Los anillos de poder: una revolución al canon de Tolkien que inventa nuevas historias
Reseña. Los fans acérrimos están que se revuelven, pero la serie cumple con el objetivo de su creador: la inclusión de todos los pueblos y razas en la Tierra Media
Si usted es fan acérrimo de Tolkien, tiene hasta los muñecos de Frodo y compañía y se ha leído todo lo de su Legendarium, le advertimos: relájese. Los anillos de poder irán en contra de sus expectativas, porque si bien la serie se sitúa en la Segunda Edad, acá revuelven jerarquías, nombres y se inventan historias y gente. Galadriel (una indómita Morfydd Clark) es la única que sabe que el mal no se ha ido de la Tierra Media.
Hace los mismos trucos que Legolas (y hasta mejor, mata solita un troll que en la primera película cinco tienen que eliminar), no se conforma y sigue su propio camino.
Así enfrenta al que en teoría sería su sobrino, el rey Gil-galad (un Ben Walker que hace un gran papel) y de paso, a su amigo y futuro yerno, Elrond (Robert Aramayo), un joven y astuto sucesor del rey que quiere unirse a los reinos como el de los enanos, a través de su amistad con el príncipe Durin IV (Owain Arthur). Claro, todo esto no pasa –nunca pasó– en el Legendarium ni en el libro canónico de Tolkien que cuenta la historia de todos ellos antes de las películas: el Silmarilion. Pero por cuestión de derechos, usted puede ver cómo se desarrolla una historia completamente nueva. Eso sí… respire profundo por las caracterizaciones. En el canon, por ejemplo, al elfo Glorfindel el Balrog (que aparece, qué emoción) lo mataba por primera vez al jalar su largo cabello. Acá Elrond y otros elfos tienen todo tipo de peinados, más Miami Vice que Tierra Media, pero igual, ¿por qué no pueden pasar?
Y lo más importante: puede imaginarlos en cómo se desarrollan para ser lo que serán. Todo, en medio de una cinematografía bellísima y una producción que hace honra a todo el presupuesto invertido (aproximadamente 1000 millones de dólares) y que tendrá para dar mucho en el resto de las siguientes cuatro temporadas.
Otras historias en la Tierra Media
Arondir (Ismael Cruz Cordova), elfo silvano, no es ni de lejos lo que vimos en las películas de Peter Jackson con Thranduil y Legolas. Pero ese es el punto: todas las razas son incluidas en la Tierra Media. El actor es el que ha recibido más críticas por personificar a un elfo no blanco y, claramente, hasta los actores de la primera película (encabezados por Elijah Wood) los han apoyado.
Y, por supuesto, esa polémica en la que él está envuelto recuerda lo que los ultraderechistas españoles trataron de hacer con la imagen de Aragorn, al erigirlo como el símbolo del hombre supremacista blanco por antonomasia.
Claro, Viggo Mortensen, el actor que lo personificó, estuvo lejos de quedarse callado, pues respondió que Aragorn precisamente valoraba la diversidad cultural y racial en este universo. Y a eso también apuesta la serie: a explorar posibles ‘qué pasaría’. ¿Qué pasaría si un elfo se enamora de una mujer humana?, ¿qué pasaría si una elfa explora sola otros lugares de la Tierra Media?, ¿qué pasa si los Pelosos (antepasados de los Hobbits) se encuentran con uno de los mayores peligros y actores de la Tierra Media?, ¿qué pasaría si los enanos por fin dejan sus rencillas, rencores y dolores históricos para unirse con los elfos antes de la Guerra de la Última Alianza, que es con la que comienza la película de Jackson?
Los anillos de poder es un gran ‘qué pasaría’, con sucesos que no respetan ni siquiera los tiempos en los que se desarrollan líneas base y argumentales para quienes conocen la historia de cero. Pero precisamente también llevan a eso: a investigar qué pasa en los libros, a adentrarse en el universo de Tolkien, a rescatar sus historias, su universo, a meterse en historias que tienen muchas interpretaciones y teorías. Y que de paso han despertado a un fándom que en las adaptaciones tempranas de Tolkien no tenía el hype de las redes sociales, donde se pueden compartir memes, comentarios, teorías y, en últimas, apreciar gracias al trabajo de Prime Video, un lugar donde se lucha por lo importante: por apreciar al otro en su belleza, en su historia y en sus caminos de vida. Y, claramente, volver al mundo de Tolkien siempre será un viaje placentero.