Se extrajeron casi 1000 individuos enterrados en más de 300 años, en nueve sitios de entierro, identificados en el conjunto conventual de San Francisco, que funcionó entre 1580 y 1900
los que, durante la época colonial, hasta los siete años, aproximadamente, eran enterrados en un sitio apartado de la huerta del convento. Luego fuimos encontrando las sepulturas de los bautizados, jóvenes y adultos, en lo que alguna vez fueron los templos y capillas que regían los franciscanos. Esto llevó a reorganizar el equipo de investigación y a establecer la alianza entre la Fundación Erigaie y la Universidad del Norte, y así trabajar con el profesor Javier Rivera, quizás el más destacado en el campo de la antropología física en el país y con sus asistentes”, destacó la antropóloga Therrien.
Además, en las capillas laterales, en las que había dos salas de cine, estaban decoradas con azulejos y de allí desenterraron fragmentos de lo que podría ser un plato que servía como pila bautismal.
“Sí, se encontró un buen número de niños, que en esos contextos no es tan frecuente hacerlo, pero se contó con la suerte de excavar un área exclusiva para el enterramiento de infantes y los historiadores encontraron referencia al hecho de que los niños no bautizados no podían ser enterrados al interior de la iglesia, entonces se designó un lugar fuera, pero a la vez cerca de la misma”, agregó el profesor Rivera.
Entre los datos curiosos, también hallaron enterrados restos de iguanas, animales de granja que sirvieron como alimento, una lujosa bacinilla de peltre francesa y un carro Volkswagen completo, que nadie comprende cómo llegó hasta allí con el paso de los años.
Vidas intensas y fugaces
El profesor Rivera detalla que entre los rangos de edad solo se hallaron dos individuos adultos mayores. El resto eran personas relativamente jóvenes, que fallecieron debido a la alta mortalidad derivada de las dificultades en el sistema sanitario, manejo de agua, basuras e higiene de esta barriada.
Entre los restos se halló el de un hombre adulto joven, de fenotipo europeo, que padeció osteomielitis, un proceso infeccioso en el hueso de la tibia, quizás causado por una herida que se infectó, que no fue tratada y que avanzó al punto de generar una afectación en la médula. A través de la bioarquelogía, se detalló que la herida comenzó a supurar y afectó el hueso dejando marcas considerables.
“El individuo pasó mucho tiempo con la herida, quizás fue tratada con medicina de la época para resistir, pero el padecimiento quizá le pudo producir la muerte”, expuso el profesor Rivera.
A través de la bioarqueología histórica también esperan estudiar otros indicadores como el cálculo dental de los individuos hallados, por la mineralización de partículas de comidas y plantas que estaban consumiendo y con ello se puede reconstruir la dieta de la época.
Esta información después se cruza con otros indicadores del esqueleto, para determinar si la persona padeció, por ejemplo, de estrés nutricional, que se puede observar en lesiones en los huesos o en las líneas hipoplásicas, asociadas al proceso de crecimiento de los dientes y que se forman en la niñez.
Otros estudios, como los análisis isotópicos, complementan los datos e, incluso, pueden revelar los orígenes y migraciones a través de los elementos que se fijan a los huesos con la dieta: “Vemos en muchos casos que no se alimentaban bien y padecían otra serie de factores que impedían que los nutrientes se fijaran en el cuerpo, por ejemplo, los parásitos, que eran muy frecuentes en la época y se manifiestan con unas lesiones poróticas a nivel del cráneo y en el techo de las órbitas que están vinculadas al estrés nutricional y en muchos individuos de San Francisco lo hemos identificado”, explicó Rivera.
La idea con esta investigación es levantar los perfiles biológicos de estos individuos para escribir una biografía histórica y analizar las condiciones de vida de esta población
“LA SUMA DE LOS ANÁLISIS QUE SON POSIBLES DE REALIZAR EN CADA INDIVIDUO (…) HARÁN POSIBLE OFRECER UNA HISTORIA DIFERENTE DEL CARIBE COLOMBIANO”
en conjunto. Sobre las pandemias que enfrentó Cartagena en esos siglos y la relación con los restos hallados en San Francisco a través de los huesos es aún difícil encontrar evidencia, sobre todo, en enfermedades como las fiebres, la viruela y el sarampión que aquejaron a la población en varios periodos, ya que son enfermedades que no dejaron huella en los huesos.
Esperan en el futuro poder realizar estudios comparativos con otros sitios de enterramiento en Latinoamérica en épocas similares: “Este lugar y sus restos se convierten en una oportunidad única en la región por ser una de las colecciones más grandes, que se convierte en un banco de información valiosa, que nos va permitir comparar qué sucedió con esta población en el