Un remezón
Un remezón es lo que está experimentando el comercio internacional y muchas cadenas de producción por estos días. De una parte, los costos del transporte marítimo se han disparado, creciendo hasta un 400 % por cuenta de las congestiones portuarias especialmente en China y en Estados Unidos, con la consecuente escasez de contenedores disponibles.deotraparte,algunosproductoscomolosautomóviles en las fabricas de occidente ven aumentar sus inventarios sin poder despacharlos, por cuenta de la falta de los chips que requieren los automóviles modernos. Y este tema de los chips impacta de manera sustancial la producción de infinidad de productos que, en este mundo digital, dependen completamente de su existencia para funcionar.
Sin duda, el disparador de estas situaciones fue la pandemia. En el caso de los chips, cuando empezó el problema muchas empresas cancelaron sus órdenes de compra pensando que la caída en ventas iba a ser muy grande y en productos como automóviles así ocurrió en los primeros meses. Pero la demanda por chips explotó ante el crecimiento de los pedidos de productos de tecnología, que son los que nos han permitido enfrentar la llamada ‘nueva normalidad’. Problemas en algunas plantas de producción en Asia han dificultado la normalización de la oferta, pero también quedó en evidencia la altísima dependencia que muchos productores de diferentes bienes en occidente tienen de productores de chips en Asia y en particular de la China.
Como bien lo analiza Thomas Friedman en un artículo reciente en el New York Times, esta parte del mundo y Estados Unidos en particular, después de su frustrada guerra contra el terrorismo en el medio oriente, va a tener que mirar con profundidad y con toda la atención el tema de su relación con China. Durante los últimos cuarenta años de auge de la globalización una de las consecuencias fue la de una gran dependencia de ese gigante que es China que, si bien en un inicio ofrecía muchos bienes de baja tecnología que favorecieron al consumidor estadounidense, cada vez compite en más campos y crea dependencia de productos esenciales en este mundo caracterizado por la digitalización y la tecnología. Que coincidan Biden y Trump en endurecer sus posiciones frente a China refleja la complejidad y los alcances del problema.
Problema que es más profundo cuando se recuerda que son los chinos los mayores tenedores de los títulos de la deuda pública norteamericana y que, de otra parte, están promoviendo con mucha fuerza toda una estrategia de comunicaciones terrestres y marítimas, como parte de la llamada Nueva Ruta de la Seda, que incorpora ya más de setenta países y les va a permitir fortalecer su presencia global.
Debe ser China entonces el foco de una mirada estratégica de Estados Unidos y Occidente que deben buscar relaciones que dinamicen el comercio y las economías, pero que traten de evitar una dependencia excesiva que produzca problemas del estilo del que se está viviendo por estos días. Desde ningún punto de vista es un ecuación fácil de resolver, pero lo que es claro es que el gigante chino se despertó y hay que aprender a convivir con el.