Política exterior de Petro: entre encuentros y desencuentros
Acercamientos con Venezuela y ausencias la sesión de la OEA para condenar la violación a los derechos humanos han marcado la política exterior del primer mes de mandato de Petro
Se cumplió un mes desde que Gustavo Petro se posesionó como presidente de la República. Durante estos 30 días han sido múltiples las decisiones en materia tributaria, de defensa, agrícola, política exterior y más.
Las relaciones internacionales fueron una de las prioridades del Gobierno, designando desde un inicio, tras los resultados presidenciales, a Álvaro Leyva como ministro de Relaciones Exteriores y quien integró la redacción de la nueva Carta Constituyente de 1991.
“La política exterior hasta ahora ha sido maratónica, de cambio y polémica (...) Desde que se posesionó Leyva, se ha reunido con una parte importante de las delegaciones, misiones y diplomáticos en Colombia”, señaló Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.
El jefe de Estado también llevó a cabo la idea de cambio, retomando las relaciones con Venezuela; estableciendo nuevamente una mesa de diálogo de paz con la guerrilla del Eln en Cuba; sacar al país del Consenso de Ginebra, un acuerdo de países que están en contra del aborto; y decirle a Estados Unidos, abiertamente, que la política antidrogas fracasó.
“Lo del embajador Luis Gilberto Murillo fue un acierto. Ha caído muy bien en Estados Unidos. El único reto que tiene Petro es el tiempo, porque en noviembre se renueva un tercio del Senado y, lo más seguro, es que los demócratas pierdan una de esas mayorías y con los Republicanos sea más difícil hablar de la idea del enfoque alternativo a las drogas”, afirmó Jaramillo.
Sin embargo, también el presidente tuvo otros desaciertos. Tras los recientes resultados del plebiscito en Chile, en donde ganó el ‘no’ a una nueva carta magna, el primer mandatario trinó: “Revivió Pinochet”. Lo que para muchos fue irrespetar la decisión democrática de los chilenos.
Finalmente, el otro lunar, fue la ausencia de Colombia ante la OEA, para condenar la violación a los derechos humanos, en el régimen dictatorial de Daniel Ortega.
El apretón de manos entre Venezuela y Colombia
En 2019, el expresidente Iván Duque manifestó que Colombia reconocía a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Decisión que rompió las relaciones entre ambos países y conllevó a que Nicolás Maduro decidiera cerrar las fronteras.
Tres años después, y antes de la posesión del 7 de agosto de Gustavo Petro, el nuevo mandatario dijo “estar trabajando en la normalización de las relaciones, que es un proceso que implica la apertura de la frontera”.
A este anuncio de la reanudación de los corredores entre ambos países, se sumó la designación de Félix Ramón Plasencia, como embajador de Venezuela en Colombia; y, horas después, del exsenador, Armando Benedetti, como embajador en el vecino país.
De esta manera se reanudaron las relaciones diplomáticas entre ambos países, que ya dejaron una reunión entre Maduro y Benedetti, donde hubo abrazos y hasta regalos.
Durante este encuentro, aunque se mantuvo a puerta cerrada, se conoció que abordaron temas alrededor de “la urgencia de restablecer los lazos de amistad, pero de manera organizada para que sea un éxito”.
Asimismo, el excongresista Benedetti manifestó que su objetivo está enfocado “en la parte social, cultural, el transporte y turismo” y no en asuntos internos de
Venezuela. “No vengo a inmiscuirme en temas del presidente Maduro”, dijo.
Para Jaramillo, profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, de la Universidad del Rosario, hay tres retos con Venezuela.
“Uno es la seguridad frente al orden público; dos, el comercio en el que ya hay un panorama de bajos índices de inflación, y tres, el tema migratorio. Allí hay que brindar garantías, coordinación y mejores condiciones”.
La dictadura de
Nicaragua que no fue condenada por Colombia
Nicaragua vive un régimen autoritario en cabeza de Daniel Ortega. Según la Cidh, en el país se cometen crímenes de lesa humanidad. Más de 180 presos políticos se encuentran encarcelados en condiciones inhumanas; alrededor de 1000 organizaciones de la sociedad civil les fueron confiscados sus bienes; la protesta social fue prohibida, y hasta la Iglesia católica es perseguida con el cierre de siete radiodifusoras y la detención arbitraria del obispo Rolando Álvarez.
Esta y otras violaciones a los derechos humanos fueron condenadas el 12 de agosto en una sesión de la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que participaron 27 países, excepto uno: Colombia.
El país, junto al mismo Nicaragua, brillaron por su ausencia. Lo que generó una ola de reacciones de políticos y expertos que cuestionaron la posición tomada por el Gobierno.
¿Las razones? En primer lugar, el designado embajador ante la OEA, Luis Ernesto Vargas, le explicó a Noticias Caracol que aún no tenía un nombramiento oficial “y menos el comienzo de documentación ante Cancillería para asumir. Por ende no lo sé”.
Ante más dudas que respuestas, el periodista, Juan Camilo Merlano, radicó un derecho de petición ante el despacho del viceministro encargado de asuntos multilaterales, Juan José Quintana.
Quien explicó que el Ministerio de Relaciones Exteriores sí había sido notificado con antelación de la sesión extraordinaria. Además, que tras consultar con el canciller, Álvaro Leyva, transmitió la orden de que el Estado colombiano no debía hacer presencia en la OEA, “por delicados aspectos de política exterior que tienen carácter confidencial”.
La explicación de Cancillería vino dos días después. En un comunicado, firmado por Leyva, señalaron que la ausencia se debió “tanto a razones estratégicas como humanitarias, y no ideológicas”. Y aseguró que “el Gobierno defiende y promueve los derechos humanos tanto en Colombia como en el exterior”.
Para Jaramillo Jassir, esta situación habría podido evitarse: “Lo ideal hubiese sido que la orden fuera abstenerse. Sin embargo, no ir, apelar a un silencio y esperar a que un periodista tenga que interponer un derecho de petición, dio para conjeturas y conllevó a un error, al no ser expreso de cuál era el objetivo con esa ausencia”.
“FUE UN TRINO APRESURADO, PERO TAMBIÉN HAY QUE DECIR QUE ESO NO COMPROMETE LA POLÍTICA DEL ESTADO COLOMBIANO Y PETRO NO LO HIZO COMO JEFE DE ESTADO, SINO COMO CIUDADANO” MAURICIO JARAMILLO JASSIR Profesor de la Universidad del Rosario