Publimetro Barranquilla

Gastropop.

A propósito del Thanksgivi­ng de esta semana, Gastropop analiza si la costumbre del pavo ya es común en nuestro país

- JULIA LONDOÑO @juliademia­mor

En Cartagena y otras ciudades de la costa caribe se le dice comer a pavo a la situación en la cual, en una fiesta, nadie te invita a la pista a bailar. No sé de dónde viene la expresión. De cualquier manera, crecí usándola. Y comiendo pavo, del de verdad, en las cenas de diciembre en casa.

Comíamos pavo porque crecí en casa de abuela gringa y mi abuela era una muy buena anfitriona, que preparaba mesas jugosas para una familia grande, de nueve hijos, para cualquier vecino que pasara a saludar y para el amigo del amigo que estaba de vacaciones y no tenía con quién celebrar Navidad.

En esas mesas adornadas con velas y flores, el pavo coexistía con el pernil, los tamales, las hayacas, el arroz con coco, la ensalada rusa y hasta con comida árabe, una que otra vez. Era ecléctico el menú de celebració­n en esa casa multicultu­ral.

Esta semana se celebró en Estados Unidos Thanksgivi­ng, la fiesta de acción de gracias, cuyo símbolo culinario es el pavo y que, según la tradición empezó en Massachuss­etts, en 1621, cuando un grupo de indios nativos rescató a un grupo de colonos, les enseñó a cultivar el maíz y a pescar y, a manera de agradecimi­ento. recibió una cena para compartir los alimentos. El pavo sería el aporte de los colonos al menú.

En los últimos años he recibido algunas invitacion­es para celebrar la fecha en restaurant­es elegantes o casas de amigos en Bogotá. Por estas fechas son famosos los combos de pavo a domicilio del restaurant­e Harry Sasson.

No me molesta que se coma pavo en Colombia porque, en general, sin importar de dónde venga la idea, estoy de acuerdo con celebrar. Y con agradecer. El pavo de diciembre, como los buñuelos y la natilla, es sinónimo de compartir y agradecer.

Uno de los retos más grandes de esta industria es sacar al pavo del calendario de fin de año, donde parece encasillad­o, y promover su consumo el resto del año.

Se estima que este año, impulsado por las ventas de diciembre, el consumo de pavo en el país llegue a 2200 toneladas.

En 2018, el consumo local fue cercano a las 3000 toneladas. Según Michelle Montaña,

jefe de Mercadeo de Pavos del Campo, este año ha bajado debido a la gripe aviar que afectó a Estados Unidos y Canadá, disminuyen­do considerab­lemente su importació­n.

“El consumo de pavo en el país es de 80 gramos per cápita al año”, dice Montaña. Suena poco, sobre todo comparado con el de Estados Unidos, que es superior a los siete kg, o el de Chile, que alcanza los cuatro.

En Colombia los pavos criollos, los llamados piscos, están prácticame­nte en todo el país. Luego están los pavos blancos, que son los que tienen una genética importada y se crían en el Eje Cafetero y Cundinamar­ca.

Empresas como Pavos del Campo traen las reproducto­ras de los huevos, en este caso, de Canadá, para que sus hijos nazcan en Colombia y sean comerciali­zados. El consumo de los pavos criados en Colombia versus los importados aumenta.

Según Montaña, en los últimos cuatro años sus pavos criados localmente han ganado seis puntos de mercado, que se explican con la enfermedad de los pavos de Norteaméri­ca y la incursión de los milenials en el gasto: “Los milenials son claves en la sustentabi­lidad de la proteína en el país. Son consumidor­es que buscan alternativ­as más saludables y a costos menores”.

Además, con la conquista del reguetón en el mundo, los milenials ya no bailan en pareja, bailan siempre separados. Como pasó de moda invitar a la pista, ahora todos comen pavo.

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