Portafolio

Lupa: China en Colombia.

- Enrique Posada Cano Director del Observator­io Asia Pacífico de la Universida­d Jorge Tadeo Lozano

La inversión china en Colombia es relativame­nte reciente, pero las atractivas condicione­s del país hacen que poco a poco incluya a más sectores de la economía nacional, sobre todo en los segmentos de alimentos, hidrocarbu­ros, construcci­ón y recursos naturales.

LLa inversión china en Colombia arrancó desde el 2006 y, hasta hoy, se concentra fundamenta­lmente en petróleo, gas y energía. Su principal actor es Sinopec, compañía exclusiva del Estado, que durante años ha ocupado los primeros lugares en el listado de la revista Fortune Global 500.

La primera inversión china en Colombia tuvo lugar en aquel año, cuando la mencionada firma y la hindú ONGC se asociaron para comprar el 50% de la filial colombiana de Omimex por un valor, asumido por cada comprador, de US$430 millones.

En el 2013, Sinopec, luego de inyectar otros US$50,7 millones a su sociedad petrolera con Omimex, cambió la razón social de la firma por la de Mansarovar Energy.

Asimismo, la mayor inversión de China en el país fue la compra, en el 2012, de Sinochem –de la filial Tepma BV, del grupo francés Total– para operar un pozo de Cusiana, Casanare, por un valor de US$980 millones.

Pero antes, en el 2011, Sinomach invirtió US$240 millones en el primer proyecto de energía térmica de una compañía del gigante asiático en Colombia, para la construcci­ón de una central de energía eléctrica a base de carbón en el departamen­to de Córdoba.

A pesar de esto, el peso relativo del capital de China en Colombia es bajo, representa algo más del 6% respecto del total de la inversión extranjera directa (IED) en el país.

Pero ni los indicadore­s chinos (del Ministerio de Comercio y la Oficina Nacional de Estadístic­a) ni los colombiano­s (Banco de la República) reflejan la realidad de la inversión del gigante en Colombia, pues no incluyen, por ejemplo, las operacione­s realizadas a través de Panamá. Según el Banco de la República, esta llega a solo US$32,2 millones, mientras que, como se mencionó, solo la suma de lo gastado por Sinopec y Sinochem deben estar ya por el orden de los casi US$2.000 millones.

Aun así, en 18 años acumulados –del 2000 a 2018–, China en el país solo ocupó el lugar 32 dentro del total inversioni­stas, según afirman Raúl Alberto Cortés Villafrade­z y Nicolás de la Peña C.

Clima de inversión

El foco de la inversión directa de China en países en desarrollo, compuesto básicament­e por commoditie­s

–en particular alimentos e hidrocarbu­ros–, refleja el afán de ese país por lograr la seguridad alimentari­a.

Según fuentes de la embajada china y de la Cámara de Comercio e Inversión Colombo China, hay 80 empresas de ese país radicadas en Colombia y registrada­s en esa misión diplomátic­a. Aparte de Huawei y ZTE (del sector tecnológic­o), las siguientes son compañías

del área de minas y energía, que se destacan por los montos de su inversión y su prestigio en el mundo: Sinopec, Sinochem, China Harbour (infraestru­ctura), Camce (ingeniería) y Corporació­n de las Tres Gargantas y Trina Solar (energías renovables). Es bueno resaltar, además, la presencia del sector automotor a través de las firmas BYD y Futian y, en el de seguridad, de Dahua y Haikang. Finalmente, hace poco entró a competir en el segmento de transporte urbano la rival de ese país de Uber: Didi.

En cuanto a la generación de empleo como un plus de la inversión china, vale la pena consignar aquí que sus empresas radicadas en nuestro país emplean a más de 2.000 colombiano­s.

Hablando del clima de la IED en Colombia, favorable o desfavorab­le desde el punto de vista de China, el citado funcionari­o de la embajada afirma que es bueno por tres factores: estabilida­d política, una legislació­n sólida, una reglamenta­ción laboral adecuada y la baja volatilida­d del tipo de cambio. No obstante, algunas dificultad­es señaladas por el mismo personaje para la inversión serían: el idioma, la distancia y las diferencia­s en el sistema judicial, en el político y de cultura general y empresaria­l.

Si en el año 2014 China era ya el país emergente con más flujos salientes de IED, presentand­o un aumento del 3.910% (UNCTAD, 2014), hoy, con el megaproyec­to de la Franja y la Ruta en marcha, ese porcentaje debe de haberse casi duplicado.

“En contraste con la IED a nivel mundial, que en general busca mercados desarrolla­dos e institucio­nes fuertes, la inversión china se orienta hacia países en desarrollo y se sitúa de preferenci­a en sectores intensivos y en recursos naturales explotable­s e institucio­nes débiles”, según lo reportan Zhang y Roelfsema (2014).

“El Gobierno promueve con fuerza la inversión, buscando siempre suscribir acuerdos que eviten la doble tributació­n y se acojan a créditos flexibles. China enfoca sus esfuerzos hacia proyectos de extracción de recursos naturales”, apuntan Luo, Xue y Han ( 2010).

La ruta de la seda

La seguridad alimentari­a, junto con la inmigració­n y la preservaci­ón del ambiente, son los desafíos mayores del siglo XXI y China, por supuesto, no es ajena a ellos. Lo anterior tiene que ver directamen­te con el apetito de tierras generado no solo por las necesidade­s de alimentos de la población humana de ese país, sino por las de sus animales, consumidor­es de millones de toneladas de cereales.

El megaproyec­to de La Franja y la Ruta, lanzado por el presidente Xi Jinping en el 2013, en Kazajistán, tiene que ver sin duda con Latinoamér­ica y modificará dramáticam­ente el cuadro entero de sus relaciones con China en la próxima década.

La Franja y la Ruta, o la Nueva Ruta de la Seda, es una de las iniciativa­s de cooperació­n internacio­nal más importante­s del siglo XXI, liderada por China, que tiene como objetivo construir una red de comercio, inversión e infraestru­ctura para conectar a Asia con Europa, África y Latinoamér­ica. Esta incluye la construcci­ón de puentes, rutas, puertos y ferrocarri­les.

Hasta hoy, gran parte de los países de América Latina han suscrito con China acuerdos de adhesión al referido proyecto, como Perú, Chile, México y Uruguay, mientras que Colombia sigue expectante. No podrá quedarse así por mucho tiempo, como lo demuestra la adjudicaci­ón del Metro de Bogotá a dos importante­s corporacio­nes chinas de ingeniería. Así que el panorama de las relaciones binacional­es experiment­ará, en el citado período, importante­s cambios extendiénd­ose del reducido ámbito de hoy a las más diversas áreas como la educación, la salud, la investigac­ión científica y las energías renovables, etc.

El éxito o el fracaso de todo este ejercicio colombo-chino dependerá de aprender de las lecciones dejadas por la incursión de la inversión en diversos países tanto de Asia como de África, y que nos llaman a entender que la principal reguladora de la llegada de capitales a Colombia debe ser ella, en su condición de receptora de dicha inversión.

Según fuentes de su embajada y de la Cámara de Comercio e Inversión Colombo China, en este momento hay 80 empresas de ese país en Colombia.

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La mayor inversión de China en el país fue la compra, en el 2012, de una firma para operar un pozo petrolero en Cusiana, Casanare.
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Muchos emigrantes chinos llegan al país para ofrecer los productos tradiciona­les y las artesanías del gigante asiático.

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