Publimetro Barranquilla

Las claves de un estilo hipnotizan­te

La estética de la artista destaca por su multirrefe­rencialida­d

- MONICA GARZÓN monica.garzon@publimetro.co

Comprar ropa produce una sensación similar a la de disfrutar de un buen bolero en la voz de Agustín Lara o la mismísima Chavela Vargas. Haga el ejercicio, póngase los audífonos y camine entre los anaqueles de la tienda al ritmo de Amor de mis amores o de La Llorona… o si prefiere algo más moderno, animado e igual de sentimenta­l, pero influencia­do por esos sonidos, escuche Mi buen amor de Mon Laferte, quien le contó a PUBLIMETRO, como editora invitada, cómo su ropa también habla de su música.

La ropa transmite mensajes, produce emociones y eso lo tiene claro Mon: “Hablando de estilo y de ropa, principalm­ente, la verdad me divierto mucho. Uso pura ropa vieja; me voy a las ferias o a los tianguis, incluso, voy a los clósets de las mamás de mis amigas y agarro lo que sea más viejo. Siento que son piezas únicas, que la tela es más bonita y me siento mucho más cómoda”, dijo.

La estética de la cantautora radica, en gran parte, en su unicidad. Sus looks se destacan por ser multirrefe­renciales, eclécticos, elegantes, por ser poco convencion­ales. Y así lo muestra con los atuendos que suele lucir en sus presentaci­ones y hasta en lo que comparte por redes sociales, como Instagram, donde tiene más de un millón de seguidores.

Los años cincuenta y la multicultu­ralidad, de pies a cabeza

Mon Laferte reinterpre­ta los años cincuenta de una manera edgy y contemporá­nea. De hecho, se define a sí misma como una artista inquieta, a la que le gusta jugar y experiment­ar con las prendas que suele usar. Muchos la comparan con Amy Winehouse, pero la verdad es que Mon es un mezcla de estilo propio con guiños directos a Billie Holiday, Frida Kahlo y Edith Piaf, una de sus artistas preferidas, con vestidos llenos de brillo y elegancia.

Otro sello caracterís­tico son las flores, que siempre tiene en su estilismo, ya sea en su ropa como estampado o incluso de tocado en la cabeza (si ya vio fotos de Billie Holiday, sabe a lo que nos referimos). Esto es una clara herencia de su multicultu­ralidad, sobre todo viviendo en un país como México, donde las flores son un símbolo poderoso y sirven más que de tocados en la cabeza. Algo que ella combina con el maquillaje noir, que recuerda a Dita Von Teese. Pero con la diva solo comparte esa elegancia, porque ella no ve en la moda ostentació­n, sino originalid­ad.

Comprar ropa de segunda nunca pasa de moda

Sí, Mon Laferte es una amante de la ropa de segunda, lo dejó muy claro, pero también es coherente con su veganismo, pues no usa una sola prenda que tenga piel de animal, y le parece absurdo gastar tanto dinero en algo que al final de una temporada se desecha. No cae en el ‘pecado’ del fast fashion.

“Para ser honesta, no me parece que se tenga que gastar tanto dinero en ropa, de repente veo cuánto cuesta un vestido de marca y me asombro, me da hasta vergüenza invertir demasiado en un pedazo de tela. Eso no significa que no me guste la moda, de hecho me encanta, la disfruto, la uso, pero creo que no me gusta seguir una moda, me gusta sentirme bien”, explicó la cantautora.

Pero comprar ropa de segunda o reutilizar prendas va más allá de un capricho. Según un informe de este año de las Naciones Unidas, la industria de la moda, que mueve unos 2500 millones de dólares en el mundo, es una de las más contaminan­tes y una de las principale­s culpables del calentamie­nto global, después de la petrolera.

Por ejemplo, para producir un kilo de algodón se necesitan por lo menos unos 10.000 litros de agua. Una cifra muy grave, si se piensa que la prenda será usada por un tiempo y luego irá a la basura, o se quedará metida por siempre en el armario. Sin embargo, hay formas de poner un granito de arena, muy a lo Mon

Laferte, y es perderle el miedo a la ropa usada.

En Colombia existen los mercados de pulgas, en donde se encuentran reliquias vintage para todos los gustos. Ese es un plan de domingo en capitales como Bogotá, con la plaza de Usaquén, la plaza España y los ‘segundazos’ de Chapinero; o en Medellín, con La Minorista, un espacio único en el país que sirve siempre de referencia para los amantes de la ropa usada.

Pero en el país adoptivo de Mon, México, los famosos tianguis se roban las miradas. Estos espacios, con un origen prehispáni­co, hacen que cientos de mexicanos y turistas encuentren allí un estilo de vida, tengan un encuentro cultural y diverso, además de las mejores prendas de segunda, muy cargadas de originalid­ad.

Aunque, para no ir más lejos, las ventajas de internet y las redes sociales son tan amplias, que en la mayoría de Latinoamér­ica la venta y compra de ropa usada por esos medios es cada vez más popular. De hecho, páginas como Etsy muestran a upcyclers que crean piezas artísticas a través de prendas de segunda mano y Pinterest, a su vez, da buenas ideas de DIY. Asimismo, hay páginas en todos los idiomas donde se pueden comprar prendas para darles un segundo uso, que van desde lo masivo hasta el lujo.

Lo vintage, desde hace mucho tiempo, es más que comprar solo ropa de segunda. Es una acción de cultura sostenible

–que no implica comprar a precios absurdos–, en donde se pueden hallar verdaderos tesoros, piezas reinterpre­tadas (upcycling) y resignific­adas a través de siluetas o complement­os. Ese encanto por la ropa y estéticas de otros tiempos es lo que también define a Mon Laferte, quien exhibe verdaderos tesoros visuales en sus ensambles.

“Uso pura ropa vieja; me voy a las ferias o a los tianguis, incluso, voy a los clósets de las mamás de mis amigas y agarro lo que sea más viejo” Mon Laferte

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|ILUSTRACIÓ­N: ESTEFANÍA FLÓREZ - @d.a.k.o.t.a.2.6
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