Las Farotas de Talaigua, la danza guerrera que no se cansa de luchar, en el Carnaval de Barranquilla
Tradiciones. Todos los años esta danza remonta el río Magdalena, desde el pueblo de Talaigua cerca a Mompox, para mostrar su tradición en estos días de fiesta
LINA ROBLES
Navegando por el río Magdalena y trayendo consigo un pesado equipaje de faldas, golas, sombreros y flores, llegan los hombres que danzan como Las Farotas de Talaigua, que cada año se esconden tras atuendos de mujeres para sorprender a su enemigo, los españoles, en la colonización, como se ha hecho durante siglos.
En esta danza, colorida de flores, corazones y lentejuelas, se convierte en una actividad exclusivamente masculina. Durante esta expresión cultural, los hombres se maquillan y diseñan cuidadosamente sus vestuarios. Esta tradición está profundamente arraigada en la historia que se narra, destacando el heroísmo de los indígenas farotos que habitaban en Mompox, en el departamento de Bolívar, específicamente en el pueblo de Talaigua.
Su directora Mónica Ospino, contó a PUBLIMETRO el origen de esta danza guerrera que se presentará en el Carnaval de Barranquilla, este viernes y el fin de semana: “La danza de las farotas de Talaigua ya viene remontando el río grande de la Magdalena para llegar aquí a Barranquilla. Vamos a estar este viernes en un superevento que se llama Las joyas de la corona, de 1:00 p.m. a 4:00 p.m., en el Malecón del Río, y será un espacio cultural que tendrá un alto contenido tradicional, ancestral y patrimonial”.
Historia guerrera de las farotas
Mónica relató las fascinantes historias que su madre le transmitió desde la infancia. Estas narraciones se remontan a la época de la Colonia, en la rica región de la depresión momposina, conocida por su abundancia en oro que atrajo la atención de los colonizadores españoles. Además de ser una tierra próspera para la ganadería y la agricultura, fue hogar de la tribu de guerreros indígenas farotos.
“Los indios no manejaban dinero, pero sí sabían hacer amuletos, que cargaban en la cintura, que eran cabecitas de monos, patas de venado, decían que para protegerse de las brujas que habitaban los bosques y para que sus dioses le dieran suerte para que pudieran cazar y pescar. Ellos intercambiaban estas mercancías con comerciantes en trueque por pedazos de tela e imitaron los vestuarios de las damas españolas”, contó Ospino.
La paz en esta comunidad se vio amenazada cuando comenzaron a compartir tierras con los españoles, quienes, según las historias transmitidas por la madre de Mónica, abusaron y maltrataron a las mujeres indígenas. La narrativa revela que los españoles se llevaban a las mujeres, incluso a las más jóvenes, para prostituirlas.
“Así siguió la tradición en estos hombres y en el pueblo, que cada vez que una mujer paría, danzaban; que cada vez que había un matrimonio, danzaban; que si había buena cosecha, danzaban, y así se fue ejecutando año tras año”, señaló Mónica.
La historia toma un giro intrigante cuando los indios farotos, al observar el vestuario de las mujeres europeas, decidieron urdir una emboscada. Intercambiaron sus amuletos por telas en trueque con comerciantes y adoptaron el vestuario de las damas españolas. Bajo el liderazgo del cacique Talygua, organizaron una trampa en la que se enfrentaron a los españoles, vestidos como mujeres. El enfrentamiento resultó en sangre derramada, y aunque muchos españoles murieron, uno fue dejado con vida para que contara esta historia.
La portadora de la tradición: la farota mayor
La danza, nacida de esta victoria, se convirtió en una tradición arraigada en el pueblo. Durante los años, se ejecutaba en diversas celebraciones, como nacimientos, matrimonios y cosechas abundantes. A pesar de perderse en el tiempo, Etelvina Dávila, madre de Mónica, en 1983, decidió revivir la danza y llevar la tradición al Carnaval de Barranquilla. Etelvina, conocida como ‘la Farota Mayor’, dejó un legado que perdura entre sus herederos, a pesar de fallecer con la esperanza de participar en una presentación. Su incansable dedicación a preservar esta expresión cultural ha dejado una huella imborrable en la historia de Talaigua Nuevo.
“He encontrado un diario de mi madre y es una de las cosas más lindas que tengo de ella, porque anotó todo lo que hizo en sus travesías con las Farotas, llevando los productos del río y los recursos que le había dado el Alcalde y cómo organizaba la llegada del grupo acá en Barranquilla con los talaigueros residentes acá en la ciudad”, recordó Mónica.
Etelvina Dávila sigue siendo considerada por los habitantes de Talaigua Nuevo como ‘la Farota Mayor’ y su legado sobrevivirá por siempre entre sus herederos.
“Ella murió preocupada porque estaba pendiente por un dinero que le iba a dar la Alcaldía, porque el 6 de diciembre tenían que ir a una presentación. Mi mamá falleció un 1.º de diciembre. Días antes, ella estaba con el estrés del mundo, porque quería ir a esa presentación, pero murió”, lamentó Mónica.
Las Farotas desfilarán este año en el Carnaval de la 44 en homenaje a Sonia Osorio y el domingo estarán en la Gran Parada de Tradición, en la Vía 40, mostrando en estos espacios toda su puesta en escena.
“LA DANZA DE LAS FAROTAS DE TALAIGUA YA VIENE REMONTANDO EL RÍO GRANDE DE LA MAGDALENA PARA LLEGAR AQUÍ A BARRANQUILLA”
MÓNICA OSPINO Directora de Las Farotas de Talaigua
LA CIFRA
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Guerreros faroteros que conforman el grupo base de la danza desfilarán en el Carnaval de Barranquilla