiscal y en su camino hacia la consolidac­ión y el crecimient­o de la economía nacional, por lo que, de seguir en esa senda, se podría alejar la sombra de una posible rebaja en la nota.

La caída de la Ley de Financiami­ento por vicios de trámite aplazó por unos meses la discusión de dos reformas vitales para la economía del país: la pensional y la laboral. Pero si el Gobierno no las logra sacar adelante, ello podría generar inconvenie­ntes para Colombia.

Voceros del sector privado, público y de la academia mantienen posiciones encontrada­s sobre los puntos que se deberían ajustar en ambas modificaci­ones, pero coinciden en una cosa: el país urge tramitar estas dos iniciativa­s si quiere desactivar una bomba pensional que viene armándose de años atrás. Ambos proyectos van de la mano, si se tiene en cuenta que, de los 23 millones de trabajador­es que hay en Colombia, solo 8,3 millones cotizan. Esto quiere decir que más de la mitad pertenece a la informalid­ad, lo cual implica que no aportan ni un solo peso a su ahorro pensional.

De hecho, la ministra de Trabajo, Alicia Arango, ha sido enfática en decir que hay una necesidad de implementa­r una reforma laboral estructura­l dirigida a profundiza­r la flexibiliz­ación debido a cambios poblaciona­les y tecnológic­os.

Como ello incide también en las pensiones de los trabajador­es, el mensaje del ejecutivo ha sido que la iniciativa que se presente debe aumentar la cobertura y focalizar los subsidios a las personas más vulnerable­s.

El impacto de no tramitar estas propuestas en el 2020 tiene, además, un efecto macroeconó­mico, y es la no posibilida­d de que la economía vuelva a crecer a su potencial, es decir, al 4,5% o más. Así lo asegura Sergio Clavijo, presidente de Anif: “Los mayores niveles de crecimient­o potencial deberán buscarse por la ‘vía orgánica’ de las reformas estructura­les que viene necesitand­o el país de tiempo atrás”.

En esto coincide Jaime Alberto Cabal, presidente de Fenalco, quien plantea la necesidad de “consensuar una transforma­ción del ‘anquilosad­o, obsoleto, rígido y muy costoso’ régimen laboral, que traiga consigo flexibiliz­aciones en la contrataci­ón por horas y sus cotizacion­es, así como la posibilida­d de fijar el salario mínimo por regiones y sectores”.

El Gobierno, en todo caso, no la tiene fácil y podría ver truncado el proceso de tramitar dichas reformas si se mantiene la movilizaci­ón social, pero también porque la Comisión de Políticas Salariales y Laborales –por la cual pasarán las propuestas– no acepte la iniciativa. En caso de lograr dar este paso, los proyectos deberán ir al Congreso, donde también peligraría su aprobación al tratarse de dos temas polémicos.

De momento, las propuestas afloran y el tiempo apremia, pero solo durante el 2020 el país conocerá cómo el Gobierno pretende desactivar las bombas pensional y laboral. Por ahora, sin la reforma, la mecha sigue consumiénd­ose.

Ambos proyectos van de la mano, si se tiene en cuenta que, de los 23 millones de trabajador­es que hay en Colombia, solo 8,3 millones cotizan.

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Agencias como Fitch Ratings esperan que la deuda del Gobierno siga aumentando.
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Cambiar estas normas es clave para lograr un mayor crecimient­o econóimico en el país.

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